Televisión

El terrible dilema de las Campanadas: entre lo malo y lo peor, entre el vestido de marras y el gracioso de La 1


Martín Alegre

Desaparecidos de la Puerta del Sol personajes tan antiguos e icónicos como Anne Igartiburu, Ramón García o Ana Obregón, la hortera millonaria e intensa de Cristina Pedroche es lo más parecido a una despedida de año televisiva tradicional. Lleva diez años con la coña del vestido y es capaz de hacer coincidir sus anuncios de embarazo con la víspera de las campanadas con tal de sumar audiencia. Pero lo de enfrente no es mejor opción.

La polarización impide a una mitad de la población escuchar el clásico de Mecano y criticar con resignación a la presentadora o presentador de toda la vida que la pifia confundiendo los cuartos con las Campanadas como antaño sin que eso implique significarse en tal o cual bando. Para muchos, la estrella es Broncano, y su comparsa es esa extraordinaria cómica llamada Lalachus cuyo discurso se ha construido desgraciadamente gracias a las despreciables descalificaciones de los impresentables que resaltan su evidente sobrepeso. Pero ya todo es bronca y opinar puede condenarte. Pedroche aburre con esa incoherencia de casi desnudarse (o amagar) y luego exhibir su discurso intenso de que es víctima de mil cosas, sea lo que sea que atormenta a la millonaria esposa de ese genio rarito de la gastronomía que es tocayo del rival de su mujer en la Puerta del Sol. El dinero y la audiencia, no se engañen, están detrás de toda esa poesía: si hasta ha confirmado su embarazo en las horas previas y luego presume de no mezclar lo privado y los profesional.

La Nochevieja en España es un cuadro costumbrista retocado con lentejuelas, discursos sentimentales y la pregunta cada vez menos relevante: ¿con qué canal despediremos el año? Lo que era una decisión automática (La 1, por tradición y porque el mando ya estaba enterrado entre polvorones y mantas), hoy se ha convertido en una tortura más entre cuñaos y familias que haría palidecer al mismísimo Sísifo.

Por un lado, ahí están Cristina Pedroche y su comparsa Alberto Chicote, convertidos en los padrinos del Año Nuevo para quienes sienten que vivir en el filo de la modernidad significa ver a una presentadora disfrazada de lámpara de Tiffany mientras un chef (que no es su marido) explica cómo cortar las uvas sin rebanarte un dedo. Por otro, este año, Televisión Española, esa máquina de gastar dinero público que se esfuerza por parecer cool, ha decidido mandar a Broncano y Lalachus al ruedo, dos cómicos listos para convertir la Puerta del Sol en un monólogo de stand-up y si se tercia en una buena galleta a Motos. La buena noticia es que nadie nos obliga a ver Antena 3 o La 1; la mala, es que a Broncano le pagamos con el dinero de todos aunque no le veamos.

Las Campanadas de la audiencia

Lo que era un ritual casi sagrado se ha convertido en un circo donde las cadenas se pelean por la "cuota de uvas" o se rinden como en el caso de Mediaset que tira la toalla con la gran Blanca Romero cumpliendo desde Lanzarote. En este contexto, Cristina Pedroche lleva una década triunfando con un espectáculo tan predecible como inevitable: sus trajes, cada vez más conceptuales y menos textiles, parecen diseñados para que al público le dé una taquicardia antes de que lleguen las doce. Lo peor son las grandilocuentes teorías que tratan de explicar, adornar, justificar o diluir un hecho tan simple como el sujeto, verbo y predicado: Pedroche anuncia embarazo y sale casi en bolas para captar audiencia. (Lo haga finalmente este año o no, es el juego al que juegan). Y a su lado, Alberto Chicote, un sanador culinario reconvertido en maestro de ceremonias, intenta que todo tenga un aire de normalidad, como si lo que estuviera ocurriendo fuese una conversación entre dos personas cualquiera y no una liturgia posmoderna para un país entero. No descartamos nada.

