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Un año sin la maravillosa e irrepetible Concha Velasco: su vida era una tómbola (tom tom, tómbola)
Informalia
Hace un año, el 2 de diciembre, despedíamos a Concha Velasco, la eterna "chica ye-yé", una de las figuras más queridas y versátiles del panorama artístico español. Su legado, que abarca décadas de cine, teatro, música y televisión, sigue iluminando nuestra memoria colectiva. Concha, que falleció a los 84 años, no solo fue un talento desbordante, sino también un espíritu irrepetible, un símbolo de entrega y pasión por el arte que trasciende generaciones.
Concepción Velasco Varona, nacida en Valladolid en 1939, siempre tuvo claro que el escenario era su lugar en el mundo. Aunque sus comienzos fueron en la danza, fue el cine quien la consagró como estrella. Su papel en Las chicas de la Cruz Roja (1958) marcó el inicio de una carrera brillante, llena de momentos icónicos. Sin embargo, no fue solo su encanto y carisma lo que conquistó al público; fue su capacidad para adaptarse, reinventarse y brillar tanto en comedias ligeras como en papeles dramáticos.
Concha no tardó en romper moldes. La chica ye-yé, canción que interpretó en la película Historias de la televisión (1965), se convirtió en un fenómeno que trascendió su tiempo. Fue más que una melodía pegadiza; se transformó en un símbolo de una España que empezaba a modernizarse. Su energía y frescura cautivaron a una generación, y su interpretación de la canción en femenino le otorgó un carácter único que la vinculó para siempre a la cultura popular.
Pero Concha Velasco fue mucho más que una chica ye-yé. Su evolución como actriz quedó patente en proyectos como Tormento (1974), dirigida por Pedro Olea, o la miniserie Teresa de Jesús (1984), un hito televisivo que mostró su extraordinario rango interpretativo. Con estos trabajos, se consolidó como una intérprete seria y respetada, capaz de abordar roles complejos con una sensibilidad y profundidad únicas. Teresa de Jesús, en particular, fue un antes y un después en su carrera, colocándola en el panteón de las grandes actrices españolas.
A lo largo de los años, la Velasco no solo brilló en la gran pantalla y el teatro; también dejó su huella en la televisión. Programas como Querida Concha o Sorpresa, sorpresa demostraron su habilidad innata para conectar con el público desde cualquier formato. Fue una comunicadora nata, una figura cercana y entrañable que nunca dejó de sorprendernos.
En su vida personal, Concha también vivió intensamente. Su matrimonio con Paco Marsó fue una montaña rusa de amor, complicidad y conflictos que la convirtió en una figura habitual en los programas de crónica social. Aunque su relación tuvo momentos difíciles, ambos compartieron un vínculo especial que marcó sus vidas. Concha siempre mantuvo una mirada generosa y conciliadora sobre estos años, demostrando una enorme fortaleza y capacidad de perdón. En sus últimos años, sus hijos Manuel y Paco se convirtieron en su mayor apoyo. Concha aceptó con dignidad su ingreso en una residencia cuando su salud comenzó a deteriorarse, una decisión que mostró su valentía y su amor por la vida, incluso en los momentos más complicados.
La capilla ardiente de Concha Velasco, instalada en el Teatro La Latina de Madrid, fue testigo de un torrente de admiración y cariño. Miles de personas acudieron a despedirse, confirmando que su figura es un patrimonio cultural que pertenece a todos los españoles. Ahora, un año después, su Valladolid natal le rinde un homenaje merecido, en el que la presencia de sus hijos y admiradores se convierte en un testimonio vivo de su impacto.
Concha Velasco es mucho más que una actriz; es un reflejo de nuestra historia cultural, un emblema de trabajo incansable y amor por el arte. Desde sus inicios como la "muchachita de Valladolid" hasta su consolidación como leyenda, su vida fue, como dice su famosa canción, una tómbola llena de emociones, logros y superación.
Hoy, al recordar a Concha, no solo celebramos su carrera, sino también su humanidad, su espíritu inquebrantable y su capacidad para conectar con millones de corazones. Porque, como ella misma cantaba, la vida es una tómbola, y en la suya, cada giro fue un espectáculo inolvidable. Una vez más, gracias, Concha. Siempre serás irrepetible.