Televisión
Telecinco vive la peor crisis de audiencia de su historia: cómo salió del hoyo hace ahora 30 años, con Emilio Aragón y Pepe Navarro
Martín Alegre
Este septiembre se cumplen tres décadas de los estrenos de Médico de familia y Esta noche cruzamos el Mississippi. Telecinco sufre su peor verano histórico, con una caída a un dramático 6,6 % de share este pasado sábado. Y la sangría no cesa. Aun así, la cadena de los Berlusconi mantiene la intención de apostar a partir del próximo mes por una programación continuista, basada en los realities producidos por Banijay (Supervivientes, Gran Hermano VIP y La isla de las tentaciones) y en los magazines realizados por Unicorn Content (La mirada crítica, El programa de Ana Rosa, Vamos a ver, el nuevo programa vespertino de Joaquín Prat y Fiesta).
El consejero delegado de Mediaset España, Alessandro Salem, quizá debería fijar su atención en el verano de hace tres décadas. En 1995, Maurizio Carlotti acababa de asumir el control de Telecinco tras el cese de Valerio Lazarov, que cayó después de una auditoría encargada por Silvio Berlusconi y realizada por el propio Carlotti. El informe explicaba por qué la cadena española era deficitaria, tenía unas audiencias decepcionantes y una imagen desfasada y poco atractiva.
Carlotti fichó como número dos a un directivo vasco muy hábil, Mikel Lejarza, que dejó la televisión autonómica ETB e impulsó los fichajes de dos estrellas de Antena 3 que habían vivido tiempos mejores: Emilio Aragón (que volvía a Telecinco, donde había triunfado en los inicios del canal con José Luis Moreno, un realizador llamado Dani Écija y el concurso VIP) y Pepe Navarro (defenestrado por Antonio Asensio padre en aquella Antena 3).
Telecinco jubiló a las Mama Chicho y se renovó, estrenando a finales de julio una propuesta que actualizaba el tratamiento que se daba a los personajes del corazón: el refrescante ¡Qué me dices! de Globomedia, con Belinda Washington y Chapis (José Antonio Botella).
Pepe Navarro fue fichado para levantar las mañanas, pero su insistencia en realizar una adaptación sui géneris de los late shows americanos surtió efecto. Aragón, por su parte, se lanzaba al mundo de la ficción con una de las series más exitosas de la historia de España.
'Médico de familia': la revolución blanca
Estrenada en septiembre de 1995, Médico de familia fue mucho más que una serie de éxito: se convirtió en el primer gran fenómeno de ficción de la televisión privada en España. Creada por Juan Carlos Cueto, Daniel Écija y Emilio Aragón, presentaba a un médico viudo que vivía con sus tres hijos, su cuñado y su suegro. Todo ocurría en una casa luminosa, con valores positivos, conflictos cotidianos y una narrativa accesible.
El éxito fue inmediato. La serie superaba habitualmente el 30 % de share y fue la semilla para otras ficciones de Globomedia como Periodistas, Compañeros o Aída. Además, introdujo el concepto de prime time familiar en una cadena que hasta entonces había dependido de contenidos más estridentes.
Emilio Aragón pasó de ser un rostro del entretenimiento a un símbolo de la nueva televisión: blanca, aspiracional y con cierto espíritu didáctico. Era el anti-Mama Chicho por excelencia.
Pepe Navarro y el Mississippi: la otra cara de la revolución
Mientras Aragón conquistaba a las familias, Pepe Navarro abría las puertas de la madrugada con una propuesta radicalmente diferente. El polémico Esta noche cruzamos el Mississippi, estrenado también en septiembre de 1995, fue el primer late night con personalidad propia en la televisión española.
Navarro trajo un estilo agresivo y directo, con entrevistas incómodas y personajes extravagantes. El showman articuló un espacio irreverente que no temía abordar temas tabú, al estilo de la revista Interviú en los quioscos. De aquel programa salieron personajes como Cristina La Veneno, que rompió moldes, y se introdujo un ritmo frenético hasta entonces inédito en la televisión nacional.
Dos caminos, una misma modernización
Aunque Médico de familia y Mississippi eran opuestos en tono y público, coincidieron en algo esencial: fueron formatos propios, concebidos en España bajo ciertos patrones norteamericanos, pensados para la audiencia nacional y construidos con la ambición de consolidar una televisión competitiva y exportable.
Aquel 1995 marcó el inicio de una nueva era: la televisión privada dejaba de ser un experimento para convertirse en un actor principal del ecosistema mediático español. Se apostaba por la producción propia, la profesionalización del sector y la búsqueda de nuevos talentos delante y detrás de las cámaras.
Modernidad
La irrupción de Médico de familia y Esta noche cruzamos el Mississippi modernizó Telecinco, pero también transformó la percepción que la sociedad tenía sobre el canal. Antes de 1995, la oferta de Lazarov era vista con recelo, plagada de contenidos sensacionalistas, erotismo fácil y propuestas de escasa calidad. Con estas dos apuestas, Telecinco demostró que podía competir con formatos innovadores, relevantes y emocionalmente conectados con el público.
La fórmula del dramedy de Médico de familia se convirtió en escuela. La cercanía de sus personajes, el tono amable y sus tramas familiares lograron que los espectadores se sintieran reflejados. Fue el germen del modelo de serie que dominaría la ficción española durante la siguiente década. Su éxito impulsó también a Globomedia a profesionalizar la industria audiovisual, desarrollando equipos estables de guionistas, realizadores y técnicos.
Por otro lado, Mississippi abrió un espacio hasta entonces inexplorado en la televisión nacional. Su tono descarado, su exploración de los márgenes sociales y su ritmo trepidante anticiparon el interés por una televisión más transgresora, que luego continuarían otros formatos como Crónicas marcianas. Además, dio visibilidad a colectivos que estaban completamente ausentes en el discurso mediático dominante.
Ambos programas sirvieron también como plataforma de lanzamiento para decenas de profesionales que más adelante marcarían época en distintos ámbitos de los medios. Y, lo más importante, demostraron que la televisión no tenía por qué resignarse a repetir fórmulas heredadas, sino que podía construir su propia voz.
Treinta años después, en medio de la crisis creativa y de audiencia de Telecinco, mirar hacia 1995 es un ejercicio de nostalgia, pero tal vez sirva además como lección: cuando se apostó por ideas valientes, el público respondió. ¡Vamos, Carullo!