Televisión

La desgarradora verdad de Belén Esteban: "Toño Sanchís vendió mi muerte y de estar metida en la mierda subí para arriba"


Informalia

Belén Esteban, conocida en cada rincón de España por su bien pagada presencia en los platós de televisión, se ha convertido en un personaje nacional, no solo por sus historias y sus icónicas expresiones sino por su inquebrantable voluntad de sobrevivir. La existencia de la princesa del pueblo, que este sábado cumplió 51 años, ha sido un espectáculo tan público como un doloroso, una puesta en escena en la que, entre vítores y abucheos, ha sabido transformar las humillaciones en bandera y el sufrimiento en una resiliencia a prueba de balas. Esta semana, Belén ha vuelto a las portadas no solo por sus apariciones en programas de entretenimiento, sino porque ha decidido arrojar algo de luz sobre una de las etapas más oscuras de su vida.

En su reciente visita a Col·lapse, el programa de TV3 presentado por Ricard Ustrell, Belén desnudó una vez más su alma frente a las cámaras. Allí, en una entrevista que muchos espectadores no esperaban tan reveladora, habló de sus años más duros, de aquellos en los que, envuelta en las espirales de la fama y la adicción, llegó a tocar fondo. "Estuve muchos años, pero mi vida me cambió completamente, y yo quería salir. Buscaba la palabra libertad, pero era muy difícil", confesó con la voz entrecortada, como si recordara aún el peso de las cadenas invisibles que la ataron. "Yo no echo las culpas a las compañías", dijo, consciente de que en esa vida de excesos y brillo, de luces y sombras, las amistades eran, como mínimo, dudosas. "Si tú tienes una adicción, es porque tú quieres tenerla, aunque está claro que las compañías no ayudan".

Quien escucha estas palabras, comprende que en cada una de ellas hay una carga de realidad brutal, un mensaje dirigido a todas esas personas que la han visto atravesar los altibajos de una vida sobreexpuesta. Porque Belén Esteban no solo fue una víctima de sus propias decisiones, sino también de un sistema televisivo que alimentaba el morbo, que la elevaba y la hundía sin piedad alguna, en el que todos –ella incluida– formaban parte de un juego de máscaras. Sin embargo, lo que nadie parecía haber previsto es que ella, en algún momento, iba a arrancarse esa máscara, a reclamar de vuelta la voz que le fue arrebatada. "De estar metida en la mierda subí para arriba y conseguí muchas cosas. Sobre todo, a respetarme a mí misma y a que me respetaran".

Pero, quizá lo más impactante de su relato fue cuando evocó el nombre de Toño Sanchís, su exrepresentante, aquel hombre que durante años fue su sombra, su consejero, su confidente y que, según ella, la traicionó de una manera que muchos considerarían imperdonable. "Vendió mi muerte. Eso fue muy duro, porque era una persona que yo adoraba. Era mi sombra. Me tiré con él muchísimos años". Esas palabras, pronunciadas con una mezcla de tristeza y de incredulidad, dejaron helados a los espectadores. Porque, en esa frase, no solo se denuncia una traición personal, sino algo mucho más profundo y terrible: el momento en el que alguien a quien se entregó su confianza decide comerciar con la fragilidad de su vida, con la posibilidad de su fin, como si fuera mercancía en el mercado de los secretos.

En la televisión, en el mundo en el que Belén se movía, Toño Sanchís no era solo un nombre, sino una figura poderosa. Durante años fue él quien manejaba los hilos, quien sabía todo lo que ocurría tras las cámaras, quien podía convertir cualquier caída en un espectáculo y cada triunfo en una oportunidad para ganar audiencia. Belén, por su parte, vivía cada momento como un golpe de mar, con la fuerza y la visceralidad de quien no sabe o no quiere ocultar nada. Para ella, Toño fue más que un manager; fue un cómplice, un amigo al que amaba, alguien de quien nunca imaginó una traición tan cruel.

"Gracias a mi marido, lo descubrí todo", añadió en la entrevista, dejando entrever que, incluso en los momentos más oscuros, la vida le brindó alguna mano amiga, una tabla de salvación para salir a flote. El rostro de Belén, mientras recordaba aquel episodio, reflejaba algo que iba más allá de la indignación o el desengaño: era el rostro de quien ha aprendido a aceptar que, a veces, aquellos a quienes amamos son también quienes nos dañan de la manera más profunda.

Ahora, Belén sigue adelante, en su papel de colaboradora en programas como Ni que fuéramos Shhh, en el canal TEN, y se ha dejado ver en espacios tan populares como El Hormiguero, Late Xou, o La Revuelta. Incluso fue invitada de honor en los recientes Los40 Music Awards, donde posó frente a los flashes con la naturalidad de quien ha aprendido a convertir sus cicatrices en medallas. Porque Belén Esteban, a diferencia de otros personajes de la farándula, nunca ha intentado ocultar sus heridas; al contrario, las ha exhibido con una valentía casi temeraria, consciente de que, al final, es precisamente esa honestidad la que le ha ganado el cariño del público.

Belén es, en su esencia, el reflejo de un país que ha vivido sus propias miserias y sus propios triunfos con el corazón en la boca, un país que la reconoce como una de las suyas, con sus fallos y con sus logros. Su historia con Toño Sanchís, su relación con la adicción y su capacidad de resurgir son, en última instancia, las historias de muchos otros, contadas a través de su figura mediática. Pero ahora, en esta etapa, Belén no solo reivindica su derecho a vivir en paz, sino también a mirarse en el espejo y sentirse orgullosa de lo que ve.

"Es muy bonito ver cómo tu vida cambia", dice. Una frase simple, pronunciada con la autenticidad de quien ha atravesado el infierno y ha vuelto para contarlo. Hoy, desde ese lugar de serenidad que parece haber encontrado, Belén Esteban se alza como una especie de ave fénix a la española, una superviviente que sabe que, mientras las cámaras la sigan apuntando, también tendrá una última palabra que decir, un último golpe que dar. Y mientras tanto, nos invita a seguir contemplando su vida como quien mira una tragedia clásica, donde la muerte y el renacer están siempre a un solo paso.