Mientras tanto, Televisión Española, esa institución que hace décadas brillaba como única opción, se ha visto obligada a reinventarse con estrategias que se parapetan tras la supuesta necesidad de modernizarse cuando en realidad estamos en un Ente con problema endémico y muy grave: una plantilla, a la que nadie se atreve a meterle mano, de miles de personas que no trabajan mucho ni dejan trabajar a los que llegan de fuera, contratados para hacer el trabajo que los de la casa no pueden hacer porque son más cobradores de nóminas que gente motivada y productiva.

Este año, la apuesta es un dúo en las antípodas de la oferta de contenidos de La 1, léase Los Morancos o La Copla esa con María del Monte que ya han quitado, o el baile aquel de Anne Igatiburu, o dos hijos de Julio Iglesias forrándose por hacer reformas y el bobo en una cadena pública. Y en medio de eso, el moderno Broncano y la genial Lalachus, figuras de culto para los jóvenes que consideran que ver la televisión en directo es retro y que necesitan decir "tío" al final de las frases para empatizar.

¿Tradición o provocación?

El dilema no es menor: ¿escoger a Pedroche y Chicote para ver un espectáculo donde lo importante no son las Campanadas, sino el traje (o su ausencia)? ¿O apostar por Broncano, que probablemente dedique media noche a burlarse del público que aún se toma en serio esto de las uvas? Siempre nos quedan las opciones marginales de laSexta o Cuatro.

Pedroche, por supuesto, tiene su propia épica. Llegó a Antena 3 como un fenómeno viral y, con el paso de los años, ha demostrado ser una estratega impecable. Hasta los embarazos le vienen bien para hacer campaña de sí misma. Seguro que tiene una cláusula según la cual cobra más si hace más audiencia. Cada vestido suyo es una tesis doctoral sobre cómo mantener a un país entero debatiendo entre el aplauso y la indignación. "¿Qué lleva puesto?", se preguntan millones, mientras Chicote, ajeno al delirio colectivo, sigue recitando los pasos para no atragantarse con las uvas. Por otro lado, Broncano y Lalachus representan el atrezzo de la contracultura vacua del postureo que, paradoja mediante, ahora es mainstream. Su misión es recuperar el terreno perdido por La 1 con una fórmula que mezcla humor irónico y desenfado juvenil. Muchos de los numerosos fans de Broncano probablemente estén ocupados grabando TikToks o publicando memes contra Pablo Motos en lugar de prestar atención. Es lo que hay.

Hagan lo que hagan, no se pierdan Cachitos de hierro y cromo en La 2

Lo irónico es que, en ambos casos, el momento de las uvas pasa siempre a un segundo plano. Ya sea porque Pedroche está vestida de concepto filosófico o porque Broncano está haciendo lo mismo de siempre. La cuenta atrás queda relegada a un trámite. La esencia de las Campanadas, esa tradición pagana de mirar todo el país juntos a un reloj mientras la población entera mastica al unísono, ha sido sustituida por un show diseñado para el día siguiente, cuando los titulares y los memes invadan las redes sociales. Así que, llegados a este punto, la elección parece una condena. Si optas por Antena 3, te verás inmerso en un espectáculo que combina el lujo vacío y el surrealismo de escaparate. Si apuestas por Televisión Española, corres el riesgo de que Broncano haga un chiste interno que solo él y sus incondicionales de La Resistencia entiendan (47 millones de españoles no ven el programa de Broncano), mientras Lalachus se convierte en la reina de un caos improvisado. Pero aquí estamos, como cada año, enfrentándonos al mismo dilema. Porque, al final, lo importante no es si Pedroche lleva puesto un vestido o una teoría de cuerdas, ni si Broncano consigue hacer reír a alguien de derechas y por encima de los 45 años. Lo único que queremos es llegar al minuto 00:01 y brindar, aunque sea por haber sobrevivido al espectáculo más innecesario del año. Y, con suerte, que las uvas no se nos atraganten. Hagan lo que hagan, no se pierdan Cachitos de hierro y cromo en La 2.