Alejandro Sanz media entre Broncano y Pablo Motos: "Se está llevando a unos extremos innecesarios"
Informalia
En las densas y enrevesadas aguas del espectáculo televisivo, donde cada palabra y cada gesto se convierte en un arma de doble filo, pocas veces asistimos al milagro de una tregua sincera. No en vano, la rivalidad entre El Hormiguero y La Resistencia, que cada noche se disputan la atención de los espectadores, y la supremacía del ingenio y la ironía, parecía un duelo condenado a prolongarse hasta el fin de los tiempos.
Pero en una época oscura de divisiones irreconciliables, surge un mediador inesperado, un moderno Orfeo dispuesto a descender al inframundo de los egos televisivos para buscar la luz de la concordia. Y ese mediador no es otro que Alejandro Sanz. El principio de esta trama rocambolesca, digna de un serial de realismo mágico, tuvo lugar el pasado jueves 23 de enero, cuando Alejandro Sanz, de visita en El Hormiguero para promocionar su último trabajo musical, decidió que su misión en el plató trascendía lo puramente promocional. Lo que parecía ser una conversación más sobre acordes y letras románticas pronto derivó en una inquisición fraternal que cogió a Pablo Motos desprevenido. "¿Y por qué no hablamos de tu desencuentro con David? ¿Qué te pasa con él?", inquirió Sanz, con ese aire suyo de trovador que no admite réplica. Ante la pregunta, cargada de una dulzura tan afilada como un estilete, el presentador de Antena 3 no pudo sino confesar, quizá por primera vez, que aquel duelo de ironías había llegado demasiado lejos.
Pero no se limitó el cantautor a hurgar en las heridas abiertas. No; fiel a su vocación de tejedor de lazos, Sanz propuso lo impensable: mediar entre ambos contendientes. Su idea, luminosa y algo ingenua como un himno de reconciliación, consistía en que Motos escribiera una nota de paz destinada a Broncano. Para mayor solemnidad, Sanz se ofreció como emisario de tan singular carta. Como si se tratara de una epístola enviada entre reyes feudales, el mensaje rezaba: "Querido David. Pelillos a la mar. Te deseo lo mejor. Espero que nos veamos pronto. Te quiero, tú Pablo. Y a Ricardo y a Grison también". Así, con esta simplicidad casi infantil, se intentaba zanjar años de tensiones soterradas y sarcasmos cruzados.
Alejandro, convertido en un moderno Hermes de la diplomacia mediática, se encargó de entregar personalmente la misiva en el plató de La Resistencia, donde Broncano, rodeado de su habitual cohorte de irreverentes acólitos, la recibió con una mezcla de sorpresa y humor burlón. Pero Sanz, maestro del simbolismo, no se presentó con las manos vacías: en su bagaje llevaba dos hormigas customizadas –con los semblantes de Motos y Broncano, respectivamente– unidas por un peluche en forma de corazón. Todo un ejercicio de artesanía emocional, digno de un trovador que no deja cabos sueltos.
El maestro de ceremonias de La Resistencia, tras leer la carta, no tardó en proponer una solución que, en su torbellino de ocurrencias, resultaba tan directa como efectiva: "Creo que esto se podría solventar yendo yo de invitado a El Hormiguero o viniendo él aquí". Sanz, que no deja batalla sin librar, tomó su teléfono y grabó un mensaje de voz dirigido a Pablo Motos. "Estoy aquí con David", le comunicó, con la naturalidad de quien une extremos de un puente que otros habían decidido demoler. "Le he dado tu nota, las hormigas y hasta unos guantes de boxeo por si os apetece resolverlo a puñetazo limpio. David quiere hablar contigo".
Broncano tomó el teléfono para dirigirse al anfitrión de El Hormiguero con un tono a medio camino entre la sorna y el afecto: "Pablo, ¿qué pasa máquina, tiburón? Te agradezco el gesto, aunque no hacía falta que escribieras las palabras que te dictó Alejandro. El gesto, eso sí, es bonito. Creo que deberíamos vernos para zanjar esto. Puedes venir tú aquí o voy yo allí. Y, ya de paso, podrías cedernos a Petancas una semana; siempre ha sido mi hormiga favorita". Así, con esa mezcla de humor y ternura que caracteriza a Broncano, las heridas parecieron cerrarse un poco más.
Resulta fascinante el papel de Alejandro Sanz como artífice de la paz. En un país tan proclive al enfrentamiento y la polarización, donde incluso el entretenimiento parece contaminado por las divisiones, Sanz se erige como un moderno paladín de la reconciliación. Sus esfuerzos por unir a Motos y Broncano trascienden lo anecdótico; en su cruzada por poner fin a la disputa, Sanz se convierte en símbolo de algo que hace mucha falta en nuestros tiempos: la capacidad de tender puentes.
Broncano, consciente de ello, alabó el empeño del cantante. "Llevas meses queriendo mediar en esto", le reconoció, con una sinceridad poco habitual en él. "Muchos colegas avivaban el fuego, pero tú insistías en que quedásemos los tres para hablar". Y es que Sanz, con su talante conciliador y su voluntad de unir lo que parecía irrevocablemente roto, ha demostrado que, incluso en el áspero mundo de la televisión, aún hay lugar para la esperanza. La pregunta que queda en el aire, mientras los espectadores aguardan con ansias el desenlace de esta trama, es si Motos y Broncano llegarán finalmente a estrecharse la mano en público. La idea de un encuentro entre ambos en uno de sus programas no solo pondría fin a la rivalidad, sino que sería un gesto de unión en un momento en el que el país, como bien señaló Sanz, "no puede con más división".
Es en estos detalles, en estas pequeñas batallas por la concordia, donde reside el verdadero arte de vivir. Alejandro Sanz, consciente de ello, ha sabido convertir un enfrentamiento mediático en una oportunidad para enseñar una lección de humanidad. Y aunque las hormigas personalizadas y los peluches puedan parecer meros accesorios de esta comedia, lo cierto es que simbolizan algo mucho más profundo: la posibilidad de reconciliarnos con nuestros adversarios, de mirar al otro no como un rival, sino como un compañero en la ardua travesía de la vida.