Kate Middleton ya elige tiaras ante la visita de Macron y su esposa: el resplandeciente 'retorno' de la princesa
Lucas del Barco
Dicen que el esplendor de las monarquías modernas no está ya tanto en los grandes discursos como en los pequeños destellos. Y pocas cosas brillan con más fuerza que una tiara real bien escogida.
Por fin, tras una larga pausa marcada por sobriedad y silencio, el brillo de las tiaras podría volver a iluminar las salas del castillo de Windsor. Para los fervientes observadores de la monarquía británica, esta ausencia ha sido un desierto de piedras preciosas, una sequía de coronas. Desde hace tiempo no se ha visto a ninguna dama real con una tiara adornando su cabeza. Kate Middleton, la princesa de Gales, se ausentó del último banquete de Estado celebrado en honor al emir de Catar, centrada en su recuperación tras un tratamiento contra el cáncer. Mientras tanto, la reina Camila, en tierras extranjeras, prescindió de adornos reales durante el banquete ofrecido en su vigésimo aniversario de boda con el rey Carlos III.
Pero el panorama podría cambiar radicalmente este verano. El Palacio de Buckingham ha confirmado que del 8 al 10 de julio el Reino Unido acogerá una visita de Estado del presidente francés Emmanuel Macron y su esposa Brigitte. Y con una visita de esta magnitud llega, inevitablemente, la tradición de los banquetes reales. Si el rey Carlos y la reina Camilla deciden organizar una cena en honor a sus invitados galos, el evento ofrecería la oportunidad perfecta para que la princesa de Gales reaparezca en escena con alguna de las históricas tiaras que custodia la corona.
La ocasión no es menor: será la primera visita de Estado al Reino Unido del matrimonio Macron, una cita de alto perfil que además evoca memorias de 2008, cuando el entonces presidente Nicolas Sarkozy y su esposa Carla Bruni fueron recibidos por la reina Isabel II en el castillo de Windsor. En septiembre de 2023, el actual monarca británico devolvió la cortesía con una visita a Francia, pero ahora les toca recibir. Y eso ocurrirá en el corazón del verano británico, cuando el sol apenas se atreve a asomar entre las nubes grises. En esas fechas, una joya centelleante promete devolver el esplendor a la monarquía: el regreso de la tiara. Tras una sequía de diademas que ha dejado a los seguidores de la realeza con ansias de brillo, la próxima visita de Estado del presidente francés Emmanuel Macron y su esposa Brigitte, del se perfila como la ocasión perfecta para que la princesa de Gales vuelva a lucir una de las joyas más emblemáticas de la corona británica.
Desde su primera aparición con la tiara Lover's Knot en 2015, durante una recepción diplomática en el Palacio de Buckingham, Kate ha hecho de esta pieza su favorita, usándola en múltiples ocasiones, incluyendo banquetes de Estado y recepciones oficiales. La tiara, con su diseño de lazo y perlas colgantes, fue encargada por la reina María en 1913 y ha pasado por varias generaciones de la familia real, incluyendo a la princesa Diana, quien la usó frecuentemente a pesar de su peso considerable.
La visita de los Macron será la primera de un jefe de Estado francés al Reino Unido desde 2008 y se llevará a cabo en el Castillo de Windsor, ya que el Palacio de Buckingham está en proceso de renovación. Este evento no solo simboliza la fortaleza de las relaciones franco-británicas, sino que también ofrece una oportunidad para que la realeza británica despliegue su tradicional pompa y ceremonia.
Para Kate, este banquete de Estado representa más que una ocasión diplomática; es una oportunidad para rendir homenaje a su suegra, la princesa Diana, y para reafirmar su papel dentro de la familia real. La elección de la tiara Lover's Knot no solo refleja su aprecio por la historia y la tradición, sino también su compromiso con el legado de la monarquía.
En un mundo donde la monarquía busca adaptarse a los tiempos modernos sin perder su esencia, momentos como estos, donde el pasado y el presente se entrelazan a través de símbolos como la tiara, son esenciales. El brillo de las joyas reales no solo ilumina las salas de banquetes, sino también el corazón de quienes ven en ellas un reflejo de la historia y la continuidad. Así, mientras el Reino Unido se prepara para recibir a los líderes franceses, los ojos del mundo estarán puestos en Windsor, esperando ver no solo gestos diplomáticos, sino también el resplandor de una tiara que, más allá de su belleza, encarna la tradición, el recuerdo y la esperanza de una monarquía que sigue brillando en el siglo XXI.
