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Lección de vida y coraje de Fabiola Martínez a un presunto caballero español llamado Bertín Orborne

Fabiola, la ex mujer de Bertín Osborne, este viernes en Telecinco

Sara Tejada

En el vasto lienzo de la vida, hay momentos que, como pinceladas indelebles, marcan el alma de quienes los viven. Hace dieciocho años, Fabiola Martínez, una mujer de origen venezolano, trajo al mundo a su primer hijo junto al conocido presentador y cantante Bertín Osborne. Ese instante, cargado de esperanza y temor, se convirtió en un hito que transformó sus existencias para siempre. Durante el embarazo, Fabiola enfrentó una dura prueba: una infección por listeriosis que afectó a su hijo aún no nacido. Los médicos detectaron que todos sus órganos estaban comprometidos, y la sombra de la incertidumbre se cernía sobre ellos. La fecha del parto se acercaba, y con ella, el miedo constante a una posible pérdida.

En medio de esa tormenta emocional, Bertín se erigió como un pilar de serenidad, brindando apoyo incondicional a su esposa. Mientras Fabiola se angustiaba, él le susurraba palabras de calma: "Tranquila, no pasa nada". El nacimiento de su hijo, Kike, trajo consigo desafíos que pocos pueden imaginar. La parálisis cerebral con la que fue diagnosticado requería cuidados constantes y una dedicación absoluta. Fabiola, con una fortaleza admirable, asumió el rol de cuidadora principal, enfrentando cada día con una mezcla de amor y preocupación. Observaba a Kike sentado en su silla, consciente de que, sin su ayuda, él no podría moverse, beber agua o realizar las actividades más básicas. Esa dependencia total generaba en ella una angustia profunda: "¿Qué va a pasar cuando no estemos?", se preguntaba con frecuencia. Con el paso del tiempo, Fabiola ha compartido abiertamente sus experiencias y emociones. En entrevistas como la que este viernes concedió en Telecinco, ha confesado sentirse nerviosa al hablar en público, especialmente cuando se trata de temas tan personales.

En el cálido claroscuro de un plató televisivo, donde los secretos se deslizan como ecos bajo las luces brillantes, apareció Fabiola Martínez con esa compostura que tienen las mujeres que ya han pasado por demasiados inviernos emocionales. Llevaba el peso de una calma fingida, de esa serenidad que uno se esfuerza en proyectar cuando, por dentro, el alma no ha terminado de asentarse. Hacía tiempo que no se la veía en ese escenario. Se sentó, recta, y con un suspiro dejó entrever que los nervios no eran por la ocasión, sino por lo que arrastraba en la memoria. Era su regreso a la televisión (porque la actualidad la empujó a romper su silencio). Apenas se acomodó en la silla, el primer tema salió a la luz. Porque, aunque el pasado ya no le pertenece, el presente sigue ligado a su nombre. Su exmarido, Bertín Osborne, había dejado un nuevo capítulo en su historia personal, uno que Fabiola contemplaba desde la distancia de quien ya no quiere ni puede influir.

Gabriela Guillén, una mujer de 37 años, había anunciado el nacimiento de un hijo suyo. El bebé, cuya existencia estuvo inicialmente envuelta en dudas y rumores, había sido reconocido por el cantante no sin cierta polémica. Y mientras la historia se desenredaba en los tabloides, Fabiola, desde el refugio de su discreción, había optado por permanecer en silencio. Hasta ahora. "Yo no tengo nada que ver con eso", comenzó diciendo, como quien se sacude un abrigo empapado en plena tormenta. Su tono era neutro, casi administrativo, una mujer que ha aprendido a filtrar lo necesario y desechar lo que pesa demasiado. "Desde que nos separamos, he decidido mantenerme completamente al margen de todo lo que tenga que ver con Bertín. Es su vida, no la mía". Las palabras resonaron firmes, pero no había rencor en ellas, sino una suerte de resignación educada, la de quien acepta que la historia de un amor pasado no tiene continuación, al menos no en el guion de su vida actual.

Los presentadores, como era de esperar, intentaron buscar la rendija por donde asomarse a su intimidad. Pero Fabiola, hábil, se protegió tras un muro de frases cuidadas. "El Bertín que yo conocí no es necesariamente el mismo de ahora. Las personas cambiamos. Conozco sus gestos, sus reacciones de entonces, pero no me atrevería a decir cómo piensa hoy. Eso le pertenece a él". Era una forma elegante de decir que no tenía intención de meterse en un terreno que ya no consideraba suyo. A lo largo de la conversación, la venezolana mostró una maestría innata para desviar los reflectores hacia lo que realmente importaba: su familia, su vida cotidiana, y la manera en que ha aprendido a vivir con los desafíos que la acompañan.

