Carmen Posadas le desvela a Beatriz Cortázar "uno de los grandes misterios sin resolver del naufragio" del Titanic
Beatriz Cortázar
Con una novela policíaca que además cuenta detalles desconocidos del famoso naufragio del Titanic, Carmen Posadas (Montevideo, 13 de agosto de 1953) vuelve a los titulares y nos habla del que ya es su 40 libro publicado y de cómo se las arregla para seguir contándonos historias y su realidad de hoy. A sus 71 años, la que fuera mujer de Mariano Rubio no está de vuelta de nada, pero sí con suficiente madurez como para apreciar lo que realmente importa de la vida. Posadas, considerada por Newsweek como una de las autoras latinoamericanas más relevantes de su generación, nació Uruguay y vivió allí su infancia. En 1965, con 12 años, se trasladó a Madrid con su familia. Hija de un diplomático, es la primogénita de cuatro hermanos: tres niñas y un niño. Ha vivido en Moscú, Buenos Aires y Londres; ciudades todas en las que su padre fue embajador. Se casó con Rafael Ruiz de Cueto. De este matrimonio tuvo dos hijas, Sofía (1975) y Jimena (1978). En 1988, se casó en segundas nupcias con Mariano Rubio, fallecido hace 25 años y gobernador del Banco de España entre 1984 y 1992. Es autora de más de 15 libros infantiles así como doce novelas, dos biografías y varios guiones de cine y televisión.
Es una caja de sorpresas con cada novela que presenta. El misterioso caso del impostor de Titanic tiene mucho de eso porque no imaginaba que se iba a adentrar en todo lo que sucedió con el naufragio más famoso de la historia.
CP: Siempre me causó fascinación el Titanic, entre otras cosas porque ahí murió un amigo de mi abuelo. Viajaban tres uruguayos: dos primos y el señor Artagabeitia, que era muy cercano a mi familia. Lo más curioso es que se embarcó porque ya había vivido un naufragio y, para quitarse ese trauma, quiso ir en el que se consideraba el barco más seguro del mundo donde no podía pasar absolutamente nada. Es más, cuando se produjo la colisión con el iceberg, pensó que no iba a suceder nada malo, ya que no tenía nada que ver con lo que había sentido la vez anterior. Se fue a la biblioteca a tomarse un whisky, como a su vez hicieron tantos otros pasajeros, convencidos de que iban a seguir con su viaje.
¿Esa experiencia marcó su infancia?
CP: Siempre me ha gustado cotillear las conversaciones de los mayores y solía ponerme detrás del sofá para escucharlos, pero cuando me pillaban, me mandaban a mi cuarto. La historia de Artagabeitia salía en esas conversaciones y, además, su caso es uno de los grandes misterios sin resolver del naufragio porque se sabe que finalmente se lanzó al agua, pero que su reloj tardó dos horas en dejar de funcionar. Eso ha dado pábulo a todo tipo de teorías conspiranoicas. Se dice que tal vez hubo una burbuja donde pudieron aguantar más tiempo respirando algunos muertos pero no se sabe bien.
¿Suele contar esas historias a sus nietos?
CP: Claro que se las cuento, aunque la del Titanic no estaba en el repertorio. Cuando decidí escribir sobre el naufragio di muchas vueltas porque ya se había dicho absolutamente todo. En un primer momento, opté por centrarme en los supervivientes españoles. Fueron diez los que se embarcaron, siete sobrevivieron y tres murieron. Después caí en la cuenta que la historia buena era precisamente con los fallecidos. Uno era un camarero, y apareció su cuerpo sin ningún enigma. Los otros dos eran pasajeros de primera clase; no se conocían entre sí, ya que era uno de Madrid y otro de Asturias, pero no aparecieron sus cadáveres. Lo más llamativo y a la vez lo que les une es que sus respectivas familias decidieron comprar un cadáver. La razón para hacerlo fue que, si no aparecían sus cuerpos, la vida de su familia se complicaba, ya que sus viudas no podían volver a casarse hasta veinte años después ni heredar. Enterraron otros cuerpos, pero sin imaginar que muchos años después una de las viudas iba a recibir un mensaje desde Cuba de su marido que estaba vivo. Así comienza la novela. He contado con la colaboración de mi nieto Jaime porque le pedí información veraz de esta historia para no recurrir a lo que ya tantas veces se ha dicho sino datos curiosos y fidedignos.
