Los Reyes Felipe y Letizia regresan al Vaticano para la misa inaugural del Papa León XIV
Sara Tejada
Este domingo 18 de mayo, los Reyes Felipe y Letizia han regresado al Vaticano para asistir a la misa inaugural del pontificado de León XIV, una ceremonia histórica que marca el comienzo de una nueva etapa en la Iglesia católica y reúne a representantes de casas reales y líderes internacionales en la Santa Sede. El acto permite revivir una estampa que ya forma parte del imaginario diplomático europeo: la Reina Letizia vestida de blanco frente al Papa, en un gesto cargado de simbolismo y protocolo. En un mundo que cambia a velocidad vertiginosa, las imágenes del Vaticano ofrecen un extraño consuelo: el valor de la continuidad, la importancia del gesto, el poder de lo sutil. Y allí, entre columnas centenarias y miradas expectantes, los Reyes de España vuelven a representar, con sobriedad y elegancia, el difícil arte de estar a la altura de la historia.
La última vez que los Reyes asistieron a un evento de este calibre en el Vaticano fue en 2014, poco después de su proclamación, cuando acudieron al encuentro con el entonces recién elegido Papa Francisco. Aquel fue un momento clave tanto para la Corona española como para el pontificado, pues marcaba el inicio de una nueva generación de líderes en ambas instituciones: él, el primer Papa jesuita y argentino; ellos, herederos de una monarquía en plena transición. Fue un encuentro que, más allá del formalismo, dejó entrever una sintonía natural y cercana.
Durante aquella visita, Letizia asistió vestida de negro y con mantilla, como dictaba el protocolo para las consortes reales que aún no ostentaban la corona. Sin embargo, tras su ascenso como Reina, Letizia adoptó el privilegio del blanco, reservado a muy pocas mujeres en el mundo, entre ellas las reinas católicas. Desde entonces, ha hecho uso de esta prerrogativa con sobriedad, combinando tradición con un estilo propio que ha sabido modernizar la etiqueta sin romper con ella.
En esta nueva cita con el Vaticano, la Reina ha vuelto a optar por el blanco, en esta ocasión prescindiendo de la mantilla, como ya hizo en encuentros anteriores de carácter privado. Su indumentaria, como es habitual, no ha pasado desapercibida y ha reabierto el eterno debate sobre el equilibrio entre protocolo y renovación, entre símbolo y espontaneidad. Sin embargo, más allá de la moda, lo importante ha sido la presencia de los Reyes en un momento clave para la Iglesia católica.
El nuevo Papa León XIV, elegido tras el fallecimiento de Francisco, recibe al monarca español y la consorte en una jornada que mezcla solemnidad con diplomacia. Como es tradición, se produce un intercambio de regalos: los Reyes ofrecen al Santo Padre un facsímil del Oráculo manual y arte de prudencia de Baltasar Gracián, una joya del pensamiento barroco español; a cambio, el pontífice entregaba un medallón de terracota con el diseño original de la Plaza de San Pedro, réplica del que ya regaló en su día a Juan Carlos I, en un gesto de continuidad y deferencia.
El acto, que se ha desarrolla con la habitual liturgia vaticana, sirve también como espacio para reforzar los lazos entre España y la Santa Sede. En conversaciones privadas, Felipe VI y León XIV abordan temas de interés común, desde los retos sociales y espirituales del siglo XXI hasta la colaboración en iniciativas humanitarias, especialmente aquellas en las que Letizia mantiene un papel destacado, como la lucha contra la desnutrición infantil.
Con este viaje, los Reyes no solo reafirman su compromiso con la diplomacia internacional, sino que consolidan su papel como interlocutores de referencia en los grandes escenarios simbólicos del mundo. La Reina Letizia, con su firmeza serena y su capacidad de adaptación, vuelven a ser protagonista sin necesidad de alzar la voz. Y el Rey Felipe, con su discreto sentido de Estado, ha mostrado una vez más que el peso de la monarquía se lleva mejor cuando se ejerce con naturalidad.