La conexión ucraniana de Juan Villalonga: el expresidente de Telefónica baila entre Kiev y Washington
Sara Tejada
En la biografía de Juan Villalonga —ex presidente de Telefónica, ex compañero de pupitre de José María Aznar, ex marido de Adriana Abascal, ex de casi todo— hay más giros que en una película de espionaje rodada en Kiev y montada en los salones dorados de Mónaco. Hoy, a sus 72 años, tras haber cruzado los Alpes del capitalismo y haberse despeñado varias veces en los barrancos del escándalo, ha vuelto a enamorarse. Esta vez, de una moldava con nombre de poema soviético: Olga Suhodoliscaia.
Nos lo cuenta él mismo, desde Washington, en la ceremonia de investidura de Donald Trump. Allí estaba, no por error ni por turismo político, sino porque acaba de incorporarse al equipo de Paul Manafort, ese viejo zorro de la campaña de 2016, a medio camino entre el marketing electoral y el ajedrez geopolítico de alcoba. Allí mismo, a pocos metros de la Casa Blanca, Villalonga no se separa de Olga, una ex comercial de yates de lujo radicada en Mónaco, que pasó de vender esloras imposibles a organizar fiestas imposibles, y que en otra vida fue bailarina diplomada en Ucrania. "Es cierto que participé en los bailes presidenciales", nos dice Juan, con ese tono de quien no baila pero observa. Habla de la Candlelight Party y del Starlight Ball, dos saraos con nombre de perfume caro donde Melania Trump brilló como una estrella helada y Olga la grabó desde la primera fila, móvil en mano, como si fuera una espectadora del Bolshói en plena campaña electoral.
Olga está separada de Paolo Bencivenni, un italiano de apellido operístico con el que tuvo dos hijos que ya desfilan por Instagram como modelos de catálogo internacional. Ella vuela de Mallorca a Mónaco con escala en Dubai y el traje de baño siempre a punto. Es, digamos, una trotamundos de clase ejecutiva, y él, un ejecutivo trotamundos que ya no necesita oficina, solo una invitación y una copa de champagne.
En esa danza entre el poder y la farándula, Villalonga ha dado muchos pasos en falso. En 1978 se casó con Concha Tallada, hoy anticuaria y entonces íntima de Ana Botella. Tuvieron tres hijos: Juan, Jaime y Andrea, y seis nietos que seguramente no entienden la mitad de lo que pasa en la vida de su abuelo. En 2000, el año en que salió de Telefónica con escándalo, también salió de su primer matrimonio, rumbo a Adriana Abascal, ex Miss Veracruz y ex del magnate mexicano Emilio Azcárraga. Juan y Adriana se casaron en Los Ángeles en 2001, como las estrellas de cine que nunca fueron, y tuvieron tres hijos que hoy viven en París con su madre, que se volvió a casar con un francés muy guapo y ahora sale con Filiberto de Saboya, porque siempre se puede ir un paso más allá.
Después llegó Vanesa von Zitzewitz, fotógrafa y amiga íntima de Corinna Larsen. Con ella tuvo un hijo, Rodrigo, y una relación marcada por la cercanía a Villarejo, que grabó sus conversaciones como quien guarda dinamita en una caja de puros. De ahí salieron frases para la historia, como esa en la que Villalonga describía a Juan Carlos I como "muy tonto, aunque un fuera de serie, el cabrón, que ha toreado a Franco y ha toreado a todo el mundo". Y sí, a finales del año pasado, el caballero se divorció de Vanesa, madre de su séptimo hijo. Ya entonces estaba con Olga, la moldava. En ese momento, nadie pensó que el hombre que revolucionó Telefónica acabaría bailando en los salones de Trump y planeando su boda número cuatro con una exbailarina de Odesa.
Mientras tanto, sobrevive a su propia leyenda. Le acusaron de uso de información privilegiada en Telefónica, de evasión fiscal en alguna que otra lista que se filtra como el sudor, y de haber sido demasiado cercano al comisario Villarejo, ese maestro de ceremonias del lado oscuro del Estado. Pero todo se diluye. No hay condenas, solo titulares viejos.
Villalonga, al final, no ha cambiado. Sigue navegando entre las corrientes de poder, con un pie en Washington y el otro en la Riviera. Donde otros caen, él gira, baila y se enamora otra vez. Como si todo esto fuera una comedia romántica con subtítulos en ruso.