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El gran braguetazo del príncipe Nicolás de Grecia con Chrysi Vardinogianni: lo que sabemos de la riquísima empresaria
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Informalia
La mujer que en uno días será princesa consorte pertenece a una poderosa y riquísima familia relacionada con el petróleo y el transporte marítimo, y está divorciada del cantante griego Nino, con quien es madre de dos hijos
La heredera Chrysi Vardinogianni, la magnate que ha conquistado al príncipe Nicolás de Grecia, será su mujer cuando no ha pasado ni un año del divorcio del príncipe de Tatiana Blanik, con quien el primo carnal de Felipe VI estuvo 15 años.
Hay algo de poético en los segundos matrimonios de la realeza: siempre más discretos, menos rimbombantes y con un aire de revancha romántica que solo entienden aquellos que han pasado ya una vez por el altar y han descubierto que el "para siempre" es un concepto, digamos, flexible. Así que aquí estamos, nueve meses después de que Nicolás de Grecia anunciara su inesperada separación de Tatiana Blatnik, con un nuevo enlace en el horizonte. Y no, no es cualquier boda, ni mucho menos una novia cualquiera.
La afortunada –o, según se mire, la valiente– es Chrysi Vardinogianni, una mujer que, si bien no lleva sangre azul en las venas, tiene algo que en ciertas esferas pesa incluso más: un apellido forrado de petróleo y flotas de barcos que surcan los mares como si fueran extensiones de su propia fortuna. Porque si algo ha aprendido la monarquía a lo largo de los siglos es que un buen matrimonio no siempre se mide en nobleza, sino en solvencia.
Un linaje de oro negro y aguas profundas
Chrysi Vardinogianni no es una recién llegada al mundo del poder. Su apellido resuena en Grecia como el eco de una saga que ha convertido el petróleo y el transporte marítimo en sinónimos de riqueza descomunal. Su padre, George Vardinogianni, es un magnate con tantas conexiones como barcos, y su madre, Agapi Politis, ha sabido moverse con la elegancia de quien entiende que el dinero, más que gastarse, se invierte en influencia.
Criada en la opulencia, Chrysi creció sabiendo que en la vida hay dos tipos de personas: las que ven los yates en las revistas y las que deciden en cuál de ellos pasar el verano. Su primer matrimonio fue con el cantante griego Nino, un romance de esos que hacen suspirar a la prensa rosa hasta que, inevitablemente, se desmoronan. De esa unión nacieron dos hijos, ya adolescentes, que han crecido entre la música de su padre y los negocios de su madre. Tras su divorcio, la empresaria tuvo un romance con el actor y director Konstantinos Markoulakis, pero la historia no prosperó. Y entonces apareció un príncipe.
Nicolás de Grecia, el aristócrata sin trono pero con agenda
Hijo de los reyes Constantino y Ana María de Grecia, Nicolás pertenece a esa generación de príncipes que han tenido que aprender a vivir sin corona pero con pedigrí. Con una educación exquisita –Relaciones Internacionales en Estados Unidos, especialización en Diplomacia y Seguridad Nacional–, el tercer hijo de los últimos monarcas griegos ha sabido labrarse un perfil que oscila entre el asesor de grandes empresas y el fotógrafo con exposiciones en distintos países. Porque, aunque no reine sobre Grecia, su linaje le sigue abriendo puertas en los salones adecuados.
De hecho, su vínculo con la monarquía española no es menor: es primo hermano del rey Felipe VI, y la relación entre ambos siempre ha sido estrecha. En su primera boda, celebrada en la isla de Spetses en 2010, estuvieron presentes cerca de 400 invitados, incluidos miembros de todas las casas reales europeas. Aquello fue un despliegue de pompa y boato que dejó claro que, aunque los griegos votaron hace tiempo por la república, la realeza sigue teniendo su propio círculo de influencia en el país.
Pero los cuentos de hadas modernos tienden a incluir capítulos de ruptura, y en 2023, después de 13 años de matrimonio, Nicolás y Tatiana Blatnik anunciaron su separación.
Un noviazgo breve pero estratégico
Que Chrysi Vardinogianni haya sido la elegida para escribir el siguiente capítulo de la vida sentimental de Nicolás no es casualidad. En las monarquías, incluso las destronadas, el amor no suele ser un capricho, sino un delicado equilibrio entre conveniencia, prestigio y afinidad.
La asistencia de Chrysi al homenaje por el segundo aniversario de la muerte del rey Constantino en Tatoi, el pasado 16 de enero, fue la confirmación oficial de que la relación iba en serio. No se trataba de un simple romance de verano, sino de una integración completa en la familia real. Luego vino el almuerzo posterior, el saludo a los allegados y, por supuesto, los rumores de compromiso que, en cuestión de días, pasaron de la especulación a la certeza.
Ahora, la boda está en marcha, aunque con un enfoque radicalmente distinto al de la primera. Olvidemos los fastos de Spetses y los invitados de sangre azul en tropel. Esta vez, Nicolás ha optado por una ceremonia discreta, rodeado solo de la familia y los amigos más íntimos. Entre los padrinos podrían figurar su hermano mayor, el príncipe Pablo; su mejor amigo, Nassos Thanopoulos, alto cargo de Morgan Stanley; y Vangelis Kefalogiannis, un nombre bien conocido en los círculos empresariales griegos.
Se baraja que la celebración tenga lugar en alguna región del sur del país, acorde con el amor de Nicolás por la tierra que, pese a no gobernar, siempre ha considerado su hogar. Fue el primer miembro de su familia en instalarse en Grecia tras el regreso de sus padres del exilio, y su conexión con el país va más allá de lo simbólico.
¿Un matrimonio de amor o de estrategia?
La pregunta inevitable es si esta unión responde a un arrebato romántico o a un movimiento perfectamente calculado. En la alta sociedad, y más aún en los círculos cercanos a la realeza, las segundas bodas suelen ser menos sobre cuentos de hadas y más sobre realidades pragmáticas.
Chrysi aporta a la ecuación un linaje de multimillonarios, una agenda de contactos que vale su peso en oro y una presencia consolidada en el entramado empresarial de Grecia. Nicolás, por su parte, añade el pedigrí aristocrático, la conexión con las monarquías europeas y la elegancia de quien ha sabido reinventarse en un mundo donde los títulos nobiliarios ya no compran coronas, pero sí prestigio.
Así que, aunque en el altar se hablará de amor y compromiso, es difícil no ver en este matrimonio una alianza cuidadosamente tejida entre la tradición y la conveniencia. Porque si algo ha demostrado la historia es que, aunque los tiempos cambien, ciertas reglas del juego siguen intactas. Y en el ajedrez de la realeza, cada movimiento tiene su propósito.