Juan Carlos I, navegando a bordo de su Bribón Vs Felipe VI, de audiencias en Palma
Ana Gómez Viñas
Ventanilla del coche subida y ni una palabra. Don Juan Carlos, fiel al guion de la discreción que marca su tercera visita a España, ha llegado al Real Club Náutico de Sanxenxo. Ni rastro de photocall ni bienvenidas ruidosas ni aplausos. La escenografía en la Ría de Pontevedra es de perfil bajo. Ha sido este jueves 27 por la mañana. En perfecta sincronización de agendas, Felipe IV, en Palma, mantenía sus audiencias con las autoridades baleares. Es la otra cara de esta fotografía fija.
A pie de embarcación, le esperaba la tripulación de su querido Bribón 500. El emérito ha bajado las escaleras de piedra, los 21 empinadísimos peldaños que dan acceso al pantalán. Su paso evidencia los problemas de movilidad propios de su edad, 85 años. Se apoyaba con su mano derecha en su bastón y con la izquierda, en el brazo de su ayudante. Iba muy sonriente. Se notaba la especial ilusión que siempre le despierta embarcar en el Bribón. Con la asistencia de su equipo, ha subido al velero y ha saludado a los medios de prensa. Lleva un look náutico, gafas de sol, camiseta blanca, gorra, cazadora gris cortavientos, jeans y zapatillas.
Frente a esta imagen deportiva y privada, la de su hijo trabajando. Felipe VI, recién llegado a Palma, ha recibido este jueves a las autoridades baleares de las instituciones. Las audiencias han tenido lugar en el Palacio Real de La Almudaina.
Esta ha sido la primera aparición del rey emérito en tierras gallegas tras aterrizar en el aeropuerto de Peinador de Vigo este miércoles 26. Fue su amigo íntimo, Pedro Campos, presidente del club de Sanxenxo, quien le recogió y estos días le acoge en su casa, convertida en un fortín de privacidad, cenas de amigos y catering de pescados Piliña.