Casas Reales

La sombra que se cierne sobre el trono de Marruecos, el reino y la sucesión de un monarca enfermo, oscuro y sórdido

Mohammed VI y su hijo, el príncipe heredero Moulay Hassan, en julio de 2015

Informalia

La situación en Marruecos se complica y la lista de misterios sobre nuestros vecinos del sur se alarga con cada día que pasa. Mohamed VI, un rey que ha gobernado durante más de dos décadas con una imagen entre el oscurantismo, modernidad y la cercanía, ha visto cómo su salud se resiente bajo el peso de los años y las dolencias. En su última aparición pública, durante la celebración de la Laylat Al Qadr, su presencia resultó inquietante. La figura del monarca, visiblemente afectada, se veía desplazada por las circunstancias, forzada a permanecer sentado mientras el resto de la realeza se sumergía en los gestos rituales del islam. Aquella imagen fue un espejo de su fragilidad, algo que, por más que se intente ocultar, no pasa desapercibido.

Así, como una sombra que se extiende, comenzaron a resonar los rumores de una posible abdicación, especulaciones alimentadas por el deterioro físico del rey. La ley marroquí, siempre férrea en su defensa de la primogenitura, establece que la corona se transmite por línea directa masculina, de padre a hijo, y que, en caso de no existir descendencia, el heredero será el pariente masculino más cercano en la consanguinidad colateral.

Moulay Rachid, el hermano de Mohamed VI que soñaba con ser rey y se quedó en un segundo plano Es el hermano menor del rey Mohamed VI de Marruecos y el segundo en la línea de sucesión, tras el príncipe Moulay Hassan, primogénito del rey. Siempre en un discreto segundo plano, los analistas destacan su gran preparación.

La sucesión parece asegurada en el príncipe Moulay Hassan, el primogénito del monarca, quien desde su nacimiento ha sido destinado a reinar bajo el nombre de Hassan III, siguiendo la tradición de su abuelo, Hassan II. Sin embargo, a sus 21 años, la realidad es que su juventud y su perfil más reservado han levantado murmullos dentro de la corte. Algunos temen que la nación no esté preparada para un monarca tan joven, tan poco experimentado, y no sería raro que se buscara una salida más pragmática.

En el otro lado de la balanza, se encuentra Moulay Rachid, el hermano del rey, que ha asumido un papel cada vez más visible en la escena pública. Aunque siempre estuvo destinado a ser la sombra, el segundo en la línea de sucesión, con el paso de los años ha logrado consolidarse como una figura clave en la corte.

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No es un secreto que en la familia real marroquí las tensiones nunca han sido leves

Rachid representa la estabilidad institucional que Mohamed VI podría necesitar, un apoyo discreto pero indispensable. A lo largo de su vida, ha sido el hombre de los pequeños gestos, el apoyo incondicional, el que asume las responsabilidades que su hermano no puede o no quiere asumir. Pero, ahora que los murmullos sobre el futuro de la corona se intensifican, su nombre se presenta como una alternativa plausible. Quizás menos carismático, pero más experimentado y, sobre todo, menos vulnerable que el joven Moulay Hassan. No es un secreto que en la familia real marroquí las tensiones nunca han sido leves. La historia de Hassan II y sus relaciones con sus hermanos dejó una huella imborrable en el majzén, y los ecos de aquellos tiempos resuenan con fuerza en los pasillos del poder. Aunque las disputas entre los miembros de la realeza siempre se han manejado con una discreción exquisita, hay quien afirma que la relación entre el heredero y su hermano menor no es tan cálida como podría parecer. La frialdad, más que el afecto, parece haber marcado el tono de sus interacciones. Sin embargo, como ocurre en toda corte que se precie, los detalles más oscuros nunca salen a la luz, y todo queda oculto en las sombras del palacio.

En este clima de incertidumbre, la figura de Mohamed VI parece ser la única ancla que aún mantiene unido el destino de Marruecos. Pero en el horizonte, las posibles transiciones de poder se asoman como una amenaza, no solo para la estabilidad del reino, sino para la paz que, por ahora, mantiene cohesionada a la realeza. El tiempo será quien dicte el camino, pero mientras tanto, el trono de Marruecos parece estar en una espera inquietante, suspendido entre la tradición, la ambición y el destino incierto.