¿Disfruta más escribiendo o contando sus historias a sus nietos?
CP: Me encanta contarles cuentos aunque a los mayores ya es difícil cogerles. Jaime, a sus 17 años, no está para muchos cuentos pero sí le divirtió hacer esa investigación.
Cuando escribe suele decir que está en su remanso de paz.
CP: Confieso que soy la persona más haragana del planeta y si fuera por mí no haría absolutamente nada, como mucho leer un libro, pero te aseguro que nada más. Es un defecto que odio de mí y por eso sobreactúo y hago más cosas que cualquier otra persona precisamente porque detesto esa forma de ser.
¿Cuántos libros tiene ya?
CP: Cerca de cuarenta si incluyo los relatos infantiles que hacía al principio, ensayos, novelas…
Suele publicar cada dos años pero imagino hará otras cosas entre medias.
CP: Doy conferencias, viajo mucho porque estoy traducida a treinta idiomas como ahora que iré a Bulgaria a la promoción. Tengo la ventaja de que mi vida ha sido al revés. Lo normal es estudiar, trabajar, casarse. Yo a los 19 años me casé, un infanticidio que no recomiendo a nadie, pero es ahora cuando mis hijas y nietos ya están situados o que me permite hacer las cosas que me gustan.
¿Disfruta escribiendo?
CP: Escribir es como un mal amor. Es como la copla que dice "ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio. Contigo porque no vivo y sin ti porque me muero". Eso es para mí la literatura. Cuando escribo lo paso horrible porque pienso que no voy a poder terminar y será una catástrofe pero si no escribo aún me siento peor. El único momento glorioso es cuando pongo la palabra 'Fin'. Ahí sí que estoy feliz.
¿Sabe cerrar siempre las historias?
CP: Trabajo mucho los finales porque como lectora odio esa sensación que te queda cuando estás metida en una novela maravillosa por la que hasta dejas de dormir y llegas a una resolución que es una imbecilidad. El truco para un buen final es que nadie imagine por donde vas a salir.
Ha conseguido pasar del papel a las pantallas con sus novelas.
CP: El año pasado se estrenó en Netflix Invitación a un asesinato, Universal Pictures está rodando La hija de Cayetana y Secuoya está con Juego de niños.
¿Sigue al detalle estas adaptaciones?
CP: He aprendido que es mejor no meterse en nada porque al final van a hacer lo que les dé la gana y así te evitas un berrinche. En la que ha hecho Netflix se han gastado una fortuna porque se supone que todo es muy "high life" y la trama sucede en un yate lleno de ricos. No te puedes imaginar la cursilada tan tremenda y de ahí que prefiero estar al margen.
¿Qué le parece el boom de la literatura de mujeres?
CP: Todo ha cambiado de cuando empecé a escribir en los años 80. En ese momento era muy difícil conseguir que te publicaran y si eras mujer aún más. Comencé con relatos para niños, algo que puede parecer fácil pero creo es justo lo contrario, pero en ese género había más mujeres. Al principio nadie me tomaba en serio porque no daba el perfil de lo que debía ser una escritora: no tenías que teñirte el pelo, había que usar gafas, a ser posible con faldas largas y con boina como hacía Carmen Martín Gaite, no pintarte el ojo, ser de izquierdas, con más de 50 años… Yo que iba con minifalda no daba ese perfil y de ahí que me costara tanto.
Un sector lleno de prejuicios por lo que veo.