Dato curioso: por las citadas reformas, los Macron no se alojarán en el Palacio de Buckingham, sino en Windsor, debido a las obras que se están realizando en la londinense sede oficial de la monarquía. Esto supone un cambio logístico importante, pero también una ventaja para Kate Middleton, cuya residencia familiar en Adelaide Cottage se encuentra a escasos minutos del castillo. Con tan corta distancia entre su hogar y el salón de banquetes, no sería improbable que la princesa pueda atender el evento real y aún regresar a casa a tiempo para leerles un cuento a sus hijos antes de dormir.
¿Qué tiara elegirá Kate si decide asistir?
Los expertos y seguidores de la realeza tienen una clara favorita: la tiara de los Nudos de Amor de Cambridge (Lovers' Knot), un legado de perlas y diamantes cargado de historia y simbolismo. Encargada originalmente por la reina María en 1914 al joyero Garrard, la pieza está inspirada en un diseño aún más antiguo que perteneció a la princesa Augusta de Hesse. Tras la muerte de la reina María en 1953, la tiara pasó a manos de su nieta, la reina Isabel II, quien la prestó generosamente a la princesa Diana como obsequio de bodas.
Aunque Diana prefirió usar la tiara Spencer —pieza familiar— el día de su boda, pronto hizo del Lovers' Knot uno de sus complementos habituales. Lo lució en la apertura del Parlamento en 1981, en un banquete en Canadá en 1983 y en cenas de Estado, incluida aquella recordada velada en Hong Kong en 1989 donde apareció con el icónico "vestido Elvis" de Catherine Walker. Sin embargo, su peso la hacía incómoda; se dice que le provocaba dolores de cabeza.
Tras su divorcio de Carlos, Diana devolvió la tiara a la reina Isabel. Y así, durante casi veinte años, permaneció guardada en los cofres reales hasta que, en 2015, Catherine —entonces duquesa de Cambridge— la sacó de su letargo en una recepción diplomática. Desde entonces, la ha usado en al menos nueve ocasiones, incluyendo banquetes con los reyes de España y los Países Bajos, y la visita de Donald Trump en 2019. Fue también la elección para su debut como princesa de Gales en el banquete de Estado con el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa en 2022. Por lo tanto, es probable que el próximo evento con los Macron sea la excusa perfecta para que esta tiara vuelva a brillar. Pero no es la única opción.
Otra alternativa con mucho simbolismo —y un toque francés— sería la tiara Halo de Cartier, aquella que Catherine lució en su boda con el príncipe William. Esta delicada pieza fue encargada en 1936 por el futuro rey Jorge VI para su esposa, la reina madre. Después, fue regalada a la princesa Isabel como regalo de cumpleaños número 18, aunque la reina nunca la usó en público. La tiara fue prestada en varias ocasiones a la princesa Margarita y a la princesa Ana, hasta que finalmente volvió a escena el 29 de abril de 2011, en la cabeza de una radiante novia real.
También está la tiara Flor de Loto, una pieza de los años 20 creada para la reina madre a partir de un collar de perlas. Catherine la eligió para su primer banquete de Estado en 2015 y volvió a lucirla en 2022 durante una cena del Cuerpo Diplomático. Es más pequeña y menos formal, pero igualmente cargada de tradición.
Y aún queda una última joya poco vista: la tiara Strathmore Rose, una delicada pieza floral que perteneció a la madre de la reina madre y que Catherine desempolvó en noviembre de 2023 para recibir al presidente surcoreano. Fue la primera vez que alguien la lucía en casi un siglo.
El simbolismo que encierran estas tiaras va más allá de su belleza o de su fulgor bajo las lámparas de araña. Son piezas que relatan capítulos íntimos de la historia real británica, cada una con sus propias anécdotas, pasajes y emociones. Ver a la princesa de Gales portar una de ellas no es solo una cuestión de protocolo, sino también una declaración silenciosa sobre continuidad, respeto al legado y el rol que desempeña dentro de la familia real contemporánea.
La visita de los Macron promete ser un evento cargado de diplomacia y glamour. Y aunque el foco esté puesto en los acuerdos bilaterales y los gestos protocolares, muchos ojos estarán pendientes de si finalmente aparece una tiara entre los cabellos de la princesa. En una era en la que la monarquía se esfuerza por encontrar el equilibrio entre tradición y modernidad, el regreso de una tiara bien podría ser ese gesto de continuidad y elegancia que tanto anhelan los británicos.