Catherine Deneuve cumple 80 años: la mujer fría y libre que se enfrentó a Buñuel y conquistó para siempre el cine francés
Ana Latorre
Cuando la brillantez es innata, de poco sirve esconderla. Algo así le sucedió a Catherine Deneuve: nunca buscó el éxito, pero terminó abrazándolo hasta hacerlo suyo. El icono más longevo del cine francés no ha dejado nunca de trabajar ni de causar fascinación. No se esfuerza en conseguir papeles, le llegan solos. Es lo que ocurre cuando el tiempo pasa, nadie te olvida y todos te recuerdan. Tan misteriosa, hermética y talentosa, la actriz cumple este domingo 80 años.
Hija de los actores de teatro Renée Simonot y Maurice Dorléac, Catherine Fabienne Dorléac debutó en el mundo de la interpretación cuanto tan solo tenía 14 años. Para su primera película, Les collégiennes, eligió el apellido materno, lo que configuró un nombre artístico que queda grabado para la posteridad en la historia del séptimo arte, la moda y, en definitiva, la esfera social y cultural. Y todo esto, curiosamente, sin buscar la fama.
"Prefiero quedarme en un segundo plano y observar", llegó a decir. Lo cierto es que muchos destacan su carácter gélido y reservado. Nunca buscó hacer demasiado ruido, al contrario. Ya lo decía Luis Buñuel: "Es bella como la muerte, seductora como el pecado y fría como la virtud". El director aragonés y la intérprete nunca llegaron a congeniar del todo, porque ella nunca entendió las directrices extravagantes del cineasta en la primera película que hicieron juntos, Belle de jour (1967).
De niña buena a enigma eterno
En este largometraje, la artista interpretaba a una prostituta que vivía una doble vida. Buñuel quería que Deneuve se desnudara, pero esta se negó. Para muchos, esto dotó de mayor atractivo a la actriz, que unos años después repitió con el director para trabajar en Tristana (1970) y La mujer con botas rojas (1974).
No obstante, su primer proyecto juntos le valió a la intérprete el León de Oro en el Festival de Venecia -uno de muchos de los premios que recibió a lo largo de su carrera, con 120 títulos a sus espaldas-. Y no solo eso, ya que la apartó de los papeles en los que se la infantilizaba y convertía en niña buena. Deneuve ya no era eso. Su figura encarnaba un enigma adulto e inmenso.
La protagonista de Indochina -filme por el que fue nominada a un Oscar- conquistó a personalidades como Roger Vadim, director con el que trabajó y atravesó una relación sentimental que duró cuatro años. Al igual que hizo con Brigitte Bardot, su exmujer, el cineasta aconsejó a Deneuve que se tintara el cabello para potenciar su magnetismo. Fue a partir de entonces cuando se la empezó a conocer como 'la rubia de hielo'.
Varios amores, pero solo un 'sí quiero'
El primer hijo de la intérprete, Christian (1963), fue fruto de esta relación. Después llegó Chiara (1972), que nació durante la relación de la actriz con el actor italiano Marcello Mastroianni. Ambos compartieron proyectos y protagonizaron una de las parejas más emblemáticas de la época durante casi un lustro.
Deneuve solo se casó una vez, y fue con el fotógrafo británico David Bailey. Su matrimonio duró entre 1965 a 1972 y se fue apagando poco a poco entre malentendidos y compromisos. Tras el divorcio, la artista pasó un periodo de aislamiento. Nunca más quiso pasar por el altar, pero sí se permitió conocer a otros hombres.
La intérprete inspiró al director François Truffaut, que, haciendo alusión a su película sirena del Misisipi, afirmaba que la belleza de la actriz provocaba tanta felicidad como sufrimiento. Esta definición, como otras, afilaban ese carácter de musa que también conquistó a otro grande: Yves Saint Laurent.
El diseñador la vistió por primera vez para un estreno en el que la estrella iba a conocer a la reina Isabel II. Desde entonces, ambos iniciaron una amistad que duró hasta la muerte del diseñador y que sigue vigente a través de su relación con la firma homónima.
Una tragedia irreparable
Sin embargo, al otro lado de una carrera exitosa, algunas tragedias marcaron a Deneuve para el resto de su vida. La peor de ellas fue el adiós a su hermana, la también popular actriz Françoise Dorléac, que falleció en un accidente de tráfico a los 25 años. Con ella compartió películas, directores e incluso un amor -ambas se enamoraron de Truffaut-.
En 2019, Deneuve causó preocupación al ingresar en el hospital para ser tratada de un accidente vascular isquémico. Durante el rodaje de De son vivant, sufrió "achaques imprevistos", provocados por el consumo excesivo del alcohol, del tabaco y a los malos hábitos alimenticios. La artista no vivía su mejor época, ya que unos meses atrás había sido muy criticada por defender el "derecho a importunar" de los hombres durante la ola del Me Too.
Burguesa, polémica y libre
Su comportamiento enfadó especialmente al feminismo francés, al que ella misma se había unido décadas atrás al posicionarse a favor del aborto. En 1971 firmó, junto a intelectuales como Simone de Beauvoir, la declaración conocida como El manifiesto de las 343 zorras.
Deneuve siempre ha peleado de manera genuina por su independencia y libertad, gozando silenciosa y elegantemente de la vida, trazando los límites necesarios e ignorando los juicios sociales. Nadie la conoce mejor que ella misma: "Me ven fría y burguesa, pero no voy a perder el tiempo con gente que no conozco".