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Nicki Minaj se arrastra ante el dictador de Angola por dos millones de dólares

  • La rapera actuó en Luanda pese a las advertencias

Informalia

Una vez más, el dinero es más importante para algunas estrellas que el respeto a los derechos humanos. Aunque a menudo el 'postureo' de determinadas celebridades da a entender que están comprometidas con la bondad y en contra de la injusticia, a la hora de la verdad algunas tienden la mano para recoger el dinero procedente de la corrupción de los poderosos y la miseria y el sufrimiento de las poblaciones oprimidas. Nicki Minaj ha sido la última en arrastrarse ante un director por un puñado de dólares: dos millones exactamente se llevó por una actuación en Luanda el sábado pasado.

Unitel, compañía líder de telefonía móvil de Angola, celebra cada año una gran gala navideña en la capital. La estrella invitada era Nicki Minaj. Pero al menos, aparte del inmenso caché que se lleva la repera por cantar y actuar en el país africano, recibe un 'zasca' importante: hace dos semanas, Human Rights Foundation denunció que detrás de Unitel está Isabel dos Santos, hija del dictador angoleño José Eduardo dos Santos. Dos Santos saca tajada de la corrupción y el nepotismo más impune: los sobornos y el enriquecimiento de los cercanos a la familia presidencial conviven desde hace más de treinta años con la miseria de la población y las violaciones constantes a los derechos humanos. La hija del presidente es la multimillonaria más joven de África: petroleras, inmobiliarias, diamantes de sangre o la citada compañía de telecomunicaciones están entre sus negocios. "Todo el que pretende entrar en Angola sabe por dónde hay que pasar", explica un voluntario de una conocida ONG. Transparencia Internacional asegura que el caso de Angola es uno de los mayores entramados mundiales de corrupción a gran escala. Tanto es así que Human Right Foundation pidió a Minaj que cancelara su actuación, que no bendijera con su imagen y su presencia a un régimen opresor, corrupto y dictatorial bajo cuyo yugo sufre la población mientras sus dirigentes disfrutan de una opulencia sin límites. Pero la rapera cogió los dos millones de dólares que le ofrecían los dictadores y subió un vídeo de su actuación con el cartel: "Angola en mi corazón". Minaj no puede argumentar que no supiera nada de la mala fama de la familia presidencial angoleña después de los innumerables toques de atención que recibió desde las organizaciones internacionales que velan por el respeto a los derechos humanos. Nicki Minaj no ha sido la única en coger el dinero y ponerse una venda en los ojos para no ver la talla moral de quienes la contrataban: otra estrella estadounidense de la talla de Mariah Carey, compañera de Minaj en el jurado de American Idol, cantó para los Dos Santos en una gala similar en 2013. Carey se había comprometido a no actuar nunca más para un dictador después de que se conociera que participó en un espectáculo privado para el dictador libio Muammar Gadafi. Pero no cumplió su palabra y optó por guardarse el dinero de la corrupción.