Las imágenes de la boda mexicana de Alonso Aznar llegan en forma de exclusiva: los detalles del evento
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Informalia
La exclusividad, como las grandes joyas, solo deslumbra cuando se oculta hasta el instante preciso. La boda de Alonso Aznar y Renata Collado, celebrada el pasado sábado en Mérida, Yucatán, se convirtió en un perfecto ejemplo de este arte del misterio. Mientras la prensa social y los curiosos rastreaban cualquier pista, el evento transcurrió en una burbuja cuidadosamente protegida. No ha sido hasta este miércoles cuando las imágenes del enlace, bajo la tutela de una exclusiva fotográfica, han salido a la luz, dejando ver lo que había sido un festín de élites con sabor colonial.
La víspera, Casa Palomeque, una casona del siglo XIX impregnada de historia, fue testigo del cóctel de bienvenida. Entre altos muros de piedra y patios arbolados, los invitados brindaron por la felicidad de los novios. Los detalles no dejaban nada al azar: luces tenues se mezclaban con la calidez del aire tropical, mientras los primeros vestidos comenzaban a desplegar sus telas y cortes. La noche fue un ensayo poético para el gran espectáculo del día siguiente, estuvo marcada por una elegancia desprovista de ostentación.
Tamara Falcó tira de su propia colección secreta en la boda de Alonso Aznar y Renata Collado
El sábado, bajo el cielo despejado de Yucatán, la Hacienda Sac Chich acogió a los contrayentes y a su selecto grupo de invitados. La ceremonia marcó el inicio de una jornada que desbordó estilo y tradición. Renata Collado, la novia, apareció como una visión etérea, enfundada en un vestido blanco de líneas puras y aires románticos, un diseño que se deslizaba entre lo clásico y lo contemporáneo.
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El encaje delicado en los bordes del velo evocaba la artesanía mexicana, mientras que el corte de la falda revelaba una modernidad sutil. Alonso Aznar lució un chaqué tradicional de impecable factura. Aunque en él destacaba no tanto el traje, sino el porte: un equilibrio entre solemnidad y cercanía, que bien puede ser su sello personal.
Si algo atrajo miradas y comentarios fueron, sin duda, los atuendos de las invitadas. Ana Botella, madre del novio, ejerció de madrina orgullosa y se llevó buena parte del protagonismo con un vestido en rosa empolvado, adornado con sutiles nudos de gasa en el escote y la falda. Este diseño, de una elegancia serena, estuvo acompañado por un tocado a juego, que reemplazó con acierto la tradicional mantilla española. No faltaron los colores vibrantes, como los que eligieron Ana Aznar, hermana del novio, y su cuñada Mónica Abascal. Ambas optaron por vestidos que rompían con la sobriedad de la ceremonia, aportando destellos de energía y modernidad. Pero quien realmente desató murmullos fue Tamara Falcó, con una espectacular falda roja que, al caminar, parecía ondear como un estandarte en la brisa. Los hombres, fieles al código clásico, vistieron chaqués en tonos grises. José María Aznar, ex presidente del Gobierno y padre del novio, lució un porte solemne, mientras que Alejandro Agag, cuñado de Alonso, aportaba su acostumbrada seguridad bajo el ala de un sombrero de paja que pronto se convirtió en el accesorio del día.
Finalizada la ceremonia, los invitados se trasladaron a un espacio reservado dentro del Plantel Matilde, una construcción moderna que, rodeada por la naturaleza, parecía querer fusionar pasado y presente. Allí, bajo la luz cálida de las velas y el susurro de la música, se sirvió una cena que siguió el formato de mesas imperiales, con flores silvestres y toques de diseño minimalista. La privacidad de esta boda fue, sin duda, su mayor lujo. En un mundo saturado de exhibicionismo, el silencio alrededor del evento se convirtió en un signo de exclusividad. Que las imágenes hayan sido reveladas días después puede ser un gesto de cortesía hacia la revista que hace negocio publicando l evento, que es Hola, por supuesto. Más allá del despliegue de modas, lo que queda de este evento es una sensación de equilibrio entre lo mexicano y lo español, entre lo íntimo y lo público. Alonso Aznar y Renata Collado lograron, en su boda, no solo sellar su amor, sino también orquestar una celebración que será recordada tanto por lo que mostró como por lo que supo ocultar.