Casas Reales

Las inversiones del dueño del Mundial: por qué nos arrodillamos ante el impresentable emir de Qatar


    Sara Tejada

    Ya estamos casi todos arrodillados frente al televisor para gozar con el fútbol. Tenemos Mundial. Da igual que se juegue en Qatar, una dictadura, una monarquía absoluta en la que, según la propia constitución vigente, el emir, con tres mujeres y trece hijos, controla el poder legislativo, el judicial y nombra al primer ministro y a los miembros del gobierno. Hablamos de un país inmensamente rico gracias a las exportaciones de gas y petróleo, pero que discrimina terriblemente a las mujeres, condena la homosexualidad y esclaviza a los migrantes que trabajan bajo condiciones laborales inhumanas, bajo las cuales se producen miles de muertos. Da igual.

    Los Al Thani son la casa reinante en Qatar desde que se instauró la monarquía en 1868. Fue entonces cuando Mohammed bin Thani firmó un tratado con los británicos en el que se reconocía su estatus y Qatar se convirtió en un protectorado británico desde principios del siglo XX hasta que obtuvo su independencia en 1971. A diferencia de otros emiratos, como los de Dubái o Abu Dhabi, Qatar (como Baréin) se convirtió en un país independiente, gobernado bajo el yugo de una monarquía absoluta.

    El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, acusaba este sábado a los países occidentales de hacer un ejercicio de "hipocresía" por criticar esa situación con vistas a la celebración del Mundial de Fútbol sin atender a su propio pasado histórico. Y tiene parte de razón, aunque no dijo nada de la corrupción de su organización, ni cómo fueron condenados, uno por uno, Platini ni otros dirigentes bajo cuyo mandato se decidió hace diez años que Qatar acogiera este Mundial. Ni qué tuvo aquello que ver con la compra del PSG por parte de los qatarís y al sátrapa que manda en el país anfitrión.

    En la inauguración del Mundial, este domingo, vimos a Gianni Infantino junto a Mohamed bin Salmán (MBS), príncipe heredero de Arabia Saudí. El mandatario, que también ostenta el cargo de primer ministro del citado país, se sentaba en el palco presidencial junto al presidente de la FIFA. El máximo representante de la Federación Internacional de Fútbol compartía fila de butacas con el hombre acusado de haber orquestado el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, crítico con su régimen, hace cuatro años en la embajada de Arabia Saudí en Estambul.

    El dictador frente al que se "arrodillan" desde Don Felipe y doña Letizia al resto de los jefes de Estado occidentales, recibiendo al sátrapa con honores en sus palacios y residencias, es el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, tercer hijo del Jeque Hamad bin Jalifa Al Thani, y el segundo hijo de la Jequesa Moza bint Nasser al-Missned, la segunda esposa de Hamad. Tamim fue educado en la Sherborne School en Dorset, Reino Unido.

    Como decíamos, controla el poder ejecutivo y legislativo, tal y como prevé la Constitución de Qatar. También controla el poder judicial. Él decide quién es el primer ministro y nombra a todo el gobierno. También controla una colosal fortuna, de tal importancia que gobernantes del mundo occidental le muestran respeto y le reciben entre halagos y homenajes, como hizo Felipe VI en mayo.

    Una fortuna de 450.000 millones de euros

    Se calcula que la fortuna de la familia real catarí supera los 450.000 millones de euros. Incluye inversiones importantísimas en firmas como Barclays Bank, British Airways, Volkswagen, Harrods o El Corte Inglés. La prensa británica destacaba estos días que en Londres la monarquía qatarí tiene más propiedades que la familia real británica, incluyendo los lujosos hoteles Ritz y The Savoy. El brazo gestor es el fondo soberano Qatar Investment Authority, creado en 2005 para mover los fabulosos beneficios generados por las exportaciones de gas y petróleo.

    El pasado mes de mayo, durante su viaje oficial a España, vimos sin velo a la jequesa de Qatar. Una imagen insólita, porque el jeque Tamim I de Qatar permitía por primera vez que una de sus tres esposas se estrenara como embajadora en el extranjero y se exhibiera en un acto público sin velo. Nadie, ni en su país ni fuera de él, había podido verla luciendo su cabello, algo que en occidente no hubiera tenido la más mínima importancia.

    El jeque de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, es el décimo hijo y el cuarto varón del rey Hamad. Fue el tercer miembro en ser designado. El primer príncipe heredero oficial fue su hermanastro mayor, el jeque Mishaal bin Hamad bin Khalifa Al Thani (1972), hijo de la jequesa Mariam, la primera mujer del rey Hamad, y su prima hermana.

    La jequesa Jawaher abrió su cuenta de Instagram en 2013. La nueva primera dama la estrenó entonces pero la cerró al mes. Ha vuelto a usarla ocho años después para que la viéramos junto a su marido, el emir Tamim, en España, con el citado posado con el pelo suelto. "Primer post de Sheikha Jawaher Bint Hamad Bin Suhaim Al Thani desde 2014", reza la nota.

