Estilo de Vida

Soledad Puértolas y el triunfo de la ficciones perennes

  • La escritora aragonesa publica 'La novela olvidada en la casa del ingeniero', una novela de estructura compleja que está construida sobre diversas historias y narradores

Ana Latorre

"No todo es la trama, perdonen que les diga". Mauricio Ballard solo existe en la ficción, pero sus preocupaciones son comunes a las de muchos escritores, entre ellos, los que habitan la realidad, como Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947). A su último personaje, un ingeniero que escribe obras juveniles, le molesta que solo se destaque de él su capacidad para construir argumentos con maestría, porque firmar una buena historia significa mucho más que eso.

Así se aprecia, de hecho, en La novela olvidada en la casa del ingeniero. El nuevo libro de la narradora aragonesa deslumbra, sobre todo, por sus complejidades. Presenta historias dentro de otras historias, y cuenta con múltiples narradores. Bajo la edición de Anagrama, llega como un potente juego de espejos, una muestra más del nutrido talento literario de una autora que, tras más de cinco décadas escribiendo, siempre va más allá. Y eso que el resultado de este último trabajo no era premeditado.

La académica de la RAE redactó este libro después de que su marido encontrara por casualidad una novela inacabada que ella empezó unos 40 años atrás. Estaba en el disquete del desván de su casa de Pozuelo, y se animó a imprimirla. Tardó mucho tiempo en leerla, aunque lo hizo en el momento adecuado, justo cuando estaba escribiendo sobre Mauricio Ballard. "Pensé que qué mejor que dársela a él para que opinara, y se la di", explicaba recientemente la autora en una entrevista con Cadena Ser.

En La novela olvidada en la casa del ingeniero confluyen diversos relatos, cada uno de ellos con sus ramificaciones y personajes específicos. Por un lado, el lector viaja hasta una villa donde una anciana rica y soltera vive con su administrador, un hombre ambicioso que se gana su confianza. En este lugar también se integran otros elementos, como un crimen, los misterios detrás del origen de un niño y los conflictos familiares en torno a una herencia. Por el otro, tenemos la crónica de la vida cotidiana de la narradora Leonor, desde que era una niña hasta la madurez. Es un personaje que, como Puértolas, retoma la novela abandonada que había empezado a escribir en un momento oscuro de su vida. A cargo de esta historia está Ballard, que, por encima del resto de superficies, se anima a reescribirla desde las comodidades de su casa. Todo un juego en favor del metalenguaje.

Voces de otro tiempo

Puértolas atraviesa a lo largo de este ejercicio diferentes épocas y estilos, ofreciendo en la primera historia un material muy propio del folletín que deriva en un trayecto detectivesco. Después, de la mano de Leonor también abre la puerta a otro contexto, la vida española de 1950 a los ochenta. El paso del tiempo vuelve a ser un asunto clave en el libro de la académica, una fiel observadora de la cotidianeidad y sus rutinas, porque lo sencillo, lo banal y lo puramente humano también constituyen esta obra "poliédrica", "un sutil retablo del vivir".

De hecho, la novela rescata la voz de la Puértolas de hace unos años, más juvenil y entusiasta. La propia narradora reconoce que este lanzamiento tiene algo de autobiográfico, porque ella representa "el tipo de escritor que habla de sí mismo", ese que se retrata en sus novelas. Lleva publicando desde 1971. Obtuvo el premio Planeta por Queda la noche (1989) y el Anagrama por La vida oculta (1993), entre otros galardones que hoy ocupan sus estanterías. Por su mente han pasado muchas ideas, disgustos y triunfos visibles e íntimos. Y todos han influido en la persona que escribe por el pasado y el presente, con vistas al porvenir.

En parte, esto explica la atención que Puértolas presta a los hechos del pasado. Su generación perteneció al tardofranquismo, y con el paso del tiempo ha detectado una "falta de sentido histórico" en la juventud. Apoya que exista "una continuidad" entre el hoy y el ayer, y para ello es necesario recordar el lugar del que se viene. "La historia nos une como humanidad", explica. Por este y por otros motivos, ella seguirá escribiendo.