Wall Street piensa que reconocer las pérdidas es positivo, pero el riesgo es muy alto.
El mercado sigue dentro de la lógica extraña (absurda, para muchos) de celebrar con gran alegría las pérdidas de los grandes bancos en la crisis de crédito. La semana pasada reconocieron un enorme quebranto entidades del fuste de UBS, Citigroup, Deutsche Bank y, el viernes, Merrill Lynch, que se llevó la palma anunciando un 'pille' de 5.500 millones de dólares en activos del mercado de crédito que ya no valen nada, y subió el 2,53% en bolsa.
El miércoles pasado ofrecíamos varias explicaciones posibles para este extraño comportamiento. La principal es que el mercado prefiere una mala noticia a no tener noticias, es decir, cualquier pérdida o 'profit warning' es mejor que la incertidumbre, que es lo que volvió locos a los inversores a mediados de agosto y principios de septiembre. Además, el mercado sabía las malas noticias pero no su gravedad; ahora la conoce y la puede cuantificar, lo que le da mucha más tranquilidad.
Finalmente, una vez que esta cuantificación es descontada por el mercado, puede hacer borrón y cuenta nueva y mirar al futuro. Desde el punto de vista de estos bancos, Wall Street considera que reconocer las pérdidas es bueno porque 1) los directivos aprenderán la lección, y 2) se ponen a trabajar a partir de ahora en volver a ganar dinero en el futuro.
Semejanzas con la burbuja
Todo esto está muy bien, pero a los que llevamos algún tiempo en el mercado, esta música nos suena. En la cúspide de la burbuja, a finales de 1999 y principios de 2000, se oían argumentos muy similares para justificar la imparable subida del Nasdaq a pesar de las ingentes pérdidas que anunciaban las empresas tecnológicas y de Internet. La idea era que esas pérdidas no importaban porque en el futuro iban a ganar muchísimo dinero (aunque nadie sabía muy bien cómo) gracias a la nueva era y a la potencia de un Internet que iba a acabar con los periódicos, con las agencias de viajes y hasta con El Corte Inglés.
Por supuesto, no es comparable la solidez de los gigantes de la banca de inversión con la de las 'start-ups' de Internet nacidas en aquella época (precisamente al calor de un exceso de dinero fácil muy similar al de los últimos años). Tampoco es comparable la valoración actual del mercado con los PERs estratosféricos alcanzados entonces. Ni tampoco se han cometido los excesos de entonces financiando proyectos disparatados (aunque sí unas cuantas hipotecas y promociones inmobiliarias disparatadas) o hablando de un nuevo paradigma, del fin de los ciclos o de la famosa 'nueva economía'.
Pero, salvando esas distancias, el mercado podría estar cometiendo un error muy parecido al de entonces: ponerse la venda en los ojos y pensar que el presente no importa porque el futuro será mucho mejor.
Aterrizaje suave, ¿seguro?
Evidentemente, en un entorno de aterrizaje suave de la economía, en el que la crisis inmobiliaria no perjudica demasiado al consumo, a la inversión o al empleo, y en el que los beneficios siguen creciendo saludablemente (el principal escenario de Wall Street y más después del dato de paro del viernes), lo más probable es que la banca de inversión vuelva a ganar dinero sin problemas en los próximos trimestres -y que no vuelva a invertir en activos respaldados con hipotecas 'subprime'-.
Pero si este entorno se tuerce porque la crisis de crédito es más grave o más larga de lo esperado, este optimismo ciego de hoy puede dar paso a un choque con la realidad casi tan amargo como el del año 2000. Y no es ninguna tontería que este entorno de color rosa se vaya a pique, porque hay numerosos factores que pueden ir mal (de hecho, la inmensa mayoría de los indicadores adelantados muestran lecturas entre preocupantes y muy preocupantes). Demasiados como para asumir riesgos incontrolados en el mercado.
Y respecto a la tranquilidad que da tener de tu lado a la tendencia -innegablemente alcista, hoy por hoy-, bueno, en 2000 los alcistas pensaban exactamente lo mismo. La prueba de fuego, como siempre decimos en Bolságora, llegará cuando se produzca una corrección de verdad de la subida iniciada en los mínimos de agosto.