Televisión

Pedroche, la grotesca apoteosis de un exceso blanqueado con leche materna y la protección de la infancia

    Pedroche, diosa de la rentable cochambre estilística

    Sara Tejada

    Cristina Pedroche cada 31 de diciembre parece estar más cerca de canonizarse como la Santa Protectora de las Campanadas. Esta vez volvió a hacer de las suyas en una Puerta del Sol transformada, no en escenario de celebración, sino en el altar de su propio culto. Este año, como si la expectación por el vestido no fuera suficiente, la presentadora añadió otro elemento a la ecuación: su segundo embarazo, anunciado con un dramatismo que habría hecho envidiar a cualquier guionista de telenovela.

    Apenas 24 horas antes de la gran noche, la noticia se confirmaba tras un vídeo enigmático que compartió el Día de los Inocentes. La original campaña de márketing consistía de nuevo (ya ocurrió) en un test de embarazo positivo que dejaba a sus seguidores en vilo. Por supuesto, esta revelación no fue un simple detalle en su discurso, sino el hilo conductor de una noche marcada por lo que ella misma describió como "una catarsis", término que, en sus labios, suena más a título de reality show que a experiencia vital.

    "Este año estoy especialmente ilusionada con la llegada del nuevo año. Es un privilegio para mí poder retransmitir las Campanadas un año más. Me siento tremendamente orgullosa de unirme a UNICEF España que desde hace 78 años trabaja sin descanso para proteger a la infancia. Tenemos el deber de luchar para garantizar el bienestar de cada niño y niña, como bien común: para que puedan soñar, para que puedan alcanzar todo su potencial y que todos sus sueños se conviertan en realidad. Al 2025 le pido paz, tolerancia y responsabilidad".

    Desde el balcón más famoso del país, Pedroche dedicó sus palabras a "todos los niños del planeta", que ya están más tranquilos gracias a su grotesca hada madrina. La frase bien podría haber formado parte de un folleto de UNICEF. Con la voz quebrada, en lo que parecía más un ensayo para los Goya que un mensaje de Fin de Año, proclamó que "la inocencia de los niños debería permanecer intacta y nadie debería destruirla." Lástima que la magia de su discurso se viera opacada por su atuendo, una creación de Josie que, según explicó, era un homenaje a la maternidad. Pero lo que se suponía un tributo simbólico terminó siendo un espectáculo tan recargado que parecía más apropiado para un desfile de carnaval que para despedir el año. No olvidemos que detrás de todo este simbolismo y grandilocuencia hay dinero y guerra de audiencias: el caché de Pedroche, el de Josie y el de Atresmedia (como en todos los demás canales, aunque aquí el tono pretencioso de salvadores del mundo es poco agradable).

    El vestido en cuestión, oculto hasta el último segundo con el secretismo de un thriller de espionaje, como es tradición, resultó ser un alarde de barroquismo en el que lo sutil brillaba por su ausencia. Pedroche había prometido que "ni su madre ni su marido sabían de qué iba" y, sinceramente, nadie podría haberlo adivinado. La "espectacularidad" de la pieza, como ella misma la definió, residía en un exceso de tules, brillos y referencias simbólicas que habría hecho que Lady Gaga cubierta de filetes se sintiera minimalista en comparación.

    Eso sí, el eslogan estaba claro: "Estoy viviendo la Navidad con más ilusión y más magia que nunca". Qué menos que algo de magia, porque para convertir ese conjunto en un símbolo de maternidad hacía falta más que un poco de polvo de estrellas. Quizá Josie pretendía transmitir la idea de la fecundidad, pero el resultado recordaba más a un árbol de Navidad recargado que a la elegancia que una noche así debería exigir. Para elegancia, mejor Blanca Romero, que seguramente no tuvo audiencia.

    El discurso, por supuesto, no escatimó en frases hechas, dignas de una tarjeta de felicitación pero en boca de esta mujer tan intensa como el betún. "2024 ha sido un año de cambio, de convivir con muchísimos miedos y de resurgir", confesó, como si el resto del mundo no hubiese pasado también por doce meses de incertidumbres y pandemias emocionales. Pero lo mejor llegó con su reflexión sobre los derechos de los niños: "Tienen derecho a vivir en paz, libres de abuso o explotación." Todo ello, pronunciado con una solemnidad que habría resultado conmovedora si no estuviera envuelta en tanta teatralidad. Y, como es costumbre, hubo espacio para mencionar a su esposo, el chef David Muñoz. En un guiño a la inteligencia artificial, Pedroche afirmó que "la IA nunca sabrá cocinar como mi marido." Una observación tan profunda como irrelevante para la ocasión, pero que sirvió, al menos, para recordar al público quién es el verdadero artista de la familia.

