La cifra exacta de la herencia de Vargas Llosa y quiénes disfrutarán de la fortuna que deja el ex de Isabel Preysler
Informalia
Mario Vargas Llosa, uno de los gigantes de la literatura hispanoamericana, falleció el pasado 13 de abril a los 89 años, dejando tras de sí no solo un legado cultural incalculable, sino también una herencia económica muy concreta que ahora pasa a ser gestionada por sus herederos más directos. Su fortuna, estimada en unos 10 millones de euros, refleja décadas de trabajo en la narrativa, el periodismo y las conferencias, así como una acertada gestión patrimonial.
La mayor parte del patrimonio del escritor peruano está representada en bienes inmobiliarios adquiridos en distintos momentos de su vida, muchos de ellos en enclaves simbólicos que marcaron su trayectoria personal y literaria. En Lima, donde pasó sus últimos años tras su ruptura con Isabel Preysler, poseía una elegante casa frente al mar en el tradicional distrito de Barranco. Allí, rodeado de su vasta biblioteca, vivió sus últimos días con serenidad y rodeado de recuerdos. Esta vivienda fue su refugio, un espacio cargado de significado, tanto emocional como literario.
En Madrid, su segunda residencia y también sede de su empresa de gestión de derechos de autor, tenía un piso de 293 metros cuadrados más una terraza de 39, situado en un edificio histórico del Madrid de los Austrias. Este inmueble, valorado en varios millones, refleja el aprecio de Vargas Llosa por la cultura española, país del que adquirió la nacionalidad y que le otorgó el título de marqués en 2011. Fuera de España y Perú, también dejó propiedades destacadas: un piso en el barrio parisino de Saint-Sulpice —clave en varias de sus obras—, otro en un rascacielos de Nueva York y una casa de vacaciones en Punta Cana, República Dominicana. Todas estas propiedades formaban parte del amplio inventario patrimonial que ahora deben gestionar sus herederos.
Ingresos constantes y una empresa familiar
Más allá de sus viviendas, Vargas Llosa mantuvo una fuente constante de ingresos gracias a la empresa con la que gestionaba sus derechos de autor, domiciliada en España. Durante años, se asignó a sí mismo un salario anual de 1,1 millones de euros, reflejo del constante interés editorial por su obra. Con decenas de novelas, ensayos y artículos traducidos a múltiples idiomas, su producción literaria continúa generando beneficios que formarán parte del legado económico para su familia.
Aunque públicamente se informó que Vargas Llosa falleció a causa de una neumonía, el diario El País reveló que el escritor fue diagnosticado en 2020 con una enfermedad terminal incurable y que él era plenamente consciente. Desde entonces, recibió solo tratamiento paliativo. Este diagnóstico, que mantuvo en privado, fue un punto de inflexión. Tras recibir la noticia, Vargas Llosa escribió cartas a sus tres hijos —Álvaro, Gonzalo y Morgana—, con quienes mantenía una relación distante desde su separación de Patricia Llosa. Aquellas cartas, cargadas de honestidad y vulnerabilidad, sirvieron para reconciliar al escritor con su familia. Durante este periodo, aún mantenía una relación con Isabel Preysler, de quien se separó en 2022. Tras la ruptura, retomó el contacto y la convivencia con la madre de sus hijos, Patricia, su compañera durante más de cinco décadas.
Álvaro, el heredero del título nobiliario
Más allá de los bienes materiales, uno de los legados simbólicos más importantes que deja Vargas Llosa es el título nobiliario que recibió del rey Juan Carlos I en 2011: el de marqués de Vargas Llosa. Este honor pasará, según lo establecido, a su hijo mayor, Álvaro Vargas Llosa, escritor, ensayista y analista político, quien también ha sido uno de sus principales interlocutores intelectuales.
La herencia de Mario Vargas Llosa, aunque valorada en cifras concretas, va mucho más allá de los bienes tangibles. Para sus hijos y para el mundo, deja una obra monumental que seguirá siendo leída, analizada y debatida durante generaciones. Sin embargo, en el plano familiar, son Álvaro, Gonzalo y Morgana quienes ahora deberán custodiar tanto su memoria como su patrimonio.