En estos momentos, ni el fundamental ni el técnico son de mucha ayuda. Todos somos muy conscientes de las limitaciones del análisis bursátil: si hubiera un método infalible, todo el mundo lo seguiría y nadie perdería... y los mercados no tendrían razón para su existencia.
Como decía un maestro de periodistas bursátiles, “si fuera fácil, lo haría cualquiera”. O el fácil y demagógico aserto de que “si los analistas fueran buenos, no estarían hablando en los medios sino que estarían forrados” (deberían saber lo que cobran algunos analistas... no siempre los mejores).
El caso es que estas limitaciones del análisis se acentúan en situaciones como la actual. El análisis fundamental está totalmente confundido, aunque en circunstancias normales tampoco lo suele tener demasiado claro: tiende al exceso de complacencia de los siemprealcistas que se empeñan en ignorar cualquier señal que contradiga el discurso de que la bolsa siempre sube (y si no sube, a largo plazo ya subirá, aunque lo vean sus hijos); o a la enumeración de los múltiples riesgos que atenazan al mercado en cualquier momento (siempre los hay) y a recomendar valores “sólidos, grandes, conocidos, con buenos fundamentales y alto dividendo”, y Telefónica, claro.
Así les va a los primeros en mercados bajistas como el de 2000-2003 o en correcciones como la actual. Y a los segundos con la explosión de los valores pequeños, la de los mercados emergentes... y una Telefónica que sigue un 45% por debajo de su máximo histórico.
El análisis fundamental serio, que normalmente es de importación, ciertamente lo tiene complicado: la incertidumbre sobre el crecimiento y los tipos en EEUU, el resurgir del riesgo geopolítico, la escalada de las materias primas, el conundrum de la deuda y una curva de tipos que amenaza con volver a invertirse, unos beneficios empresariales que sí pero no, el creciente riesgo de pinchazo de la burbuja inmobiliaria, las dudas sobre el arranque definitivo de Alemania y Japón, el fin de la liquidez ilimitada en los mercados, etc.
Es difícil montar un discurso alcista con este escenario, aunque tampoco parece suficiente para justificar una debacle bajista.
En cuanto al análisis técnico, hace unos días les alertábamos de lo difícil que es moverse en un lateral y de que lo más probable es perder dinero si se invierte con cierta vocación tendencial. La semana pasada lo ilustró claramente, con la teórica señal alcista del miércoles (“clarísima”, según algunos de los gurús ibéricos de esta especialidad) y la monumental pillada posterior de los que la hicieran caso.
También les hemos hablado en Bolságora de las similitudes de la situación actual con la vivida en 2004, en la que hicieron falta casi seis meses de movimiento lateral plagado de falsas señales para que el mercado retomara su tendencia alcista principal.
Si se está repitiendo la jugada, no parece descabellada una recomendación cada vez más oída: que la gente se olvide de la bolsa y se vaya de vacaciones, que ya habrá tiempo de tomar posiciones en septiembre, si para entonces se ha roto el lateral al alza o a la baja. En todo caso, el Nasdaq –que el viernes marcó mínimo del año– sigue indicando que es más probable la solución bajista.