Casas Reales

Exclusiva: Juan Carlos I decidió comenzar con sus demandas el día que supo de la denuncia de Leonor por las fotos de las cámaras de seguridad en Chile


Sara Tejada

La vida de Juan Carlos I, marcada por los altibajos y las constantes turbulencias, acaba de dar un giro que, aunque predecible, sorprende por la sutileza de su ejecución. El ex monarca español ha decidido emprender una serie de acciones legales contra aquellos que, según él, han contribuido a ensuciar su reputación y trastocar su vida privada de forma irreversible. Entre los implicados se encuentran Dante Canonica, su antiguo tesorero, y Corinna Larsen, la mujer que, según el relato oficial, fue objeto de un generoso obsequio por parte del rey saudí, en un acuerdo cuya verdad se desdibuja entre versiones contradictorias.

La motivación para esta nueva ofensiva legal no es tan evidente como la cifra astronómica que se maneja en las denuncias, ni siquiera la decepción personal que parece arrastrar a don Juan Carlos hacia esta lucha. Todo comenzó con una imagen. Una imagen que se filtró de forma inoportuna en las cámaras de seguridad de un centro comercial en Punta Arenas, Chile, en la que la princesa de Asturias, Leonor, aparecía como parte de un escorzo que, a ojos del Emérito, traía consigo una humillación inesperada. Ese día, parece ser, fue el momento de quiebre. Un punto de inflexión que aceleró lo que parecía solo una cuestión de tiempo: que el rey, o el ex rey, decidiera no quedarse callado más.

Don Juan Carlos, tras varios años de una vida discreta en Abu Dabi, lejos de la mirada curiosa del pueblo español y de las tensas interacciones con la Casa Real, ha sentido el peso de esa imagen como un desdén a su honor, que ya se encuentra manchado por años de escándalos y cuestionamientos. De ahí la decisión de dar un giro inesperado a su rol como monarca sin corona: lanzar demandas contra aquellos que considera responsables de lo que hoy podría denominarse un desmoronamiento de su figura pública.

Los contornos legales de este conflicto son complejos. Por un lado, Canonica, su ex tesorero, quien en su momento fue una pieza clave en la ingeniería financiera del monarca, enfrenta ahora la acusación de fraude. Un fraude que, según el Emérito, lo ha dejado en una situación de vulnerabilidad económica, algo que, en su interpretación, nunca fue debidamente gestionado por quienes él consideraba sus más cercanos aliados.

Por otro lado, Corinna Larsen, la alemana que se convirtió en la amante pública de don Juan Carlos y quien, según la narrativa que se teje desde Abu Dabi, fue beneficiaria de una generosa donación, se encuentra en medio de una batalla judicial que ha ido adquiriendo tintes cada vez más oscuros. La ex princesa ha sido una figura clave en el escándalo de los 65 millones de euros entregados por el rey saudí, dinero que Juan Carlos I sostiene que fue un "regalo para un futuro juntos" pero que Corinna interpreta como una transacción personal. Esta interpretación de los hechos ha llevado a la ex amante a denunciarlo por acoso y difamación, y la disputa continúa en un punto muerto.

Sin embargo, lo que resalta en esta nueva fase es la aparente determinación del Emérito de restaurar no solo su honor, sino la narrativa que ha gobernado su vida: la figura de un monarca que, a pesar de sus excesos y errores, sigue siendo un actor central en la historia reciente de España. En esta batalla legal, incluso la Casa Real parece haber quedado al margen, sin ofrecer ningún respaldo público a su acción. Y es que, tras la filtración de las imágenes de Leonor, la relación entre el padre de Felipe VI y Zarzuela parece haberse enfriado aún más, si es que eso era posible.

Además, la situación financiera del Emérito continúa siendo un misterio. A pesar de las acusaciones y las demandas que siguen girando en torno a él, Juan Carlos I ha insistido en que su vida en Abu Dabi es modesta, que vive "de prestado" gracias a la generosidad del rey Mohamed bin Zayed Al Nahayan, y que las gestiones logísticas de sus desplazamientos son coordinadas por Vistajet, la empresa de aviones privados vinculada al multimillonario suizo Thomas Flohr. Esta imagen de independencia económica choca con los rumores de una fortuna oculta, lo que alimenta el escenario de tensión que rodea su figura.

En Suiza, el Emérito se prepara para una demanda que se prevé larga y complicada. Los que le rodean no son ajenos a los riesgos, conscientes de que cualquier movimiento en falso podría abrir una nueva caja de Pandora sobre sus finanzas, ya tan cuestionadas. Y aunque el ex monarca no espera ver la resolución de su demanda en vida, tiene la esperanza de que sus hijas, Elena y Cristina, puedan heredar la causa y, si todo sale bien, acceder a esos millones.

Este enfrentamiento judicial llega justo en la antesala de un acontecimiento significativo: el cincuentenario de la ascensión de Juan Carlos I al trono, el discurso que pronunció aquel 22 de noviembre de 1975, donde prometió ser "rey de todos los españoles". Un aniversario que el Gobierno español tiene previsto celebrar con una serie de actos, pero de los cuales el Emérito ha sido excluido deliberadamente. Tal vez por eso, desde Abu Dabi, empieza a escribir su propia historia, esa que le permita recuperar lo que considera suyo: no solo el dinero, sino una imagen que el tiempo ha ensombrecido, pero que él sigue empeñado en recuperar.