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Wallis Simpson, la esposa de Eduardo VIII, era cálida y educada, no fría y calculadora
Informalia
Una nueva biografía de la duquesa de Windsor rompe con la imagen de mujer fría y calculadora que hasta ahora se tenía de la socialité estadounidense y divorciada por la que Eduardo VIII renunció al trono.
La periodista y escritora Anna Pasternak se ha entrevistado durante meses con amigos muy cercanos a la pareja y junto con una exhaustiva recopilación de diarios del propio Eduardo VIII, ha elaborado La Verdadera Wallis Simpson, donde retrata a la mujer más odiada por el clan de los Windsor como alguien prudente que intentó evitar la abdicación de su amante y el posterior escándalo que supuso: "Recabé toda mi capacidad de persuasión e intenté convencerle de lo desesperada que era su situación. Su empeño en combatir lo inevitable solo supondría una tragedia para él y una catástrofe para mí", habría dicho Simpson, según Pasternak.
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La autora afirma que Simpson quiso dar por finalizada su relación sentimental y abandonar el país cuando el secretario de la Casa Real escribió una carta a Eduardo VIII avisándole de que jamás conseguiría la bendición del Parlamento. Él se opuso: "No harás nada semejante. No lo toleraré. Esta carta es una impertinencia. No me van a detener. Con o sin trono, voy a casarme contigo", le habría dicho. Ella no pudo negarse a luchar por su amor junto a él: "Insistió en que me necesitaba, y como mujer enamorada que era, estaba preparada para atravesar ríos de tristeza, mares de desesperación y océanos de agonía por él".
Wallis y Eduardo: un amor contra viento y marea
Finalmente, Eduardo VIII firmó su abdicación en diciembre de 1936 y fue sucedido por su hermano, Jorge VI, el padre de Isabel II. Nombrado duque de Windsor, peleó con uñas y dientes para conseguir que Buckingham Palace aceptara a su esposa, a quien negaron el título de Alteza Real. No sólo no lo consiguió, sino que fue 'invitado' a abandonar Inglaterra con ella. La pareja se instaló en Francia, donde Wallis Simpson se convirtió en icono de la elegancia y la perfecta anfitriona de las veladas que organizaba en Europa y Estados Unidos.
Lejos de la imagen de mujer ambiciosa y sibilina que le atribuyeron otros escritores y biógrafos, Pasternak afirma que la americana, divorciada en dos ocasiones antes de conocer a Eduardo VIII, era una mujer educada y cálida que arrastraba un pesado sentimiento de culpabilidad por el devenir de los acontecimientos: "Debí darme cuenta entonces de que aquel era un momento decisivo, el momento en que un movimiento por mi parte habría evitado esta crisis", habría dicho. Wallis 'desapareció' al morir su marido, en 1972, y se recluyó en una casa a las afueras de París hasta su propia muerte, catorce años después. Sus restos mortales descansan, junto a los de Eduardo VIII, en el cementerio real cercano al castillo de Windsor.