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Eduardo Zaplana, el político del PP más simpático y ligón


    Sara Olivo

    Siempre fue el más moreno, el más guapo y el más divertido de todos los altos cargos del Partido Popular. Eduardo Zaplana ganaba y gana en las distancias cortas. Incluso en los últimos tiempos, ya muy enfermo y antes de entrar en prisión, protagonizó una portada de una revista del corazón.

    Tiene 62 años y se encuentra en estado terminal. La leucemia que le ha hecho visitar el Hospital La Fe de Valencia en varias ocasiones no remite ya. Es por ello que la jueza del caso Erial, María Isabel Rodríguez, ha permitido por fin a Eduardo Zaplana salir de la cárcel, no sin antes bloquearle seis millones de euros.

    Su decisión contentará a todos aquellos que comparaban el caso del ex presidente balear con el de los etarras con pronósticos incurables que fueron excarcelados y superaron tras su salida el tiempo de esperanza de vida que se preveía para ellos al quedar en libertad.

    Eduardo Zaplana ingresó en prisión en mayo del 2018 acusado de haber blanqueado más de 10 millones de euros. Procedían de las comisiones ilegales cobradas cuando ejercía el cargo de presidente de la Comunidad Valenciana. Nadie se explica cómo se dejó pillar. Eduardo, el más listo y el más alto del PP, se dejó unos papeles muy comprometedores olvidados en un falso techo de una casa que vendió a un Imán sirio.

    El Imán, en lugar de devolvérselos a su dueño, se los dejó a Marcos Benavent, el autodenominado 'yonki del dinero'. Benavent, convertido en arrepentido del caso Taula, puso el ventilador de la mierda a funcionar cuando le hizo falta. El Villarejo valenciano utilizó esta palabra tan escatólogica al entrar en prisión. Ya avisó que iba a salir mucha y "a punta de pala", y cumplió su palabra.

    El mayor damnificado ha sido Eduardo Zaplana. La historia parece sacada de un guión de cine escrito expresamente para George Clooney y empasta muy bien con la imagen que ha proyectado siempre el político con más glamour de todos los que han pasado por el PP.

    Alto, delgado, siempre moreno cuando gozaba de buena salud, a Eduardo Zaplana, casado por la Iglesia con la madre de sus hijas, Rosa Barceló, se le han atribuido infinidad de amistades femeninas. Desde una fallera mayor con la que fue sorprendida a bordo de un barco hasta Paloma Lago, quien negó categóricamente que tuviera nada que ver con él. En el año 2006, la revista QMD publicó unas fotos suyas tomadas en Sicilia besando a Elvira Suanzes en los labios, una rubia de 28 años diputada por el PP en las Cortes valencianas. En ese aspecto ha estado dando que hablar hasta hace muy poco. Ágatha Ruiz de la Prada, tras separarse de Pedro J. Ramírez, gran amigo de su ex, fue 'pillada' cuando cenaba en un restaurante con él. Hubo quien pensó que la diseñadora fue quien avisó a los paparazzi.

    Siempre ha tenido éxito con las mujeres. Ha sido y es un hombre con un enorme sentido del humor que sabe sacarle punta a todo. Divertido, sagaz, bromista… Así lo recordaba Juan José Millás en un artículo escrito hace mucho en El País: "Era abrir la boca Zaplana y morirnos de la risa. Nos reíamos todo el tiempo, a lo bobo, como en la mili, sin motivos.... No recuerdo qué decía Zaplana, pero no es lo que dijera, era el tono, el movimiento de las manos, la forma en que hacía rimar la comisura de los labios con la de los extremos de las cejas. Yo jamás he conseguido esa musicalidad".

    No es de extrañar que su mujer, Rosa Barceló, haya estado locamente enamorada de él. En el spa del gimnasio al que acudía, uno de los mejores de Madrid, las mujeres con bañadores de tigresa se tiraban en plancha para sentir de cerca las burbujas que rozaban el cuerpo del poder. Un cuerpo que ha cuidado mucho. Sabe jugar al tenis, se defendía con el fútbol y esquiaba muy bien.

    Incluso estando muy enfermo nunca dejó de ir al gimnasio y practicar ejercicios aeróbicos. Siempre ha usado trajes hechos a medida y le pierden los relojes. Su valiosa colección, que incluye un Patek Phillippe horario universal valorado en unos 18.000 euros, fue decomisada por la jueza del caso Erial, así como dos Audis, un Q7 y un Q3 valorados en 110.000 euros. Atrás quedó el famoso Vectra. El origen de la anécdota fue una frase registrada en una grabación del caso Naseiro: "Pues eso es lo que pasa. Tengo que ganar mucho dinero, me hace falta mucho dinero para vivir. Ahora me tengo que comprar un coche. ¿Te gusta el Vectra 16 válvulas?".

    Tras ocho meses en prisión, Eduardo Zaplana volverá a su casa en cuanto los médicos le den el alta. Lleva seis semanas ingresado y aislado. Fuera le espera su mujer, enferma de leucemia como él, y sus hijas. Al margen de cualquier consideración sobre sus actuaciones, es de desear que su esperanza de vida sea mucho mayor a la que le hayan calculado los médicos.