Casas Reales
Clamor en el Reino Unido para retirarles sus títulos de Altezas Reales al príncipe Harry y a Meghan
Informalia
Una nueva tormenta ha sacudido a la Casa de Windsor. En medio de tensiones familiares crecientes, el príncipe Harry ha desatado una ola de indignación pública, política y mediática tras una explosiva entrevista con la BBC en la que acusó al rey Carlos III de ignorarlo, denunció una conspiración del "Establishment" y cuestionó la imparcialidad del sistema de seguridad real del Reino Unido. El resultado: un sonoro rechazo popular que, según una encuesta reciente, exige mayoritariamente que tanto Harry como Meghan Markle pierdan definitivamente sus títulos de "Sus Altezas Reales".
La entrevista, transmitida desde California, dejó frases que muchos consideran inaceptables, incluida una referencia al estado de salud del monarca: "No sé cuánto tiempo le queda". Desde el Palacio de Buckingham, esa afirmación fue calificada como de "mal gusto", mientras que fuentes cercanas a la realeza lamentaron que el príncipe haya optado por ventilar asuntos privados en medios internacionales, reavivando una grieta familiar ya expuesta hasta el hartazgo.
Pero el escándalo no se limita al plano emocional. Harry sugirió que miembros de la Casa Real británica habrían influido indebidamente en el comité RAVEC —encargado de las decisiones sobre seguridad a figuras públicas— luego de que se le negara protección policial durante sus visitas al Reino Unido. El gobierno respondió tajantemente: RAVEC es independiente y su composición, incluida la participación de asesores reales, es de larga data y sin funciones decisorias.
El daño, sin embargo, ya estaba hecho. En palabras del historiador y biógrafo AN Wilson, "Harry se ha convertido en un quejica sin humor, desconectado de su pueblo y de sus raíces". La opinión pública parece coincidir: un sondeo del Mail on Sunday revela que el 67% de los encuestados cree que Harry y Meghan deberían perder sus títulos de "Sus Altezas Reales", y el 64% apoya al rey Carlos en esta nueva disputa familiar.
Además, el descontento no se reduce a Harry. Meghan Markle, quien supuestamente sigue usando el título en privado pese a los acuerdos del "Megxit", ha sido criticada por firmar un obsequio reciente como "HRH The Duchess of Sussex", avivando aún más la controversia. Aunque ella negó haberlo hecho con fines comerciales, la percepción pública es de incumplimiento e hipocresía. La BBC, por su parte, admitió fallas editoriales en la entrevista al no desafiar suficientemente las acusaciones del príncipe, lo que incrementó la presión sobre la cadena pública por favorecer una narrativa no contrastada.
Con esta nueva crisis, el futuro de los Sussex dentro del entramado real parece más incierto que nunca. La propuesta de que sean rebautizados simplemente como "Señor y Señora Windsor" ya resuena con fuerza en los círculos monárquicos. Un gesto que, más que punitivo, sería visto como necesario para preservar la dignidad y estabilidad de la institución. En última instancia, lo que está en juego no son solo títulos ni privilegios: es la credibilidad de una monarquía que, tras años de escándalos y fricciones, lucha por mantenerse unida frente a una audiencia mundial cada vez más crítica. Y en este drama, como en toda tragedia shakesperiana, el desenlace está lejos de escribirse.
La guerra abierta entre el príncipe Harry y su padre el Rey Carlos III sobrecoge a los británicos
Este sábado, ningún periódico británico eludía el tema: la entrevista del príncipe Harry a la BBC recordaba en cierta medida y con muchos matices a la que concedió su madre a la cadena pública británica. No porque en este caso se consiguiera llevar a duque de Sussex ante las cámaras mediante engaños; sino porque, como ocurrió con Lady Di, supone el final de los disimulos y muestra a las bravas que la relación del monarca con su hijo es nula: "Mi padre no me habla", admitió Harry, además de dejar caer otra perla: "No sé cuánto tiempo le queda", añadió, en referencia a su progenitor, de 76 años y diagnosticado de cáncer. Con esta declaración, no solo evidenció la fractura familiar, sino que apeló directamente a la fragilidad del monarca, de 76 años, diagnosticado recientemente de cáncer.
Las palabras de Harry llegan en un momento delicado. Acaba de perder su apelación contra el Gobierno británico por la retirada de su seguridad cuando viaja al Reino Unido, una batalla legal que lo ha enfrentado durante años al aparato institucional. Ahora, tras el revés judicial y la obligación de pagar 1,5 millones de libras en costas, el príncipe se ha sincerado como nunca antes: "Estoy devastado. No tanto por la sentencia como por los que creen que está bien dejarnos sin protección".
Desde su residencia en California, donde vive con Meghan Markle y sus hijos, Harry asegura sentirse atrapado. "Amo a mi país. Siempre lo he amado. Pero no puedo imaginar un mundo en el que pueda traer a mi esposa e hijos al Reino Unido en este momento", lamentó. Asegura que el problema va más allá de lo legal, y apunta directamente a la Casa Real: "Cada visita que hago al Reino Unido tiene que pasar por la Casa. Después de cinco años, aún hay interferencias. Hay intereses que se priorizan por encima de nuestra seguridad".
Lo más desconcertante para muchos británicos ha sido descubrir que la propia familia real formaba parte del comité que decidió sobre su nivel de protección. Harry lo considera una traición institucional, agravada por la indiferencia del Palacio de Buckingham, que se ha limitado a recalcar que "los tribunales ya han revisado repetidamente estos asuntos".
Mientras tanto, el rey Carlos, según los medios británicos, está "muy molesto" con su hijo. No por la batalla legal en sí, sino por haber hecho públicas las tensiones familiares, rompiendo una de las normas no escritas más sagradas de la realeza: nunca airear los trapos sucios. "Está frustrado. No entiende por qué sigue exponiéndolo todo", han declarado personas cercanas al monarca a The Sun.
A pesar del abismo emocional y la distancia física, Harry no renuncia a una reconciliación. "Me encantaría volver a tener una relación con mi familia. La vida es demasiado corta para seguir peleando", dijo. Pero también admite que no puede forzar lo que el otro lado no quiere: "Si no lo desean, es su decisión". En su entrevista, no evitó la autocrítica. Reconoció que su autobiografía Spare —un libro que desató una tormenta mediática al revelar detalles íntimos de su vida en palacio— marcó un punto de no retorno con algunos miembros de la familia. "Sé que hay cosas que nunca me perdonarán", confesó, visiblemente abatido.
El momento elegido para estas declaraciones tampoco ha pasado desapercibido: coinciden con el décimo cumpleaños de su sobrina, la princesa Charlotte, hija del príncipe Guillermo. Una fecha simbólica que resalta aún más la distancia emocional que separa a los Windsor. "He perdonado. Amo a mi país. Y me da mucha pena no poder mostrarles a mis hijos mi tierra natal", concluyó el príncipe. Con estas palabras, Harry ha dejado claro que, aunque su lucha legal haya terminado, la herida familiar sigue abierta. Y mientras el Reino Unido asimila la crudeza de sus declaraciones, la sombra de una reconciliación se vislumbra lejana. La guerra en Buckingham, más viva que nunca, ya no se libra entre bambalinas: es pública, dolorosa y, para muchos, sobrecogedora.