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¿Por qué concederles tanta importancia a los indicadores de confianza del consumidor?

Alain Galibert, Bolságora
30/08/2006 - 23:02

En el mejor de los casos no hacen más que confirmar lo que el mercado ya sabía; en el peor pueden llevar al inversor a una pista falsa. ¿Hasta qué punto hay que creerse los indicadores de confianza del consumidor?

Otro modo de plantearse la pregunta: ¿no les concede demasiada importancia el mercado en su juicio sobre la economía? Se trata de una cuestión de actualidad tras la publicación esta semana de la confianza en EEUU, en fuerte caída y de la confianza en Alemania, en fuerte subida. Justin Lahard del Wall Street Journal señala que los economistas, al contrario de los inversores, no suelen hacer mucho caso a estos indicadores. Dicen que la relación entre lo que piensa el consumidor y lo que gasta es demasiado tenue para ser objeto de una comprobación estadística y por lo tanto, no sirve para construir una previsión.

Cierto si se busca una correlación estable a largo plazo. Pero ciertos analistas indican que lo que no funciona a largo plazo, sí que puede ser pertinente cuando la economía cambia de velocidad y de rumbo. En otros términos, la falta de correlación estable no significa que estos indicadores no sirvan a la hora de valorar un cambio de expectativas. En Bolságora, esto nos deja muy escépticos.

Volvemos a los datos publicados esta semana. Según el Conference Board, la confianza del consumidor estadounidense cayó a su mínimo de los 9 últimos meses. La caída refleja un deterioro serio de la percepción de las familias sobre la situación de la economía, así como un empeoramiento de las expectativas de futuro. Podríamos entrever una nueva señal adelantada de recesión. Quizás, pero no es tan sencillo.

En torno a un nivel de 100, el indicador sigue estando alto y muy cerca del nivel de la confianza de las familias en fases de expansión de la economía en los 80 y los 90. La opinión de las familias sobre el estado del mercado laboral, un indicador crucial que puede influir directamente en el gasto, no dejar de sorprender: menos del 20% de las personas interrogadas piensan que es difícil encontrar un empleo. Históricamente, no es un nivel muy preocupante ya que en el pasado no anunciaba recesión. En resumen, la caída de la confianza impresiona pero su nivel no. Y los elementos que la integran no se prestan todos a una lectura pesimista. Nadie puede negar que la confianza baje en sintonía con la desaceleración del consumo. Pero hoy en día no se puede deducir que la caída anuncie una recesión.

En Alemania se pueden repetir los mismos argumentos pero al revés. Según el último sondeo GfK, el indicador adelantado de confianza de las familias alcanzó su mejor nivel desde hace cinco años. Pero sigue bajo tendencia. El componente de la opinión acerca del panorama económico se deterioró por tercer mes consecutivo y las expectativas sobre los ingresos personales se estancaron en un nivel bajo. Rolf Buerkl, economista de GfK, dijo que el clima positivo entre los consumidores alemanes parecía haber alcanzado un máximo y que la ligera subida no reflejaba nada más que el deseo de los consumidores de adelantar sus compras antes de que entre en vigor el incremento de 3 puntos porcentuales del IVA. En resumen, la subida de la confianza fue una buena noticia pero no aporta ninguna información nueva para valorar la fuerza del crecimiento dentro de unos meses.

Conclusión: a ambos lados del atlántico, los índices de confianza ofrecen una imagen correcta del estado de salud de las familias en el corto plazo. Sin embargo son de dudosa utilidad, o incluso engañosos, a la hora de hacer una previsión.