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Carlota Prado, a la espera de sentencia por la presunta violación de Gran Hermano: "Es una tortura"


    Informalia

    Era el 3 de noviembre de 2017, edición número 18 del buque insignia de Mediaset, Gran Hermano. Esa noche, y tras una fiesta con mucho alcohol en Guadalix de la Sierra, Carlota Prado sufrió un supuesto abuso sexual por parte de su novio, Jose Mari. El juicio tuvo lugar el pasado mes de noviembre y aún sigue a la espera de una sentencia: "Mi caso no tiene precedentes, está grabado. Él lo admitió delante de cuatro personas. La verdad es que no sé qué más pruebas necesitan. Me dijeron que se dictaría sentencia en un mes o dos, mira la fecha que es. Esto es una tortura", ha dicho ella.

    La ex concursante explica que había muchas personas en la casa aquella noche y ninguna intercedió para protegerla: "Había 34 personas, 12 posiblemente eran mujeres, que son testigos y no hacen nada. Eso es omisión del deber de socorro. En el juicio solo testifican cuatro. Yo he publicado el nombre y apellidos de todos y me da exactamente igual. Se van a acordar de mi nombre hasta el día que se mueran", dice tajante en una entrevista a El Mundo. "Recuerdo estar en la cama. El último aliento de fuerza que yo tengo antes de quedarme inconsciente por el alcohol es quitarme el jersey. Cuando me enseñan las grabaciones, yo me escucho en dos ocasiones decir "¡Quítate! ¡No puedo!" y apartarlo con la mano. Está grabado. Luego me aislaron durante cuatro días en un hotel, querían que hiciera una denuncia conjunta con ellos. No lo hice. Muchos me juzgan porque volví a la casa, pero lo hice para ayudar a mi familia, que atravesaba un mal momento".

    Carlota arrastra problemas mentales desde entonces. De hecho, el primer juicio tuvo que suspenderse porque ella fue ingresada en un psiquiátrico: "Estuve 14 días y me suministran un antipsicótico al día e iba al psicólogo. Es mentira lo que se publicó de que tenía problemas graves de salud mental. Estaba ahí para sacarle una oportunidad a la situación". Lo abandonó, además, con un diagnóstico bajo el brazo: "Trastorno límite explosivo. Significa que tengo explosiones y en un momento dado violencia, pero no he vuelto a practicar la violencia. Al centro psiquiátrico he ido dos veces, a la cárcel de Alhaurín de la Torre no quiero ir". Sin embargo, admite: "Soy una persona violenta, tengo mucho carácter. Mi madre me dice que mi forma de hablar es para tenerme miedo".

    Motera, apasionada de los tatuajes (tiene 45) y amante de los animales (vive con un perro, un conejo y una tarántula), ha dado un cambio radical a su vida: "Me encuentro en una etapa de introspección. Estoy con depresión, de mala uva, pero ya no tomo medicación. Vida sana. Ni bebo, ni fumo. He dejado absolutamente todo. No me tomo ni una cerveza. Paseo por el campo con mis mascotas. Me paso los días rebatiendo filosofía budista". Ahora, solo quiere seguir adelante: "No hay que creer en el rencor y tampoco en perdonar. Tienes que pasar olímpicamente y querer ser feliz. Si tienes que ingresarte en un psiquiátrico, busca la oportunidad para que sea en tu beneficio. Preocúpate por estar lo mejor posible". Y añade: "Solo quiero que esto no se olvide, porque fui portada de The New York Times. El silencio que hay en España es indecente".