Casas Reales

360 grados en torno a Letizia en su momento personal y político más delicado

  • Los problemas de ser Reina, esposa y madre

Silvia Armesto

Una excelente profesional, con un buen trabajo, que a sus 45 espléndidos años ha formado una sólida familia, con dos hijas maravillosas y un marido distinguido y apuesto debería sentirse más que feliz. Si añadimos que reside en un palacio, cuenta con chófer, servicio, seguridad, peluquera, estilista, secretaria, o que disfruta de una posición social insuperable, es admirada en el mundo, viaja a menudo y vive experiencias extraordinarias, que tiene la oportunidad de conocer a las personas que manejan el planeta, la cultura, la medicina, el deporte... Pero la Reina está triste o al menos preocupada.

No se puede decir que la Reina no tenga razones para estar contenta. Es cierto que pasará a la historia pero, a pesar de todo lo anterior, en el otro lado de la balanza pesan otras cuestiones no tan bonitas: se la critica cuando no interrumpe sus vacaciones secretas para ir a Barcelona, cuando apenas pasa por Mallorca, o cuando se sale de lo esperado en el vestir (como cuando acudió con un escote inusual el año pasado al concierto de Oviedo). También es cierto que parte de su peculiar familia política atraviesa momentos muy difíciles. Sobre todo sus cuñados Cristina e Iñaki Urdangarin. Y lo peor está por venir.

Paloma, su madre, la apoya y está cerca de ella. Más ahora, jubilada. Su padre se acaba de hacer también un arreglito y parece que, tras su divorcio de Jaime del Burgo, su única hermana viva, Telma, estabiliza algo su vida en Barcelona junto a su sobrina y con un trabajo que alguien importante ha debido buscarle en la Escuela de Negocios ESERP como directora de Relaciones Internacionales.

Con su suegra doña Sofía -otra gran profesional- guarda las formas impecablemente. La madre de don Felipe le ha entregado su obra de arte a una divorciada, atea y republicana pero al final todo se ha reconducido y se soportan bien; y aunque tenga repartirse con su consuegra Paloma el cariño de sus nietas Borbón Ortiz,sabe que su nuera Letizia ahora es la Reina, casada, devota y monárquica. Su otra cuñada, doña Elena, no le preocupa demasiado; y el suegro emérito, don Juan Carlos, salvo sobresaltos o cacerías, vive su vida sin perturbar apenas la de su hijo y su nuera. (Tal vez cuando no le invitan al Congreso protesta algo, pero nada grave). 

También es cierto que doña Letizia está sometida a una presión inusitada, lógica por otra parte para una 'primera dama' casi vitalicia: cada una de sus apariciones  públicas se examinas al microscopio mediático; sus presencias y ausencias son pasto de comentarios, sus outfits, sus peinados, sus gastos, sus buenas acciones, su agenda, sus secretos. Es la Reina y por mucho que se empeñe, su vida privada es escasa.

Lleva década y media con Felipe, el amor de su vida, el padre de sus hijas. Parece que fue ayer cuando en aquel octubre de 2.002 el príncipe de dos metros y la reportera guapa de 30 años se encontraban en casa del periodista Pedro Erquicia. Luego vendrían las miradas cómplices y secretas en los Príncipes de Asturias, la petición de mano, la boda, las hijas. En un abrir y cerrar de ojos, la chica del telediario atrajo la atención del heredero y se convirtió en princesa y en Reina. No era importante que estuviera divorciada, ni que tuviera novio (el periodista David Tejera). Por suerte, comulgamos con la modernidad.

Adolescencia de Leonor

Pero a pesar de tantísimas razones de Letizia Ortiz para ser feliz no todo son alegrías para la Reina, mujer, esposa, persona... Y madre. Para empezar, se enfrenta al reto de educar a dos adolescentes; una de ellas está destinada a suceder a su padre al frente de la jefatura del Estado, y cumple 12 años el día 31 de este mes. Como a todos los padres, a los Reyes les aguardan años de rebeldía, razonamientos imposibles de asumir para los adultos, caprichos complicados a veces, cataratas de emociones, influencias no siempre controlables, novios y amigos varios, granos, y hormonas en modo montaña rusa.

Por mucha ayuda con que cuenten estos padres reales, Leonor (y luego Sofía) tiene que atravesar el Rubicón y pasar de niña a mujer, como es natural. "Me aburro", habrán escuchado ya alguna vez ya la Reina y su marido. "Quiero ir a esa fiesta" es otra frase que tendrán que soportar. "No pienso ponerme ese vestido" tampoco es una expresión que les será ajena. Las amigas serán para Leonor y Sofía lo más importante, y sus progenitores deberán medir cada decisión y cada comentario. Equivocarse, por exceso o por defecto, es inevitable por muy azul que sea su sangre y muchos preceptores que presten o vendan su sabiduría. Pero es que en este caso hablamos de educar a la futura Reina de España.

Obviamente, Letizia tampoco es ajena al delicadísimo momento político que vive su país. La asturiana es y será periodista ejerza o no. Y vive cada momento informada al detalle, opinando, sufriendo. Pero además su papel institucional, sin ser comparable al que recae sobre su marido, es muy relevante porque una de las patas de banco de nuestra Monarquía Constitucional es la imagen. Y ahí Letizia es la Reina. El pasado 12 de octubre, durante la recepción que los Reyes ofrecieron a 1.500 invitados, sociedad civil, y autoridades, una periodista se acercó a la esposa de Felipe VI en el besamanos para decirle que el Rey lo había hecho bien, refiriéndose a su discurso frente al problema catalán. "Díselo, le gustará", se apresuró a recomendar la esposa de Felipe. El apoyo sin fisuras de la Reina a su marido en estos momentos es fundamental. Y el Rey se acuesta cada noche sabiendo que lo tiene. Eso es importante para todos.

El compromiso personal de la Reina y su implicación, más allá de su estricta obligación, es total, según coinciden todas las fuentes consultadas. Está encima del problema desde su sitio, al cien por cien. En los corrillos del Palacio Real muchos se dieron cuenta. Pero también se hace evidente una preocupación constante, que la mantiene alerta, con el semblante serio en muchas ocasiones, como es lógico, dada la dimensión del problema y cómo está afectando directamente al Rey en el día a día. El discurso de este viernes en Oviedo durante la entrega de los Premios Princesa de Asturias es de nuevo muy esperado; la expectación es máxima y el papel de la reina, experta en comunicación, es esencial en el entorno más cercano del Monarca. Mariano Rajoy ya ha anunciado que se desplaza a la capital del Principado. La tensión puede cortarse y, aunque Letizia sabe buscar huecos para forzar la sonrisa cuando 'il faut', a pocos en el entorno de la Reina se les escapa que cada sílaba y cada gesto de su marido (y de ella misma) será escrutado dentro y fuera de nuestras fronteras. 

Este fin de semana, de nuevo los Reyes son escaparate en los premios que llevan el nombre de su hija, la heredera de la Corona, aunque la niña no va a estar. En el primer round, el concierto de este jueves, doña Letizia ha salido victoriosa. No se la juega: con vestido azul noche y los hombros al aire llegó junto al Rey al Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo. Su otro Felipe (Varela), es para ella como un seguro de acierto, un amuleto imprescindible para un evento tan relevante. Seda plisada, diez centímetros por encima de la rodilla, en azul noche. Unos salones a juego del mismo tono  en los pies, y unos pendientes gigantes,  además de una pulsera enorme completan el estilismo de Su Majestad. ¿Quién va a acordarse al verla ahora de que era divorciada, republicana y atea? God Save The Queen.