Karim Benzema: del escándalo y el silencio a exhibir amor y glamour junto a la actriz Lyna Khoudri
Informalia
Ahora que Cannes ha cerrado su catálogo de vanidades y ficciones, el amor entre el ex madridista Karim Benzema y la actriz de moda ha servido para recordarnos que el amor, cuando es verdadero, no necesita artificios. Basta con tomarse de la mano, caminar juntos y reírse sin prisa. Porque hay momentos en que la vida, sin necesidad de guion, escribe escenas más memorables que cualquier película.
Y quizás esa sea la lección de esta inesperada historia: que incluso el jugador más hermético y la actriz más expuesta pueden encontrarse en una escalera roja, bajo el sol de la Riviera, y entre cámaras que ya no espían, sino que aplauden. En el paseo de La Croisette, donde el glamour se sirve en bandejas de flashes y los besos se rubrican en el celuloide, el pasado viernes ocurrió algo que ni el más experimentado paparazzi habría anticipado: el futbolista de rostro impenetrable y verbo escaso, rompió su muralla de silencio para aparecer del brazo de una mujer. Pero no una mujer cualquiera. Era Lyna Khoudri, actriz luminosa y musa de Chanel, con quien compartió abrazos, miradas de complicidad y esa manera de caminar que tienen los enamorados: como si el mundo no estuviera detrás.
Benzema, que a sus 37 años ya no es es un tótem del fútbol internacional, había sido hasta ahora un hombre de misterios: cuatro hijos de relaciones discretas, una vida personal envuelta en celofán de confidencialidad, y apenas un puñado de imágenes compartidas en sus redes sociales donde el balón siempre tiene más protagonismo que cualquier compañía sentimental. Y sin embargo, eligió Cannes —esa pasarela de mitos— para descubrir al mundo algo tan íntimo como su amor. El acontecimiento ocurrió durante la premiere de 13 Jours 13 Nuits, una de las dos películas que Khoudri presenta este año en el festival. Ella, de 33 años, vestía un diseño de Chanel, casa que la tiene como embajadora y que parece entender su mezcla exquisita de fragilidad y carácter. Juntos recorrieron la alfombra roja con la naturalidad de quienes no necesitan ensayar los gestos. Rieron, se susurraron confidencias, y dejaron a su paso esa estela de ternura que, por unos minutos, robó protagonismo a la pantalla grande.
No era su primera vez en Cannes, pero esta sí fue especial. Lyna, que participa por octava vez en el festival, habló poco después con el diario Le Parisien y, aunque mantuvo el tono de quien no desea alimentar titulares sensacionalistas, dejó entrever su emoción: "Subir las escaleras siempre impresiona, aunque sea la octava vez. Nunca te acostumbras. Me dejo llevar por los pensamientos, y a los fotógrafos les digo que no griten, que solo nos estamos divirtiendo". Esa divertida ligereza no esconde, sin embargo, el peso simbólico de este gesto. Porque Benzema, acostumbrado a ganar títulos pero no a conceder confidencias, eligió un espacio tan público como Cannes para compartir algo íntimo. Y eso dice más que mil palabras. Dice, por ejemplo, que en Lyna ha encontrado no solo una novia, sino una cómplice. Alguien con quien mostrar lo que nunca antes había querido enseñar.
Lyna Khoudri esconde una historia de fuerza: nacida en Argelia en 1992
Detrás del rostro sereno y los movimientos delicados de Lyna Khoudri se esconde una historia de fuerza. Nacida en Argelia en 1992, hija de una profesora de violín y de un periodista, su familia tuvo que abandonar su país en plena guerra civil. Su padre, por presentar informativos en televisión, fue amenazado de muerte por fundamentalistas. Se refugiaron en Francia, donde comenzaron de cero: su madre trabajando como cajera y su padre abriendo pequeños negocios en los barrios humildes de París. Lyna creció entre libros, visitas a museos y películas a media tarde. De ahí nació su amor por el teatro, que cultivó con pasión hasta ingresar en el prestigioso Teatro Nacional de Estrasburgo. Pero el destino —ese director invisible— le tenía reservada una entrada más brillante. Dejó las tablas para debutar en el cine con Les Bienheureux, una película que no solo marcó el comienzo de su carrera, sino que le valió el Premio Orizzonti a la Mejor Actriz en el Festival de Venecia. Desde entonces, su ascenso ha sido imparable: participaciones internacionales, premios, el codiciado César a la artista revelación, y el respeto unánime de la crítica. Y ahora, sin renunciar a la luz de los focos, decide compartir parte de su vida con un hombre que parecía vivir en el lado opuesto del espejo: Benzema, el silencioso. Quizás por eso el gesto ha sido tan significativo. No es solo un romance nuevo. Es la apertura de un mundo que hasta ahora se mantenía sellado.