Casas Reales

¿Cuál es la fortuna del Gran Duque de Luxemburgo, que acaba de anunciar su abdicación en su hijo Guillermo?

    El príncipe Guillermo, en su boda con la princesa Estefanía, ha sido nombrado lugarteniente-representante de Luxemburgo, marcando el inicio de la transición de poder de su padre.

    Sara Tejada

    Cuando el gran duque Enrique de Luxemburgo anunció su abdicación en favor de su hijo Guillermo durante su discurso navideño, no solo marcó el fin de una era en la diminuta pero influyente monarquía luxemburguesa, sino que también abrió una ventana a la historia de una dinastía cuyo peso supera con creces las fronteras de su territorio. En Luxemburgo, un ducado que parece sacado de un grabado medieval, los gestos de sus príncipes todavía resuenan con ecos antiguos, y la fortuna del soberano no es solo una cuestión de riquezas materiales, sino de un legado que mezcla poder, discreción y un fino sentido de lo simbólico. Pero en España no se conoce apenas nada de Henri Jean Benoît Guillaume.

    Es gran duque desde el 7 de octubre de 2000, y asumió el trono en circunstancias que ya marcaban un cambio generacional. Su padre, Jean de Luxemburgo, había abdicado tras 36 años de reinado, cediendo el paso a un heredero preparado, cosmopolita, y consciente del papel cambiante de la monarquía en el siglo XXI. Desde entonces, Henri ha sido más que un jefe de Estado ceremonial: un puente entre tradición y modernidad. Formado en Ciencias Políticas en Ginebra y miembro de la Real Academia Militar de Sandhurst, Henri ha navegado con maestría entre las aguas de la política internacional, la filantropía y los intereses financieros que rodean a su ducado. Su reinado ha estado marcado por la neutralidad política, pero también por una cercanía que ha ganado el afecto de sus súbditos. Ahora, al anunciar su abdicación, ha hecho gala de una humildad rara en las cortes europeas: "Es tiempo de que las nuevas generaciones asuman el liderazgo".


    Guillermo de Luxemburgo con su padre, el gran duque Enrique.

    Hablar de la fortuna del gran duque de Luxemburgo es hablar de una riqueza que trasciende lo tangible. Luxemburgo, con sus paisajes ondulados, castillos de cuento y calles adoquinadas, es un país diminuto pero con un PIB per cápita que lo sitúa entre los más ricos del mundo. La fortuna de la Casa Gran Ducal no se mide solo en euros, aunque su patrimonio personal sea considerable, sino en su habilidad para permanecer como un baluarte de estabilidad en una Europa en constante cambio. La fortuna privada de Henri, como la de otros monarcas europeos, es un tema envuelto en discreción. Sin embargo, se sabe que incluye propiedades históricas, inversiones en empresas internacionales y activos gestionados a través de fideicomisos familiares.


    El Castillo de Berg es la residencia oficial de la Familia Ducal de Luxemburgo y se sitúa en la localidad de Colmar-Berg, en la parte central del país, próxima a la confluencia de los ríos Alzette y Attert. Perteneció a la familia Pasquier hasta 1848, cuando fue adquirida por Guillermo II de los Países Bajos (Rey de los Países Bajos y Gran Duque de Luxemburgo), para disponer de una residencia en territorio luxemburgués.

    El castillo de Berg, residencia oficial de los grandes duques, y el palacio gran ducal en la ciudad de Luxemburgo son joyas arquitectónicas que pertenecen al Estado, pero reflejan la majestad de la institución. Más allá de los números, la riqueza de Henri reside en su capacidad para preservar el prestigio de su dinastía. Su fortuna, en última instancia, es Luxemburgo mismo: un país que, bajo su liderazgo, ha sabido consolidarse como un centro financiero global y un modelo de democracia parlamentaria.

    El Palacio Gran Ducal de Luxemburgo es la residencia oficial del Gran Duque y su familia, donde tienen sus oficinas y se realiza la mayoría de recepciones y actos oficiales. El Palacio fue sede del Ayuntamiento de la ciudad de Luxemburgo entre 1572 y 1795, sede de la Prefectura de Forêts entre 1795 y 1817 y sede del Gobierno de Luxemburgo a partir de ese año.

    Guillermo: el heredero ideal

    En un gesto cuidadosamente calculado, Henri ha señalado al heredero como el rostro del futuro. Guillermo de Luxemburgo, a sus 43 años, encarna los valores de preparación y compromiso que han definido a su familia. El mayor de cinco hermanos, Guillermo ha sido educado con una meticulosidad casi renacentista: desde su formación en Ciencias Políticas en la Universidad de Angers hasta su paso por la Real Academia Militar de Sandhurst, cada etapa de su vida ha sido un eslabón hacia el momento que se avecina. Guillermo no solo ha demostrado ser un hombre de Estado, sino también un marido devoto y un padre atento.

