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Letizia: las consecuencias políticas de un tercer embarazo que no se plantea "de momento"

  • La reina no descartó ser madre otra vez

Martín Alegre

¿Quién no recuerda esa imagen? Hace unos días, mientras presidía una de las mesas del Día de la Banderita, en beneficio de Cruz Roja, la reina Letizia cogió en brazos al bebé de una señora que se acercó. Ante el gesto, la señora le preguntó: "¿Se anima su Majestad a un tercer hijo?".

"Me lo quedaría porque me gustan mucho los bebés, pero de momento, no", respondió la Reina. La contestación no tendría más importancia en cualquier madre de familia: es una forma banal de contestar a una pregunta de cortesía. Pero en boca de la reina ese "de momento", se presta a interpretaciones de cierta trascendencia política. Tal vez la esposa de Felipe VI no se dio cuenta en ese momento de ternura junto a una bebé de lo que significa siquiera la posibilidad de que el Rey y ella les dieran un hermanito a Leonor y Sofía.

Doña Letizia tiene ahora 43 años y los dos embarazos anteriores le provocaron molestias que sin ser graves le impidieron a veces cumplir con su agenda oficial. Después del nacimiento de la infanta Sofía, fuentes oficiosas de Zarzuela, afirmaban en privado que los reyes habían decidido no tener más hijos. Seguramente y entre otras razones, porque en España todavía se mantiene en vigor la preferencia del hijo varón mayor para reinar. Sin ir más lejos, la misma ley que hace que Felipe sea rey en lugar de Elena.

En Europa, otras dos monarquías, Mónaco y Liechtenstein, mantienen esta norma hereditaria que choca contra la esencia misma de la democracia y la igualdad que debe haber entre hombres y mujeres. En España toda la clase política está de acuerdo en que hay que derogar una disposición obsoleta y anacrónica, pero ningún gobierno se ha atrevido a poner en marcha el trámite.

El mecanismo es complicado. Se trata de reformar la Constitución y se haría por el llamado "procedimiento agravado", ya que afecta a la definición de Estado.

Se requiere el acuerdo de la mayoría de dos tercios del Congreso y del Senado, la disolución de las Cortes, elecciones generales y la convocatoria de un referéndum de ratificación de la nueva norma.

Esa circunstancia podría ser aprovechada por alguna autonomía para reclamar independencia u otro modelo de estado, o para que el referéndum preceptivo se convirtiera en elegir entre Monarquía o República.

Según la reina, y dado que no fue tajante en su respuesta a la pregunta que le hizo una mujer sobre la posibilidad de una futura maternidad, se puede afirmar que no es imposible que un tercer hijo llegue: al segundo siguiente de conocerse públicamente que doña Letizia y Felipe hubieran concebido otro hijo, nos encontraríamos en una situación que afectaría seriamente al Estado.

Un nuevo embarazo de la reina, sin haberse modificado la Carta Magna, y con Leonor como Princesa de Asturias, (el título propio de la heredera o heredero a la Corona), sería lo menos oportuno para el momento que vive España y provocaría una algarabía política de consecuencias imprevisibles.

Y si lo que viniera en camino fuera un varón, no digamos. Sin la reforma constitucional, Leonor sería automáticamente descartada como futura reina de España, una humillación que ofendería especialmente a todas las mujeres del país.

La reina Letizia debe medir sus palabras si éstas tienen tanto calado político. Ella sabe muy bien que su respuesta pueden interpretarse al pie de la letra.