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Rodolfo Sancho cumple medio siglo entre la tragedia de su hijo Daniel y el consuelo de su otra familia


Informalia

La vida de Rodolfo Sancho se sostiene sobre el pilar de su hija Jimena y de su querida Xenia Tostado, la necesidad de seguir trabajando para aportar fabulosas cantidades de dinero a su hijo para que su infierno en la cárcel de Tailandia sea lo más llevadero posible y la esperanza de un recurso que rebaje la pena de Daniel y pueda ser trasladado a España. Pero la vida de Rodolfo Sancho escribe hoy como un guion cruel y contradictorio.

En este martes en que cumple cincuenta años, no hay fiesta ni brindis que puedan hacer olvidar la sombra que lo envuelve desde aquel fatídico agosto de 2023. Su hijo Daniel, atrapado en una prisión tailandesa, es una presencia constante, un eco que resuena en cada rincón de su existencia. Al mismo tiempo, la otra parte de su vida, esa que comparte con su querida Xenia Tostado y su hija Jimena, parece susurrarle un mensaje de esperanza y resistencia.

La tragedia de Daniel

El rostro de Rodolfo, que tantas veces ha encarnado héroes y villanos en la ficción, ahora es un mapa de emociones desbordadas. Desde que Daniel Sancho fue acusado del asesinato y descuartizamiento de Edwin Arrieta, el actor vive atrapado entre la realidad brutal y el deseo de que la justicia conceda algo de clemencia. La cadena perpetua que pesa sobre su hijo es un muro que intenta derribar, ladrillo a ladrillo, con la ayuda de su abogado, Marcos García-Montes.

Cada visita al despacho del letrado, cada documento firmado, es una nueva apuesta en esta ruleta del destino. El recurso que preparan no solo es una estrategia legal; es también un hilo del que el hijo de Sancho Gracia tira con desesperación. Su esperanza es que se reduzca la pena y que Daniel pueda ser extraditado a España, un escenario menos hostil, menos ajeno. Para Rodolfo, ese sería el único regalo que valdría la pena en este aniversario.

Mientras tanto, las palabras del actor en el documental El caso Sancho resuenan como una confesión de padre herido. "Hay dos víctimas", dice, intentando equilibrar el duelo por la vida perdida de Edwin Arrieta con el amor inquebrantable hacia su hijo. Estas declaraciones, más que una defensa, parecen un grito de auxilio, un intento por hallar humanidad en medio del desastre.

La calma en Fuerteventura

Sin embargo, la vida no se detiene, y Rodolfo ha encontrado en Fuerteventura un refugio para su tormento. Allí, en Corralejo, el viento que azota la isla parece susurrarle una tregua. La casa que comparte con Xenia y Jimena, rodeada de un jardín amplio y con vistas al Atlántico, es un rincón donde intenta reconstruirse.

Xenia Tostado, su compañera desde hace más de dos décadas, es el pilar sobre el que Rodolfo apoya su peso. Ella, actriz de carácter y madre dedicada, ha escogido el silencio como escudo. Su desaparición de las redes sociales es una declaración silenciosa de que la familia, antes que la opinión pública, es su prioridad.

Jimena, con su risa aún intacta a los vaivenes de la vida adulta, es el otro ancla de Rodolfo. En ella encuentra un motivo para levantarse cada día, para buscar algo de alegría en las playas de la isla, donde juntos practican surf o simplemente observan las olas romper contra la orilla.

En Fuerteventura, la caravana familiar se convierte en una metáfora de su vida: un vehículo que avanza despacio, buscando siempre un lugar donde detenerse y respirar.

El actor que no se rinde

Pese a todo, Rodolfo no ha dejado de trabajar. Su carrera, como un barco que enfrenta una tormenta, sigue navegando. Antes del caos, grabó su papel como villano en la serie El Zorro, un personaje oscuro que, de alguna forma, parece dialogar con el dolor que luego irrumpiría en su vida.

También estrenó Un paseo por el Borne, una película que llegó a los cines justo cuando el nombre de su hijo acaparaba titulares. Rodolfo enfrentó las cámaras y las preguntas con la profesionalidad de quien sabe que el espectáculo debe continuar, pero sus ojos delataban la carga invisible que llevaba.

El documental sobre su caso familiar, que dividió opiniones, mostró a un Rodolfo frágil pero firme. Las cifras que se rumorean sobre su participación son irrelevantes frente a lo que en verdad se expone en pantalla: un hombre tratando de mantener su dignidad en medio de una tormenta mediática.

El equilibrio imposible

En esta dualidad de tragedia y felicidad, Rodolfo se encuentra caminando sobre una cuerda floja. De un lado, la prisión tailandesa donde su hijo purga sus actos, un lugar que parece tan lejano como irreal. Del otro, la cotidianidad en Fuerteventura, con el sonido del mar y el calor de su familia como bálsamos para el alma.

En el rostro de Jimena, ve la vida que todavía tiene por delante. En el abrazo silencioso de Xenia, encuentra una fortaleza que a veces siente que le falta. En el horizonte de la isla, busca las respuestas que el mundo no le ha dado.

Medio siglo en la balanza

Hoy, Rodolfo cumple cincuenta años. En cualquier otra circunstancia, este medio siglo habría sido un motivo de orgullo, un momento para mirar atrás y celebrar los logros. Pero este día es diferente.

No hay velas encendidas ni risas estridentes. Solo hay silencio, roto por el viento que arrastra las arenas de Corralejo y el eco de sus pensamientos. Su vida es ahora un acto de resistencia, un intento de encontrar un equilibrio entre el dolor que no cesa y las pequeñas alegrías que todavía perduran.

Rodolfo Sancho es, en este momento, un hombre partido en dos. Pero incluso en esa división, encuentra la fuerza para seguir adelante, para sostener su mundo sin permitir que se desmorone del todo. Porque, al final, vivir es eso: avanzar incluso cuando las sombras son más largas que la luz.