    Su matrimonio con Stéphanie de Lannoy, condesa belga, selló una unión que refuerza los lazos entre las casas nobiliarias europeas, y el nacimiento de su hijo Charles en 2020 aseguró la continuidad de la línea dinástica. Ahora, con el traspaso de poderes programado para el 3 de octubre de 2025, Guillermo está listo para asumir el título de gran duque con una visión que promete combinar tradición y renovación.

    Guillermo y Stéphanie de Luxemburgo asisten a la misa de acción de gracias Te Deum en la catedral de Luxemburgo con motivo del Día Nacional el 23 de junio de 2019.

    Un ducado entre luces y sombras

    Luxemburgo es un país que desafía las nociones convencionales de poder. Más pequeño que la provincia de Álava, sus 2.586 kilómetros cuadrados albergan una población que apenas supera los 600.000 habitantes, pero su influencia económica y política trasciende sus modestas dimensiones. Durante el reinado de Henri, Luxemburgo ha consolidado su reputación como un centro financiero global, un paraíso fiscal para algunos, pero también un modelo de gobernanza eficiente. En este contexto, la monarquía ha jugado un papel estratégico. Henri, con su perfil bajo pero su presencia constante, ha sido un símbolo de unidad para un país que equilibra su historia medieval con su posición como uno de los motores económicos de Europa. Sin embargo, no todo ha sido idílico. La Casa Gran Ducal ha enfrentado críticas, desde cuestiones relacionadas con sus privilegios fiscales hasta debates sobre el papel de la monarquía en una democracia moderna en el corazón de Europa.

    Lleva más de 40 años casado con la Gran Duquesa María Teresa. Henri nació el 16 de abril de 1955 y reina desde 2000. Es el hijo mayor del Gran Duque Jean y la Princesa Josefina-Carlota de Bélgica, así como primo hermano del Rey Felipe de Bélgica . En 2019, su patrimonio neto se estimó en alrededor de 4.000 millones de euros. Enrique de Luxemburgo (en francés: Henri Albert Gabriel Félix Marie Guillaume de Nassau-Weilburg et de Bourbon-Parme; Betzdorf, Luxemburgo, 16 de abril de 1955) es el gran duque de Luxemburgo y, por lo tanto, jefe de Estado desde la abdicación de su padre, el gran duque Juan, el 7 de octubre de 2000. Ostentó el título de príncipe de Nassau y Borbón-Parma desde su nacimiento, en 1955, hasta la abdicación de su abuela, la gran duquesa Carlota, en 1964.

    La abdicación de Henri no es un gesto aislado, sino parte de una tendencia que se ha visto en otras casas reales europeas. En una época en la que la longevidad parece alargar los reinados, muchos monarcas han optado por ceder el paso a las nuevas generaciones. Juan Carlos I, Margarita de Dinamarca, Alberto II de Bélgica y Beatriz de los Países Bajos son ejemplos recientes. Sin embargo, en el caso de Henri, este paso tiene un simbolismo especial. Luxemburgo, con su historia de resiliencia y su posición estratégica en el centro de Europa, necesita líderes que entiendan tanto su pasado como su futuro. En Guillermo, Henri ha encontrado un sucesor que no solo comparte su formación y valores, sino que también aporta una energía renovada a la institución.

    El legado de Henri

    Cuando el gran duque Henri deje el trono en octubre de 2025, su legado será evaluado con una mezcla de nostalgia y admiración. Bajo su liderazgo, Luxemburgo ha navegado tiempos de cambio con una serenidad que es rara en el panorama político actual. Su abdicación, lejos de ser un retiro, es un gesto de confianza en el futuro: un acto de fe en su hijo, en su país, y en los valores que han definido a su dinastía durante siglos. Con Guillermo como nuevo gran duque, Luxemburgo inicia un capítulo que promete ser tan fascinante como los anteriores. La dinastía Nassau-Weilburg, que ha gobernado el ducado desde el siglo XIX, continuará siendo una presencia constante en la vida de sus ciudadanos. Pero en un mundo en constante evolución, el desafío será mantener la relevancia de la monarquía sin perder su esencia.

    La fortuna del gran duque de Luxemburgo (estimada en más de 4.000 millones de euros en 2019) no se mide en cifras exactas, sino en la riqueza de su historia, la solidez de sus instituciones y la esperanza que despierta en sus súbditos. Al ceder el trono, Henri no solo entrega un título, sino un patrimonio cultural y moral que, bajo la guía de Guillermo, promete seguir brillando como uno de los faros de Europa. Así, en octubre, cuando los relojes de Luxemburgo marquen el cambio de mando, no será solo un cambio de nombres, sino la continuación de un linaje que, como las piedras de sus castillos, ha aprendido a resistir el paso del tiempo con dignidad y grandeza.

    Enrique de Luxemburgo cedera´el testigo a su hijo mayor, Guillermo de Luxemburgo, que está casado con Stephanie y tiene dos hijos.