Zapatero, su mujer y otras cosas de comer: patrimonio y negocios de la familia del expresidente
Sara Tejada
Cuando uno piensa en José Luis Rodríguez Zapatero, le viene a la mente aquella sonrisa beatífica con la que se presentaba como el abanderado de la austeridad y la moralidad socialista. Un hombre de principios, ajeno a los cantos de sirena del capitalismo salvaje y el materialismo rampante. Pues bien, al parecer, Zapatero no solo ha decidido instalarse en el barrio de Puerta de Hierro, sino que lo ha hecho con el mismo sigilo con el que antaño nos endosaba sus famosas ocurrencias económicas.
Allí, entre chalés de ensueño y parcelas de relumbrón, sobresale su última adquisición inmobiliaria. Aunque, conviene precisar, no destaca precisamente por su lujo, sino por todo lo contrario: paredes desconchadas, tejado desvencijado, un garaje repleto de trastos y un jardín que más bien parece la jungla de Tarzán. Un cuadro decadente que recuerda a la España que él mismo dejó tras su gestión, pero que, paradójicamente, se convertirá en una espléndida mansión después de la debida transformación. No cabe duda de que Zapatero sigue teniendo buen olfato para los negocios.
Porque, aunque el ex presidente se haya jactado en más de una ocasión de su moderación en lo material, lo cierto es que sus decisiones inmobiliarias son dignas del inversor más avezado. Por esta ruinosa propiedad ha desembolsado 700.000 euros (calderilla en ciertos círculos), de los cuales solo ha puesto de su bolsillo 200.000. El resto, como cualquier trabajador raso, lo ha financiado con una hipoteca del Banco Santander a 20 años. ¿Quién dijo que ser socialista estaba reñido con aprovechar las oportunidades del mercado?
Los vecinos, sorprendidos por la compra, han pasado del estupor inicial a la resignación. Unos temieron que la casa fuera okupada antes de enterarse por la prensa de que el nuevo propietario no era otro que el ex mandatario. Otros especulan sobre si la compra ha sido para él, para sus hijas o como simple inversión, porque Zapatero, como buen estratega, no suele dar puntada sin hilo. Al fin y al cabo, la familia no pasa penurias.
Y es que no hablamos de una adquisición aislada. Esta propiedad se suma a la ya conocida residencia de Valdemarín, una ganga que compró por menos de 800.000 euros pese a estar valorada en más de un millón y medio. Una vivienda que, por supuesto, dista de ser un modesto pisito de barrio obrero. Y si eso no fuera suficiente, también posee una espléndida casa en Lanzarote, por la que desembolsó 1,2 millones. Un retiro dorado en una de las zonas más codiciadas de la isla.
Pero no es solo el padre el que ha demostrado tener buen ojo para el ladrillo. Su hija mayor, Laura Rodríguez Espinosa, también ha seguido la estela familiar y, en una casualidad digna de estudio, adquirió un piso a tan solo 800 metros del último chalé comprado por sus progenitores. Y lo hizo con la misma fórmula: una hipoteca del Santander, en su caso de 184.000 euros, con un generoso plazo de 30 años.
Quizá algunos se pregunten de dónde provienen los ingresos para tales movimientos inmobiliarios. La respuesta nos lleva a What The Fav, la agencia de esports, creatividad y multimedia que dirigen las hermanas Rodríguez Espinosa. Un negocio que, como por arte de magia, ha ido prosperando a ritmo de vértigo. En 2023, registró ingresos de 401.903,48 euros, un crecimiento notable respecto a los 301.191,70 del año anterior. Un éxito empresarial sin parangón en el mundo de los videojuegos, aunque con algunos misterios sin resolver.
Porque, al parecer, una parte de su facturación proviene de un medio digital venezolano llamado El Server, un enigma en sí mismo. No se sabe quién lo dirige, no responde a preguntas y su actividad es tan opaca como las maniobras diplomáticas de Zapatero en favor del régimen de Nicolás Maduro. Lo único que se conoce de El Server son las caras de dos jóvenes veinteañeros que aparecen en sus redes sociales para hablar de videojuegos.
Pero lo verdaderamente fascinante es la peculiar oferta de trabajo que publicó What The Fav para este medio. Buscaban a un creador de contenido venezolano, residente en Madrid, con habilidades en edición de vídeo y redes sociales. Algo tan específico que llevó a algunos a preguntarse si no tenían ya al candidato en mente. Curiosamente, tras la polémica, la oferta desapareció sin dejar rastro.
Así, mientras Zapatero sigue empeñado en presentarse como una suerte de mediador, dialogante y conciliador con el chavismo, su familia prospera con una fluidez digna de estudio. Mientras miles de venezolanos huyen de la miseria, las hijas del ex presidente encuentran en un medio digital de ese mismo país una fuente de ingresos boyante.
Todo esto, por supuesto, no es más que una sucesión de coincidencias. Coincidencias como la de un hombre que abominó del lujo, pero que hoy encadena propiedades de ensueño. Coincidencias como la de una familia que, con la misma naturalidad con la que predica la moderación, navega con soltura en las aguas del capitalismo inmobiliario. Coincidencias, en definitiva, como las que han hecho de Zapatero no solo un ex presidente con suerte, sino también un hombre de negocios con una puntería envidiable.