Actualidad
¿Por qué se dice que la fortuna de la Casa de Alba huele a Bacalao?
Sara Olivo
El patrimonio de los Alba tiene un valor incalculable. Y sin embargo Carlos Fitz James Stuart no figura en la lista de los hombres más ricos del mundo. Resulta difícil cuantificar una fortuna que está formada en su mayor parte por bienes de valor histórico artístico que no pueden ser sacados del país. Desde castillos como el de Monforte de Lemos, en Lugo, hasta los cuadros de Goya que adornan el Palacio de Liria.
A menudo se han quejado los miembros de la familia de la escasez de liquidez de un ducado que no ha sabido rentabilizar su inmensa fuerza agraria como debiera. No han sido nunca buenos negociantes. Carlos V y Felipe II arruinaron al Gran Duque de Alba, quien puso toda su fortuna al servicio del Imperio. Pero hay una excepción en el árbol genealógico de los Alba. La liquidez de esta importante familia se debe a un plebeyo, el tatarabuelo de la fallecida Cayetana Fitz James Stuart. Estamos hablando de Simón Gurtubay Zubero, nacido en el año 1800 y fallecido en 1872. Es de él de quien más orgullosos deberían sentirse si hablamos de pecunio y dejamos de lado los servicios a la Corona y a España.
Rosario de Silva y Gurtubay, madre de la duquesa de Alba
Una tilde que cambió la fortuna de un hombre
Simón era hijo de un modesto menestral vizcaíno que había emigrado a Bilbao siendo muy joven para comerciar con pellejos. La suerte no le sonrió, y desvió sus intereses a la importación de bacalao procedente del norte de Europa. El volumen de negocio que manejaba era muy limitado. Importaba cantidades muy pequeñas. Un día dictó a un empleado despistado una orden que cambió su vida. Solicitaba a sus proveedores con sede en Noruega la cantidad de cien o ciento veinte bacalaos. Pero el mensaje fue transcrito de la siguiente manera. "Les ruego que me envíen en el primer barco que toque el puerto de Bilbao, 100 ó 120 bacaladas de primera calidad superior". A la letra o entre las dos cifras le faltaba un acento. Y la ausencia de esa tilde cambio su vida y la de sus descendientes, y también la cultura gastronómica del norte del país. No fueron ni cien, ni ciento veinte las unidades que enviaron sino lo que realmente se había escrito, sino "1000120", un millón ciento veinte bacaladas.
El antepasado del duque de Alba a punto estuvo de ahorcarse al recibir el encargo. Pagó como buenamente pudo, y al borde de la ruina intentó vender sin éxito su arsenal bacaladero por toda España. Sin embargo, el destino le demostró que el último escalón de la mala suerte es el primero de la buena. Un acontecimiento histórico dio la vuelta por completo a su situación. La ciudad de Bilbao fue sitiada por las tropas carlistas el 23 de octubre de 1836. El asedio convirtió en prioritaria la adquisición de alimentos no perecederos durante los meses que duró el sitio, hasta la liberación por parte del General Espartero, al mando de las tropas isabelinas.
María del Rosario Gurtubay y González de Castejón, abuela de la duquesa de Alba
Y el bacalao es, desde tiempo inmemorial, el alimento no perecedero por excelencia, el único pescado que podían comer en España las ciudades sin puerto cuando se trasladaba en salazón y en barricas de roble. Por culpa del asedio, y a falta de otros alimentos, los bilbaínos se alimentaron a la fuerza con las inagotables previsiones de bacalao del antepasado del duque de Alba. Don Simón Iturbe, gracias a la guerra, se convirtió en un magnate, un hombre inmensamente rico. Lo que obtuvo del bacalao bélico lo invirtió ya sin ninguna falta de ortografía en diversos negocios. Participó como socio fundador en el Banco de Bilbao y también el tendido de vías y la creación del ferrocarril que unió Bilbao con Tudela.
La abuela de Cayetana, una belleza plebeya
Su nieta, María del Rosario Gurtubay y González de Castejón, se convirtió en un partidazo. Era una plebeya de buen ver, de caprichosa elegancia y enorme simpatía. Rasgos regulares, boca sensual, ojos grandes adornados por unas maravillosas pestañas… Y una dote millonaria.
El 2 de febrero de 1889 contrajo matrimonio con Alfonso de Silva y Fernández de Córdoba, décimo sexto Duque de Híjar. Fue él quien aportó muchos de los títulos que ostentan ahora los hijos de la fallecida Cayetana de Alba. Era duque de Aliaga, marqués de San Vicente del Barco, conde de Palma del Río, conde de Aranda, conde de Salvatierra, XVII marqués de Almenara y conde de Ribadeo.
Tuvieron una hija, la bisnieta de nuestro Don Simón el bacaladero, María del Rosario de Silva y Gurtubay, quien contrajo matrimonio en Londres con el décimo séptimo duque de Alba. María Rosario fue la madre de la fallecida duquesa de Alba, y por lo tanto la abuela del actual duque.
Simón Guturbay no solo dotó de liquidez a una casa ducal que estaría en bancarrota si no fuera por el célebre acento de la letra o, la que separaba las cifras de la cantidad de bacalao que pedía. También cambió la historia de la gastronomía del norte de España.
Los vascos, para no aburrirse de tanto comerlo, aprendieron a cocinar con centenares de recetas de bacalao como sabemos: al pil, pil, a la Llauna, en exqueixada, a la navarra, es decir, al ajo arriero; con pasas y ciruelas, en puchero… Y es indispensable en la Semana Santa. El bacalao, además de rico, versátil y barato tiene infinidad de nutrientes que son escasos en otros alimentos, especialmente el Omega 3. Forma parte de la cultura gastronómica de nuestro país y fue un alimento importantísimo para los marineros españoles en sus expediciones a América.