Sus hijos, Kike y Carlos, de 17 y 16 años respectivamente, son el eje de todo lo que hace. Y aunque ellos tienen contacto con su padre, Fabiola dejó claro que no ejerce ningún tipo de control sobre esa relación. "Mis hijos son libres de hablar con él lo que quieran. Lo que ellos compartan con su padre no me corresponde ni interferir ni juzgar. Yo respeto esa parte de su vida". Sus palabras, cargadas de una madurez casi dolorosa, reflejaban el equilibrio que solo alguien que ha pasado por tormentas emocionales puede alcanzar.

Pero no todo era silencio contenido. Hubo momentos en los que Fabiola dejó entrever sus propias inquietudes. Por ejemplo, cuando se habló de cómo podría impactar esta nueva paternidad de Bertín en sus hijos. "Carlos nunca me ha mencionado nada sobre esto. Lo que él hable o no con su padre es cosa suya. En casa vivimos nuestras rutinas, al margen de lo que pase afuera. Si lo ve, no me lo transmite". La suya es una familia que ha aprendido a construir su propio microcosmos, una burbuja donde lo esencial es protegerse de la vorágine externa.

"¿Qué pasará cuando yo no esté?"

A medida que la entrevista avanzaba, se hizo evidente que el verdadero tema no era el hijo de Gabriela Guillén ni los pleitos legales entre ella y Bertín. El verdadero tema era Fabiola, esa mujer que ha hecho del estoicismo su escudo. Había en su discurso una mezcla de fragilidad y fortaleza que solo poseen quienes han transitado por el filo de la vida y han salido del otro lado, con cicatrices, sí, pero también con lecciones. En un momento especialmente revelador, habló sobre los cambios que implica envejecer siendo madre de un hijo con necesidades especiales. "Con Kike, cada día es un aprendizaje. Pero también hay momentos en los que me detengo a pensar: ¿qué pasará cuando yo no esté? Esa pregunta está siempre ahí, como un eco en el fondo de mi mente". Era imposible no admirar la honestidad con la que abordaba estos temas, incluso en un ambiente tan propenso a la superficialidad como un plató de televisión. Fabiola no intentaba dar respuestas fáciles ni proyectar una imagen de perfección. Más bien, se presentaba tal cual era: una mujer que no se considera heroína, pero que enfrenta cada día con una entereza que muchos considerarían extraordinaria. "Por salud mental, he aprendido a priorizar. Hay cosas en las que simplemente no puedo gastar mi energía. Y esto", dijo refiriéndose a la polémica de su exmarido, "es una de esas cosas".

Fabiola Martínez no es solo un personaje satélite de Bertín Osborne. Es una mujer con su propia historia, una madre que ha construido una vida alrededor de sus hijos y que, a pesar de los desafíos, no deja que el ruido externo la distraiga de lo verdaderamente importante. Su paso por el programa no fue una confesión ni un intento de justificarse. Fue, más bien, un recordatorio de que, aunque las luces del espectáculo puedan ser intensas, hay quienes saben apagarlas para volver a encender la luz interior que realmente importa. Sin embargo, la necesidad de visibilizar la realidad de las familias con hijos con discapacidad la impulsa a superar sus miedos.

Ha revelado momentos de vulnerabilidad, como cuando, al recordar los primeros días de vida de Kike, no pudo contener las lágrimas. El plató de televisión presidido a mendo por zarpazos inmisericordes de hijos hacia sus madres o viceversa, se llenó este viernes con Fabiola de aplausos, y los presentes compartieron su emoción, reconociendo la valentía de una madre que ha vivido con una preocupación constante por el bienestar de su hijo. La dependencia de Kike ha sido una lección de vida para Fabiola Ha aprendido sobre perseverancia al observar los esfuerzos de su hijo por realizar tareas simples, como llevarse una cuchara a la boca. Cada pequeño logro de Kike es una muestra de su determinación y una fuente de inspiración para toda la familia. "El nacimiento de Kike ha sido un antes y un después", afirma Fabiola, reconociendo cómo su hijo ha transformado sus vidas y les ha enseñado el verdadero significado de la resiliencia. La llegada de Kike también motivó a Fabiola y Bertín a crear una fundación con el nombre de su hijo, con el objetivo de apoyar a otras familias en situaciones similares. Esta iniciativa busca brindar recursos y acompañamiento a quienes enfrentan los desafíos de cuidar a personas con discapacidad, ofreciendo esperanza y comunidad en momentos de dificultad. A medida que Kike se acerca a la mayoría de edad, Fabiola reflexiona sobre el paso del tiempo y las nuevas etapas que están por venir. La preocupación por el futuro de su hijo es una constante, pero también lo es el orgullo por los avances que ha logrado. La familia se prepara para los cambios que traerá esta nueva etapa, con la certeza de que, juntos, podrán enfrentar cualquier desafío que se presente.