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Marta Gayá, el verdadero amor de don Juan Carlos, regresa a Mallorca para enterrar a su madre


    Martín Alegre

    Desde hace dos años, la mallorquina Marta Gayá apenas ha sido vista en la isla. Ella fue, con permiso de doña Sofía, el amor más sincero y duradero del rey Juan Carlos. El propio Borbón se lo confesaba en 1990 a su amigo Josep Cusí: "Nunca he sido tan feliz", tal y como se puede escuchar en una grabación hecha por los servicios secretos y difundida en 2017.

    Pero a esta decoradora exquisita, que acaba de cumplir 70 años, nunca le gustó salir en las revistas ni ser objetivo de los focos. Por eso huyó de Mallorca cuando se publicó una foto suya con el rey emérito en julio de 2017 (abajo).

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    Los dos estaban invitados a la inauguración de la iglesia de San Juan Bautista en Irlanda, restaurada por un millonario amigo tanto de don Juan Carlos como de la mallorquina. Hacía 25 años que el padre de Felipe de Borbón y su gran amor mallorquín habían roto su intensa relación, y sin embargo seguían siendo amigos y permanecían en contacto.

    Un año después, se desvelaron las conversaciones de Corinna con el comisario Villarejo y Juan Villalonga, ex presidente de Telefónica, y el ex comisario Villarejo, grabadas por este último para dañar la imagen del rey y de la institución, motivos más que suficientes para que Marta Gayá, siempre discreta y ajena a los focos, se alejara más que nunca de la curiosidad pública y de la prensa.

    Pero hace dos semanas Marta Gayá ha tenido que regresar a Palma obligada por la muerte de su madre, una señora de 90 años que sin embargo tenía buena salud y podía hacer una vida normal y con cierta independencia. Marta, que pasa gran parte del año viajando o en su casa suiza de Gstaad, estaba de viaje en Canadá cuando falleció su madre, y tuvo que retrasarse el entierro hasta que ella llegara. Por expreso deseo de su hija, para evitar a la prensa y mantener su habitual discreción, no se celebró ningún funeral y sólo unos pocos amigos acompañaron a Marta y a sus dos hermanos en el tanatorio. Muy poca gente en la isla se enteró del fallecimiento, como tampoco tuvo eco la muerte de su padre, Fernando Gayá, hace ya dos años.

    Los padres de Marta Gayá habían sido los dueños de una importante cementera y del hotel Villamil, un elegante establecimiento en la localidad de Paguera, con terrazas y jardines con encanto, gestionado más tarde por una cadena hotelera.

    Después de su divorcio del ingeniero Juan Mena, con el que estuvo casada cuatro años, y en la plenitud de sus relaciones con don Juan Carlos, la decoradora mallorquina se instaló en un ático en el paseo Marítimo de Palma frente a Porto Pi.

    Sólo sus padres, sus hermanos y algunos amigos hacían que Marta Gayá regresara a Palma y cuando lo ha hecho ha sido para salir a navegar en su barco, sin apenas dejarse ver en las grandes fiestas sociales del verano mallorquín. "Ahora que sus padres ya no están, vendrá menos que nunca", nos dice alguno de ellos.