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Marisa Paredes llevaba más de 40 años con Chema Prado, el hombre de su vida, pero nunca se casaron
- Hija de un trabajador de la fábrica de cervezas El Águila y de la portera del número 13 de la plaza de Santa Ana en Madrid
- Muere a los 78 años la actriz Marisa Paredes, musa del Almodóvar y presidenta de la Academia de Cine
Sara Tejada
Marisa Paredes, una de las actrices más emblemáticas del cine español y musa imprescindible de Pedro Almodóvar, ha fallecido este martes a los 78 años. La mujer que dio vida a Becky del Páramo, Amanda Gris y otros personajes inolvidables en Entre tinieblas, Tacones lejanos y La flor de mi secreto deja un legado inigualable en el cine y un testimonio vital marcado por la independencia, el compromiso y la elegancia. El cine español, que en 2018 le concedió el Goya de Honor como reconocimiento a toda su carrera, pierde no solo a una intérprete extraordinaria, sino también a una figura fascinante, a menudo envuelta en un halo de misterio.
La Marisa que brillaba en la pantalla era la misma que en su vida real desafiaba las normas establecidas. Hija de un trabajador de la fábrica de cervezas El Águila y de la portera del número 13 de la plaza de Santa Ana en Madrid, creció literalmente al lado del Teatro Español, un escenario que pronto ocuparía sus sueños. Desde pequeña, el teatro la llamaba como un imán y, en sus propias palabras, "no había otra cosa que quisiera hacer". Lo que comenzó como una fantasía infantil se transformó en una carrera que la llevaría a convertirse en uno de los rostros más reconocibles del cine europeo.
Su historia con el cine de Pedro Almodóvar marcó un antes y un después en su trayectoria profesional. Marisa Paredes encarnó con maestría las grandes mujeres del universo del director manchego: mujeres complejas, rotas, pero al mismo tiempo imponentes, luchadoras y magnéticas. La primera colaboración entre ambos llegó con Entre tinieblas (1983), pero fue en los años 90 cuando se consolidó como musa del cineasta con interpretaciones memorables.
En Tacones lejanos (1991), Paredes dio vida a Becky del Páramo, una diva de la canción y madre distante que parecía hecha a su medida. Poco después, en La flor de mi secreto (1995), se puso en la piel de Amanda Gris, una escritora de novelas románticas al borde del abismo emocional. Su voz, su porte y su mirada dotaron a estos personajes de una profundidad que convirtió a Paredes en historia viva del cine español.
Almodóvar, en una ocasión, dijo que Marisa Paredes era "una mujer capaz de llenar la pantalla con un solo gesto". Y así fue. Pero si la actriz brillaba en la pantalla, la mujer que estaba detrás era igual o más fascinante. Marisa Paredes fue siempre una mujer adelantada a su tiempo, en sus decisiones personales y en su manera de entender la vida. "Nunca quise casarme, no sentí la necesidad", confesaba en alguna entrevista. Lo cierto es que sus vivencias amorosas estuvieron llenas de intensidad, pero también de discreción.
En los años 70, mantuvo una relación con el director Antonio Isasi-Isasmendi, una figura clave del cine español. De esa unión nació su única hija, María Isasi, también actriz. La relación duró apenas siete años, pero Marisa siempre habló de esa etapa con cariño y respeto. Isasi-Isasmendi fue, sin duda, una figura importante en su vida, aunque el matrimonio nunca estuvo en los planes de la actriz.
Desde 1983, compartía su vida con Chema Prado, exdirector de la Filmoteca Nacional, con quien construyó una relación sólida y cómplice. Ambos vivían juntos en el emblemático edificio de Torres Blancas, en la Avenida de América de Madrid, y siempre se mantuvieron alejados del ruido mediático. Prado, en una de las pocas entrevistas en las que habló de su relación, recordó cómo conoció a Marisa gracias a Pedro Almodóvar: "Acababa de rodar Entre tinieblas y yo le pedí que me la presentara. Fue en Venecia". Desde entonces, Marisa y Chema se convirtieron en compañeros inseparables.
Compartían momentos íntimos con amigos del mundo del cine, como Jim Jarmusch, Bertolucci o John Malkovich, a quienes solían recibir en casa con cenas improvisadas. Prado contaba con orgullo que Marisa y él cocinaban juntos para sus invitados más ilustres, entre tortillas de patatas y pimientos de Padrón. Eran instantes sencillos, alejados de los focos, que reflejaban la naturalidad y la calidez que tanto caracterizaban a la actriz.
Pese a ser una estrella del cine europeo, Marisa Paredes nunca dejó de lado su compromiso político y social. En sus inicios, durante la década de los 60, cuando en España aún imperaba el franquismo, Marisa defendía las ansias de libertad de una generación que pedía cambios. En los años 2000, durante su etapa como presidenta de la Academia de Cine, no dudó en alzar la voz en momentos polémicos, como la gala de los Premios Goya de 2003, donde el mundo del cine expresó su rechazo a la guerra de Irak. Fiel a sus principios, Marisa fue siempre una mujer comprometida y consciente del papel que los artistas tienen en la sociedad.
Más allá de su activismo y su vida amorosa
Pero más allá de su activismo y su vida amorosa, hubo siempre una Marisa reservada, que apenas dejaba entrever su intimidad. Aunque protagonizó reportajes atrevidos en revistas como Fotogramas, nunca quiso alimentar el morbo mediático. Marisa prefería que se la recordara por su talento y su trabajo, y así lo demostró a lo largo de toda su vida.
También fue una artista con inquietudes más allá del cine. Pocos saben que estuvo a punto de grabar un disco con canciones de Luis Eduardo Aute, un proyecto que nunca llegó a materializarse pero que evidenciaba la sensibilidad artística de una mujer que lo mismo recitaba a Shakespeare que cantaba versos de amor.
Marisa Paredes ha muerto, pero deja tras de sí una vida vivida con plenitud y libertad. Una actriz que encarnó personajes inolvidables, una mujer que rompió moldes y que supo mantenerse fiel a sí misma en todo momento. La diva que nunca quiso ser diva, la musa que llenó el cine español de momentos de gloria y que, como Becky del Páramo o Amanda Gris, permanecerá en nuestra memoria para siempre. Su voz madura, a veces quebrada, seguirá resonando en cada una de sus películas, recordándonos que hay artistas que, aunque se vayan, nunca nos abandonan del todo.