    Su marido, el emir Tamim, también tiene cuenta en Instagram y suma un millón de seguidores. Durante su viaje a España subió tres fotografías: dos con el rey Felipe y una con Pedro Sánchez. Nunca ha aparecido con ninguna de sus esposas. Tiene tres. Su prima segunda Jawaher es la primera, con ella se casó en 2005 y tiene dos hijos y dos hijas. En 2009 se casó con la jequesa Al Anoud, con la que tuvo cinco hijos, tres hijas y dos hijos. Y en 2014, con una tercera esposa, la jequesa Noora, con la que tuvo tres hijos y una hija. Se supone que las tres esposas viajan juntas con su marido y todos los hijos durante las vacaciones, una comitiva amplia, de la que poco sabemos y que resulta inconcebible a ojos de la sociedad occidental.

    La prensa árabe se refirió durante su estancia en España a la visita de Jawaher: dijo que la primera dama del Golfo, sin velo, había desafiado a las limitaciones religiosas de la sociedad conservadora que reina en el país organizador de este polémico mundial y de toda la península arábiga.

    El modernizador responsable de este supuesto aperturismo de la riquísima Casa Real de Qatar es el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, hijo de Hamad, de la familia de los Al Thani. El jeque Tamim representa a las nuevas generaciones de las monarquías del Golfo: tiene 42 años y su esposa (y prima segunda), la jequesa Jawaher, solo 38.

    Tamim llegó al poder de forma pacífica, y no tras un golpe de estado, como había sucedido hasta ahora. Su padre, el jeque Hamad, abdicó en su favor hace diez años, si bien se dice que sigue maniobrando en la sombra.

    A sus 63 años, la archifamosa jequesa, la estilosa mujer que hace ya 20 años dio lecciones de moda, da conferencias sobre arte y llama la atención del mundo entero como cuando, allá por 2003, durante su gira por Estados Unidos, sorprendió por su glamour en las televisiones que se fijaron en ella. Aún hoy, Mozah bint Nasser cuenta con casi 900k seguidores en Instagram. La madre del emir Tamim, que cuenta con su propia página web, está considerada por la prensa árabe como la mujer más elegante del mundo. La jequesa Mozah preside varios organismos benéficos y es accionista de empresas de lujo y moda, además, preside la Fashion Trust Arabia, encargada de promocionar la moda árabe. Su imagen característica es la que todos imaginamos: con el turbante en la cabeza, verdadera marca de su estilo.

    Da igual que Amnistía Internacional haya condenado sin paliativos las declaraciones del presidente de la FIFA, o que pida un fondo de compensación a las familias de los fallecidos en las obras del Mundial. "Por las cosas que los europeos han hecho al mundo durante los últimos 3.000 años deberían estar disculpándose otros 3.000 antes de empezar a dar lecciones morales a la gente", decía el presidente de la FIFA en rueda de prensa. "¿Cuántas compañías de negocios, europeas o extranjeras, que ganan millones, miles de millones gracias a Qatar, han discutido la situación de los derechos de los trabajadores migrantes con las autoridades? Ninguna, porque cambiar la legislación implica menos beneficios", se ha preguntado durante la comparecencia, un monólogo de casi una hora en el que defendió la celebración del torneo en un país criticado por la represión contra activistas y la comunidad LGBTQ y el maltrato a los trabajadores extranjeros. "Hoy albergo sentimientos muy poderosos. Hoy me siento catarí, me siento árabe, me siento africano, me siento gay, me siento discapacitado, me siento un trabajador migrante", aseguraba antes de matizar que se trataba de una expresión de empatía.

    "Por supuesto que no soy catarí, árabe, africano, gay, discapacitado o trabajador migrante. Pero me siento como ellos porque sé lo que significa ser discriminado y acosado como extranjero en un país extranjero", ha indicado.

    Antes de la Copa del Mundo, el ex internacional de la selección de fútbol de Qatar Jalid Salman, uno de los varios embajadores del torneo, declaró que ser gay es un "daño mental". Para Infantino, "esta lección moral unilateral es solo hipocresía", argumentó.

    Amnistía Internacional condena las palabras de Infantino, al que le recuerda el enorme número de víctimas mortales, denunciadas en febrero del año pasado en una investigación de 'The Guardian', entre los trabajadores migrantes que han construido contrarreloj los estadios donde se disputan los encuentros. Las autoridades de Qatar solo han confirmado 37 fallecidos entre esta comunidad y solo tres "laborales".

    "Las demandas de igualdad, dignidad y compensación no pueden tratarse como una especie de guerra cultural: son Derechos Humanos universales que la FIFA se ha comprometido a respetar en sus propios estatutos", añade la ONG, que recomienda al organismo internacional "si hay un rayo de esperanza", la creación de un fondo de compensación a partir del dinero que recaude la organización.

    "Esto no puede ser un mero escaparate. Si la FIFA quiere salvar algo de este torneo, debe anunciar que invertirá una parte significativa de los 6.000 millones de dólares (una cantidad aproximada en euros) que la organización ganará con este torneo y se asegurará de que este fondo se utilice para compensar directamente a los trabajadores y sus familias", concluye Amnistía.