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El extraño caso de Íñigo Onieva y sus misteriosas tres horas en un hotel de Madrid sin Tamara Falcó


Informalia

San Valentín es una fecha especial. Para algunos, la excusa perfecta para demostrar su amor con gestos grandilocuentes; para otros, una oportunidad de esquivar a los fotógrafos con la destreza de un espía de la Guerra Fría. Íñigo Onieva, con su instinto infalible para la discreción y su innata habilidad para pasar desapercibido, optó el último 14 de febrero por la segunda opción. Mientras la marquesa de Griñón se emocionaba en Instagram con dedicatorias dignas de una novela de Corín Tellado, su marido, misterioso como un personaje de Agatha Christie, se embarcaba en una aventura nocturna que terminaría con una pregunta inquietante: ¿qué hacía Íñigo en el hotel NH Collection Eurobuilding durante tres horas y sin Tamara?

Tres horas en el limbo del amor

El itinerario de Íñigo aquella noche parece sacado del guion de una película de espías, pero con menos glamour y más garaje de hotel. Primero, abandonó su hogar con la meticulosidad de quien se dispone a ejecutar una misión secreta. En medio de todo dicen que hizo una parada estratégica en casa de Isabel Preysler, presumiblemente para recargar energías con un canapé bien colocado por la suegra. Pero lo interesante vino después: tras despistar a la prensa con la destreza de un ilusionista se internó en el Eurobuilding, donde entró a las 22:00 y se le vio salir a la una de la madrugada. Hay fotos.

Aquí se abren múltiples hipótesis. Tal vez necesitaba un momento de introspección, un retiro espiritual exprés en el parking del hotel. Puede que estuviera probando la comodidad de los sillones del vestíbulo o, simplemente, que se perdiera intentando encontrar la salida. Porque lo que está claro es que no estaba con Tamara, aunque la marquesa aseguró que sí, que todo estaba en orden y que cenaron juntos, pero en un restaurante que –casualmente– está a escasos metros del hotel, aunque sin necesidad alguna de pasar por él. Una coincidencia tan conveniente que solo puede explicarse mediante las leyes de la mecánica cuántica.

El arte de esquivar paparazzis… o de llamar su atención

La narrativa oficial es que Íñigo pasó 35 minutos huyendo de los fotógrafos como si estuviera en una persecución de Misión: Imposible. "No traigas prensa", le había pedido Tamara, en un ruego casi shakesperiano. Y él, como buen caballero, decidió tomarse la petición al pie de la letra…

Lo curioso es que, al final de toda esta odisea, acabó cenando con Tamara (según asegura ella) y unos amigos en Sacha, un restaurante que, aunque próximo al Eurobuilding, no requiere hacer escala en un hotel de lujo. Pero Íñigo, siempre innovador, decidió darle un giro inesperado a la tradición y convertir San Valentín en una gymkana. Porque, claro, cuando alguien quiere evitar a la prensa, lo lógico es dar más vueltas que un satélite desorientado en órbita.

Un hotel con muchas opciones… y ninguna explicación

El NH Collection Eurobuilding no es un simple hotel. Es un microcosmos de posibilidades. Cuenta con más de 400 habitaciones, un spa donde uno puede relajar el estrés acumulado por el peso del apellido Falcó, un gimnasio donde quemar los nervios con un poco de cardio y cuatro restaurantes, entre ellos el famoso DiverXO de Dabiz Muñoz, ideal para una cena solitaria con tres estrellas Michelin de compañía.

¿Fue Íñigo a disfrutar de una cena en solitario? ¿Se dejó tentar por los encantos del spa? ¿Necesitaba reflexionar sobre el sentido de la vida en la tranquilidad de un parking? Lo cierto es que, después de tres horas de intensa meditación –o lo que sea que estuviera haciendo–, emergió del hotel con un aire distraído, la mirada perdida y un bostezo épico, como quien acaba de resolver un complicado enigma filosófico.

Tamara, la reina del spin-off romántico

Mientras tanto, Tamara Falcó, inquebrantable en su papel de heroína romántica del Metaverso, salió a defender la versión oficial con la convicción de quien ha visto demasiadas películas de Richard Curtis. "Cenamos juntos", insistió la esposa del que fuera Rey del Burning Man, aquel festival salvaje de Nevada donde Íñigo Onieva besó a una mujer que era Tamara.

Ahora, la mujer de Onieva repite que cenó con él, como si la frase, repetida suficientes veces, pudiera borrar las pruebas gráficas de la enigmática noche de su esposo. Pero la duda persiste: si todo fue tan normal, ¿por qué tanto escándalo?

Y luego está el pequeño detalle de la publicación de Íñigo en redes sociales. Días después de este incidente, compartió una imagen de una cena en Sacha… pero no la del Día de San Valentín, sino una de hacía una semana. ¿Se trata de un simple error cronológico o de una maniobra de despiste propia de un maestro de la confusión? Porque, claro, lo más natural del mundo es postear una cena con siete días de retraso cuando tu nombre está en boca de todos.

Íñigo Onieva es un hombre de muchos talentos: empresario, marido ejemplar, fugitivo improvisado y, ahora, protagonista de un thriller que ni Hitchcock se habría atrevido a escribir. La trama es digna de una serie de Netflix, empresa que su familia política ya conoce: un hombre solo en un hotel la noche de San Valentín, una esposa que asegura que todo está bien, un ejército de paparazzis documentando cada movimiento y un puñado de preguntas sin respuesta.