CP: Fue complicado. Piensa que cuando me casé con Mariano (Rubio) ya habían traducido mi obra en tres o cuatro idiomas pero a partir de ese momento se pensaba que todo lo que iba logrando era por mi marido.
Las piedras en la vida también hacen que uno se endurezca. ¿Fue así?
CP: Siempre he utilizado los contratiempos como un acicate. Pienso que si perseveras en lo que crees al final te acaban reconociendo.
¿De cuál de sus éxitos literarios se siente más orgullosa?
CP: Me gusta mucho Hoy caviar, mañana sardinas que es la historia de mi vida contada con mi hermano. Es la metáfora de la vida de los diplomáticos. Son las memorias de hijos de diplomáticos que cambian de país cada cierto tiempo y de ahí que en nuestro caso me refiera al tiempo que pasé en Uruguay, en la España de Franco, en la Rusia de Bresnev y en el Londres de Lady Di.
Una mujer que ha vivido en el mundo y sin embargo ha echado raíces en España.
CP: Los hijos de diplomáticos nos dividimos entre los que ya no quieren volver a viajar y los que no pueden parar de hacerlo. Confieso que me encanta viajar pero en España he encontrado el arraigo que había perdido.
¿Cuánto tiene de diplomática?
CP: Bastante poco porque soy un desastre en el sentido de que digo todo lo que se me pasa por la cabeza. Además recuerdo siempre a mi madre organizando cocteles y cenas para recibir y solo de pensarlo se me abren las carnes porque no me gusta nada esa vida.
¿Dónde la podemos encontrar cuando no escribe?
CP: Con mis nietos tengo muchos planes. Solemos hacer un viaje anual que ahora quiero que sean dos. Tengo el mayor de 17 y sé que en breve no querrá venir por lo que voy a aprovechar mucho este tiempo.
¿Está en ese estado de la vida donde puede hacer lo que realmente quiera?
CP: Me gustó mucho cuando llegué a los 60 porque definí esa etapa como la prórroga. Las mujeres nos pasamos la vida diciendo tengo que ser la mejor madre, esposa, cocinera, la mejor en la cama… cuando cumples 60 las cosas importantes ya las tienes más o menos encarriladas (hijas casadas, con buenos trabajos, nietos…) y descubrí que podía hacer todas las asignaturas pendientes que me quedaban como era bailar tango, viajar y leer más. Era mi momento. Ahora en la década de los 70 no sé si será así pero sé que el tiempo pasa demasiado rápido. Cuando miro diez años atrás parece que fue ayer pero si pienso en dentro de diez años tendré 81 y eso ya son palabras mayores.
¿Le preocupa?
CP: Cuando era joven me quería morir a los 30 porque pensaba que no había nada interesante después de esa edad. Ahora lo he retrasado, aunque no tengo ningún interés en ser una viejecita encantadora en un tacataca.
Dicen que vamos a vivir 120 años.
CP: Ah no me interesa nada. Es una trampa porque en el fondo lo que se está alargando es la vejez. ¿Tu quieres ser una vieja durante 40 años?
No ha ido hablar del "chip de la juventud"?
CP: Uy no tengo ni idea le voy a preguntar a mi hija.
¿Una vez que acabe a promoción de este libro ya tiene historia para el siguiente?
CP: Es como cuando acabas de tener un bebé de cuatro kilos y te preguntan para cuándo la parejita. Hay que esperar a recuperarse. Yo empezaré a pensar allá para el mes de febrero. Las ventas van muy bien, pero hay que acompañarlo para que se conozca y llegue a más gente.
¿Le preocupa que no llegue la inspiración?
CP: Sé que al final siempre surge alguna idea.
¿Cómo es el sitio dónde escribe?
CP: Tengo un cuarto y siempre me siento de espaldas a la ventana para no distraerme con nada. Lo hago con luz eléctrica además para no tener ningún tipo de tentación.