Casas Reales

María Laura de Bélgica celebra la llegada de su primer hijo: homenaje al rey Alberto II y lapso de tiempo en el anuncio

  • Un nuevo príncipe en la familia real belga

Informalia

Sin avisos ni rumores previos, la Casa Real belga sorprendía este martes con un comunicado que anunciaba el nacimiento de Alberto, el primer hijo de la princesa María Laura y su esposo, William Isvy. El bebé llegó al mundo el pasado 26 de enero en Bruselas, con un peso de 3,5 kg y, según la escueta nota oficial, tanto él como su madre "se encuentran bien". La elección del nombre no es casual: un tributo evidente a su abuelo, el rey Alberto II, quien, a sus 94 años, ha visto cómo su legado se perpetúa en una nueva generación.

El nacimiento ha sido toda una sorpresa. La discreción con la que han llevado el embarazo no hace sino reforzar la imagen reservada de María Laura, alejada de los focos y la pompa que rodea a otras ramas de la realeza. No hubo comunicados previos, ni imágenes de la futura madre en eventos oficiales que pudieran dar pistas. Solo ahora, con su hijo ya en brazos, han compartido la noticia con el mundo.

Un perfil discreto, una boda con historia

La princesa María Laura, hija de la princesa Astrid y el príncipe Lorenzo, siempre ha mantenido un perfil bajo dentro de la familia real belga. A sus 35 años, ha desarrollado su carrera profesional lejos de la esfera pública y nunca ha mostrado un interés especial por el protocolo ni por los compromisos oficiales. Su boda con William Isvy en 2022 fue un reflejo de su carácter: elegante, sobria y cargada de simbolismo.

El enlace, celebrado en septiembre de aquel año, comenzó con una ceremonia civil en el Ayuntamiento de Bruselas, para después continuar con una ceremonia religiosa en la catedral de San Miguel y Santa Gúdula. A la boda asistieron 500 invitados, incluidos los principales miembros de la familia real belga y representantes de otras casas europeas. Uno de los momentos más comentados fue la presencia de la princesa Delphine, hija del rey Alberto II, reconocida legalmente como miembro de la familia tras años de disputas judiciales. Su asistencia simbolizaba la reconciliación definitiva dentro de la dinastía.

Además de la familia real belga, la ceremonia contó con invitados de otras casas europeas, como Jean de Luxemburgo y la princesa Sybilla, así como Félix de Luxemburgo y su esposa. También destacaron figuras como Olympia Arco-Zinneberg y Astrid de Liechtenstein, quienes formaron parte del cortejo nupcial, ayudando a la novia con la cola de su vestido.

Uno de los detalles más singulares de la boda fue la incorporación de elementos judíos, en honor a las raíces de William Isvy. Durante la ceremonia religiosa, se entonaron cánticos en hebreo, un gesto que reflejaba la unión de dos tradiciones en una misma celebración.

Un futuro sin obligaciones reales

A diferencia de otros primos, como los hijos del rey Felipe, el pequeño Alberto no tendrá compromisos institucionales dentro de la monarquía belga. Su madre, María Laura, aunque es princesa de Bélgica, no forma parte del núcleo central de la familia real y ha preferido una vida alejada de la agenda oficial.

Por su parte, William Isvy, financiero de origen franco-británico, ha mantenido un perfil igualmente discreto. Su vida transcurre entre Londres y Bruselas, sin interés en los títulos ni en la atención mediática. Su hijo, por tanto, crecerá en un entorno más cercano a la esfera privada que al rígido protocolo de la realeza.

Con la llegada de Alberto, la familia real belga suma un nuevo miembro, aunque su destino parece marcado por la tranquilidad y la reserva. Un bebé que, sin deberes dinásticos en el horizonte, crece ya con un nombre que honra la historia de su familia y un futuro abierto, lejos de los focos y las obligaciones del trono.