    Por supuesto, Pedroche no dejó pasar la oportunidad de hablar de lo especial que ha sido esta edición. "Quiero dar las campanadas como si fuera la última vez, porque como nunca se sabe…", dijo, dejando entrever un dramatismo digno de un adiós anticipado. Pero, con once años de tradición, parece poco probable que renuncie a su puesto de reina de las uvas, un título que se ha ganado a base de provocar la misma mezcla de fascinación y desconcierto año tras año.

    Su compañero, Alberto Chicote, parece haber asumido ya su papel de escudero resignado, entregado a la tarea de mantener el equilibrio entre la pompa y el espectáculo. A su lado, Pedroche se movía con la confianza de quien sabe que todos los focos —literal y metafóricamente— están sobre ella.

    Cristina Pedroche volvió a demostrar que no hay Nochevieja sin su cuota de espectáculo excesivo. Su vestido, lejos de la elegancia deseable en una noche como ésta, fue un recordatorio de que la extravagancia tiene un límite. Pero ese es el juego de la audiencia, la necesidad de epatar, de hacer que se hable de ello, de la provocación y el exceso. Y mientras ella lanzaba su mensaje de esperanza al mundo, los espectadores, uvas en mano, se preguntaban si alguna vez volveremos a ver unas campanadas sin tanto artificio. Pero claro, eso sería pedirle a Pedroche que dejara de ser Pedroche, y ahí radica la verdadera magia de esta noche: en su capacidad para convertir lo grotesco en tradición.

    No sabemos si el año que viene, una vez más, Cristina Pedroche será el centro de todas las miradas en las Campanadas de Antena 3. Esperemos que en cualquier caso, para el 1 de enero de 2026, la mamá y la criatura que espera estén fenomenal. Hay que agradecer que en el programa alzara su voz de la mano de UNICEF España a favor de la infancia para visibilizar la importancia de proteger a cada niño y cada niña frente a cualquier tipo de violencia, abuso y explotación.

    Lo demás es efímero, como el vestido de Josie que combina innovación y tradición, el rollo de las técnicas de alta sombrerería, el diseño de croché de algodón y 8.500 cristales creados a partir de gotas de leche materna cristalizada que son un símbolo de protección (un trabajo de la joyera Belén Mazas, de la firma Morir de Amor).

    El diseño está compuesto por corsé, casquete y guardainfantes, realizado en su totalidad con técnicas de alta sombrerería, creando hormas ad hoc que dan forma a las diferentes piezas. Una vez creada la estructura, VIVASCARRION tuvo que enrejar, ensedar y ahormar las piezas en el molde con croché de algodón para salpicar las gotas de leche materna acristalada. Un laborioso proceso artesanal de más de 2.500 horas de trabajo que dan como resultado una vestido joya de más de 42 kg.
    Las gotas de leche materna, que Pedroche conservó durante su primera maternidad, han sido transformadas en elementos decorativos que adornan toda la estructura. Desde la cintura, donde se mezclan con pan de plata formando formas de cuarzo, hasta el casquete bordado con plumas de papel.
    El resultado es un mecano-chandelier del que emergen más de 40 pezones manando leche materna cristalizada, y que Josie define como "una deidad femenina asociada a la maternidad, la tierra, la fertilidad, la agricultura y la vida; como lo fueron Deméter, Isis, Parvati, Lat, Kubaba, Coatlicue, Cibeles, Houtu, o Hepat".
    El director creativo explica que este vestido produce mucha felicidad porque, una vez más, me ha permitido poner el enorme foco mediático creado hace diez años sobre personalidades del Made in Spain cómo VIVASCARRION, y Morir de Amor: "Ojalá este vestido nos nutra de su piadosa leche y nos haga mejores seres humanos en este año que empezamos ayudando a visibilizar la situación de desprotección de tantos niños y niñas", dijo el director creativo.
    Algunas malas conciencias debe haber por ahí para que haya esta necesidad de lavarlas: en la parte de blanqueo de esta última "fechoría" del año, que es la de agradecer, José María Vera, director ejecutivo de UNICEF España, ha destacado que "la violencia contra la infancia se da en muchas circunstancias. Para empezar, en los conflictos armados. Hoy día, más de 473 millones de niños y niñas -más de uno de cada seis en todo el mundo- viven en zonas afectadas por conflictos. Pero la violencia también se da en los lugares donde los niños y niñas deberían estar más protegidos: sus hogares y sus escuelas, y también en el entorno digital. Proteger a la infancia e invertir en su bienestar es un eje fundamental del trabajo de UNICEF que permite garantizar su desarrollo pleno y su futuro".