Mamá cumple 70 años: cómo llega Carole Middleton, la suegra del príncipe Guillermo, a tan maravillosa edad
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Informalia
Carole Middleton ha alcanzado los 70 con la espalda recta y la cabeza alta. Sabe que la han llamado de todo. Trepa, oportunista, estratega. Sabe que han intentado reducir su vida a un cuento donde ella es la madrastra de Disney, la que mueve los hilos en la sombra, la que manipuló el destino para que su hija Kate terminara con el heredero al trono. Pero también sabe que nada de eso importa. Lo único real es lo que se puede tocar: su familia, su marido, sus hijos y sus nietos.
A lo largo de los años, ha aprendido a dejar que los rumores se ahoguen en su propio ruido. Se ajusta la chaqueta, revisa el menú de la cena y continúa con su día. Nunca se queja, nunca da explicaciones. Le enseñaron que así se sobrevive en este mundo y ha seguido la lección al pie de la letra.
La mujer que convirtió una cocina en un imperio
La historia de Carole no comienza en Buckingham ni en St. Andrews. No nació con un título, ni con joyas en el cajón de su mesita de noche. Sus primeros recuerdos son los de una casa modesta en Southall, al oeste de Londres, y de un padre que conducía camiones. Su madre, Dorothy, era conocida como "La Duquesa" porque jamás salía de casa sin los labios pintados y el abrigo bien puesto. De ella aprendió que la apariencia importa, pero que lo esencial es lo que uno hace con las manos y con la mente.
Dejó la escuela a los 16 y pasó por distintos trabajos hasta que logró entrar en British Airways como azafata. Fue allí donde conoció a Michael Middleton, el hombre que se convertiría en su marido y su socio en todo. Michael era auxiliar de vuelo, tranquilo, reflexivo, con un linaje que lo vinculaba a la aristocracia pero sin la carga del título.
La primera vez que cocinó para él, intentó hacer un risotto con hongos y le quedó una papilla gris. "Fue un desastre", recuerda. Pero no se rindió. Nunca lo hace.
Con tres hijos pequeños y un instinto infalible para los negocios, Carole comenzó a vender kits de decoración para fiestas infantiles desde la cocina de su casa. Lo que empezó con unos pocos pedidos pronto se convirtió en Party Pieces, una empresa que facturaba millones y que permitió a los Middleton entrar en la liga de los millonarios antes de cumplir los 40.
Pagaron las mejores escuelas para sus hijos, compraron una mansión en Bucklebury y aprendieron a moverse en un mundo que no era el suyo. Pero aunque el dinero cambió su vida, no cambió su forma de pensar. Carole siguió siendo la mujer que hacía listas, la que no dejaba nada al azar, la que enseñó a sus hijos a no rendirse nunca.
La suegra del príncipe
El 29 de abril de 2011, Carole Middleton entró en la Abadía de Westminster con un traje azul pálido de Catherine Walker. Llevaba la espalda recta, la barbilla alta y el paso firme. Sabía que todos los ojos estaban sobre ella. La madre de la novia. La mujer que había criado a la futura reina consorte.
Fue un día de triunfo, pero también de sacrificio. Desde ese momento, su vida dejó de ser suya. Cada gesto, cada palabra, cada elección fue analizada hasta la extenuación. ¿Masticó chicle en un acto oficial? ¿Es cierto que insistió para que Kate estudiara en St. Andrews en vez de Edimburgo, donde ya se sabía que iría el príncipe Guillermo? ¿Ha convertido su casa en un refugio para Guillermo cuando necesita escapar del Palacio de Kensington?
Las respuestas no importan. Lo que importa es el resultado. Carole no solo ha sido una madre presente, sino también un apoyo fundamental para su hija en los momentos más difíciles. Cuando Kate anunció que estaba recibiendo tratamiento por cáncer, los rumores sobre la familia Middleton se disiparon. En la tormenta, la figura de Carole emergió como el pilar que ha sido siempre.
Entre la aristocracia y la clase media
Ser Carole Middleton es estar atrapada entre dos mundos. Para la clase media, es una mujer demasiado ambiciosa. Para la aristocracia, sigue siendo una advenediza. En Inglaterra, la sangre azul no se diluye fácilmente, y hay quienes nunca le perdonarán haber entrado en la realeza sin pedir permiso.
Pero Carole nunca ha pedido permiso. Ha vivido su vida según sus propias reglas. No ha dado entrevistas exclusivas, no ha escrito memorias, no ha tratado de limpiar su imagen. Se ha limitado a vivir. Y esa, probablemente, ha sido su mayor victoria.
Cuando cumplió 60, se llevó a la familia a Mustique, una isla privada en el Caribe. Hubo champán rosado, una banda de jazz y fuegos artificiales. Ahora, con 70, quizás prefiera algo más sencillo: una cena en Bucklebury Manor, rodeada de su marido, sus hijos y sus nietos.
El precio del éxito
En 2023, Party Pieces, la empresa que construyó desde su cocina, quebró. La pandemia y el Brexit la golpearon con fuerza y, tras años de dificultades, tuvo que cerrar. Muchos se apresuraron a celebrar su caída, como si fuera un castigo divino. Pero Carole no es de las que se quedan en el suelo. Sabe que las derrotas son parte del juego.
Y al final, ¿qué importa una empresa cuando se ha construido algo mucho más grande? Sus hijos ya no necesitan su ayuda económica. Kate es la mujer del futuro rey. Pippa está casada con un millonario y vive en una mansión con su marido e hijos. James sigue buscando su camino, pero está feliz con su esposa y su vida en el campo.
Cuando Karl Lagerfeld dijo en 2012 que Carole le parecía "sexy", no se refería solo a su aspecto. Hablaba de esa energía que tienen las personas que saben quiénes son y no piden disculpas por ello. Hablaba de la fuerza que se necesita para llegar a los 70 con la dignidad intacta.
La mujer que nunca pidió perdón
Carole Middleton ha pasado por todo. Ha sido aplaudida y criticada, alabada y vilipendiada. Ha construido un imperio y lo ha perdido. Ha criado a tres hijos que han conquistado el mundo y ha mantenido un matrimonio sólido cuando todo a su alrededor se desmoronaba.