Casas Reales

La sobriedad de la reina Letizia en el funeral del Papa y otras escenas que no se vieron por televisión


Informalia

La señal institucional emitida por la Rai, la Radiotelevisión Pública Italiana, se centraba en el solemne sentido del féretro de madera del Papa Francisco y los oficiantes de su funeral, pero fue la agencia Associated Press la que mantuvo un enfoque inquebrantable sobre los Trump, Donald y Melania. A su lado, y casi de manera accidental, se encontraban Felipe VI y doña Letizia, que por orden alfabético se sentaban cerca de los estadounidenses, separados solo por Alar Karis, presidente de Estonia. De esta manera, los reyes españoles, aunque no lo buscaran, estuvieron bajo un foco constante durante la ceremonia.

A pesar de la magnitud de la ceremonia, el foco no solo se centró en la solemnidad del evento, sino también en los pequeños gestos y las actitudes de los asistentes. Al final, como siempre, los detalles de la ceremonia se mezclan con los rumores y las conversaciones informales, pero lo que realmente perdura es el simbolismo del acto: una despedida a un Papa que marcó una época, y una reafirmación de la unidad y la fraternidad entre los pueblos, más allá de las diferencias políticas o protocolares.

Desde el principio, la atención no se desvió de los cuatro. Los observamos en sus asientos, donde la compostura de los Trump contrastaba con la siempre peculiar actitud de Donald, cuyo lenguaje corporal, tan característico de él, no pasó desapercibido. Los reyes, en su turno, no escatimaron en elegancia ni discreción, pero algo captó de inmediato la atención: su uso de gafas de sol en plena misa. Este gesto, lejos de ser una simple necesidad por el sol abrasador sobre la Plaza de San Pedro, generó rápidamente una polémica. A pesar de que muchos otros mandatarios y monarcas también se protegían del sol, la Casa Real española tuvo que emitir un comunicado aclarando que el uso de las gafas fue una recomendación del propio Vaticano, dadas las horas de exposición directa sin posibilidad de movimiento. Sin embargo, la conversación en los círculos cercanos no cesó, y los comentarios sobre la reina Letizia y sus gafas de sol se convirtieron en uno de los temas recurrentes de la jornada.

Lo cierto es que, como siempre ocurre en estos eventos, la moda y los pequeños gestos adquirieron una importancia que, en algunos casos, eclipsó el verdadero significado de la ocasión. Mientras la reina Letizia, siempre sobria, mantenía la calma y la compostura, Donald Trump no dejaba de observar, a veces con evidente molestia, el imponente entorno del Vaticano. El presidente estadounidense, a pesar de la solemnidad del momento, parecía más interesado en las arquitecturas y en el entorno que en el ritual mismo. En varias ocasiones, lo vimos ojeando desinteresadamente el libro ceremonial, y conversando con su esposa, Melania, mientras algunos de los otros asistentes, como los reyes, seguían con absoluta seriedad los movimientos del servicio religioso.

En otro momento, y siempre bajo la mirada atenta de las cámaras, Donald Trump mostró su incomodidad al tener que levantarse y sentarse repetidamente durante el rito, una señal clara de que sus 78 años y su físico, que él mismo admite tener en los 98 kilos, no le favorecían en esa rigurosa ceremonia. Sin embargo, el presidente se mantuvo fiel a su estilo, manifestando con gestos y expresiones lo que muchos sospechan: una profunda desconexión con el ritual y las normas del lugar.

Por su parte, los Reyes de España se mantuvieron discretos y elegantes. Felipe VI fue el primero en estrechar la mano a Donald Trump a su llegada, mientras Letizia, como siempre, mostró su calidez al saludar a Melania Trump. Aunque algunos críticos apuntaron que el saludo de la reina fue frío, en realidad se trató de un gesto protocolario y respetuoso, acorde con la gravedad del evento. Lo cierto es que el saludo entre Letizia y Melania nunca llegó a ser tan efusivo como el de otros asistentes, pero eso no debería sorprender a nadie, pues en momentos como este, el respeto al rito y la solemnidad suelen ser más importantes que cualquier otro tipo de interacción.

El verdadero sentido de la ceremonia no fue tan superficial como los comentarios que giraban en torno al vestuario o los saludos entre mandatarios. A pesar de algunos comentarios sobre la actitud de Donald Trump y las gafas de sol de Letizia, lo que se mantuvo inmutable fue el tono solemne del funeral del papa Francisco. Durante la misa, los reyes españoles destacaron por su compostura y su respeto por la liturgia, siendo una representación digna de la monarquía española en un evento de esta magnitud. De hecho, en uno de los momentos más emotivos de la ceremonia, el rey Felipe y la reina Letizia compartieron un gesto de afecto al besarse en la mejilla durante el "signo de paz". Este gesto, a menudo visto como un símbolo de unidad y fraternidad, contrasta con la reticencia de algunos asistentes a participar plenamente en los rituales.

La sobriedad de la reina Letizia fue también notable, un reflejo del respeto que caracterizó su presencia en un funeral que, por su propio contexto, requería una gran discreción. Esta actitud fue una forma de marcar la diferencia frente a otras reinas y figuras del mundo que asistieron al funeral. Entre ellas, la reina Matilde de Bélgica fue uno de los puntos de discusión, especialmente por su elección de llevar una gargantilla de diamantes y perlas, que algunos consideraron excesiva para la ocasión. La reina Letizia, en cambio, optó por un broche de perlas que pertenece a la reina Victoria Eugenia, un gesto lleno de significado y tradición, pero también de prudencia.

Al margen de estos detalles, el funeral también estuvo marcado por el encuentro entre líderes mundiales. Entre los momentos más comentados, se encontraba una breve conversación entre Donald Trump y Volodimir Zelenski, que se sentaron frente a frente en el interior de la Basílica. Al margen del protocolo, hubo una foto filtrada en las redes sociales que mostró a los reyes Felipe y Letizia conversando con el príncipe de Gales, Guillermo de Inglaterra, en un ambiente más relajado. Este tipo de interacciones informales entre miembros de la realeza y otros líderes mundiales reflejan la buena relación que mantienen las casas reales, especialmente entre España y el Reino Unido.