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Ágatha Ruiz de la Prada y la familia Kretz montan un fiestón en Madrid para vender la casa de la diseñadora: 300 invitados y mucho 'cash'


Beatriz Cortázar

Aunque en España solamente les conocen los seguidores de la serie que protagonizan en Netflix, la familia Kretz (los dueños de importante inmobiliaria francesa) se ha convertido en todo un fenómeno a la hora de renovar el mercado de las inmobiliarias. Padres e hijos, en plan piña de las que no quedan, se dedican a vender algunas de las casas más bonitas, primero en Francia y actualmente en todo el mundo. Son guapos, con unas dentaduras perfectas, un estilo muy chic y con una agenda de las que ya quisieran los mejores relaciones públicas. Todos esos ingredientes les llevaron hasta la sede de Netflix, donde vieron un filón para una docuserie de las que enganchan y es que no hay nada como ver las casas más bonitas y mejor decoradas del planeta. Igual que las primeras páginas de la revista Hola que se hacen en esas mansiones y para que podamos soñar con vivir entre esos porches al borde de acantilados o salones con tapicerías inglesas, los Kretz han encontrado un nicho donde ampliar y crecer que les ha llevado hasta la mismísima casa de Ágatha Ruiz de la Prada, donde se grabó uno de esos capítulos en Netflix y donde los invitados tenían una condición: tener suficiente dinero como para poder comprar la casa de la diseñadora.

Evidentemente no todos los que estuvieron en la fiesta de Ágatha tienen la cuenta corriente tan saneada, pero o bien eran amigos de la diseñadora o bien amigos de otros posibles candidatos para adquirir esa vivienda. Siete millones y medio de euros son los que Ágatha pide por su casa y, además, sin regateos ni tiras y aflojas. No hace mucho vendió el estudio que tenía en el centro de Madrid por cerca de 4 millones de euros y en apenas unos meses ha podido comprobar como el precio de ese estudio se ha duplicado. Así está el mercado. Por mucho que digan los más pesimistas, lo que está claro es que lo bueno se cotiza y va a más.

Precisamente por esa falta de urgencia en coger cash, Ágatha se puede permitir el lujo de esperar y no apearse de su pretensión económica. Tras la fiesta me asegura que está eufórica y feliz. Se lo pasó pipa y es que pocas como Ágatha para disfrutar de todo lo que le pasa. Además estaba emocionada por lo bonita que habían dejado su casa para esa noche con más de 300 invitados de todo el mundo.

Ágatha no es que necesite vender, pero es una mujer inteligente y sabe que con los años las mochilas tienen que ir más ligeras. Sus hijos son independientes y ella se ha quedado sola con sus perros y con demasiados metros cuadrados como para tener un hogar confortable. Pero hasta que llegue el día de la firma de esa venta, que ya tiene algunos aspirantes y veremos si acaban rematando, lo cierto es que la diseñadora se lo ha pasado como nunca en esta especie de jornada de puertas abiertas para futuros inquilinos que viniendo de Ágatha y de la familia Kretz es lo mismo que una fiesta al más puro estilo de Madrid. Eso sí, entre sus amigos con posibles no acudió su ex Luismi, el rey del desguace o el gran reciclador, como le llamaba la diseñadora, que aunque se llevan estupendamente bien, tampoco se trata de hacer un guirigay.

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