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Angela Merkel fue atacada por un loro este jueves (y muchas cosas que no sabes de su vida privada)


    Informalia

    Alemania vive este domingo unas elecciones inéditas en 16 años, el tiempo que ha estado Angela Merkel al frente del Gobierno. Sin la veterana canciller en las papeletas y con la incertidumbre de cómo se reconfigurará el panorama político, los alemanes deberán elegir quiénes conforman el Budestag (Cámara Baja) para la próxima legislatura.

    Unos 60,4 millones de ciudadanos están llamados a votar, alrededor de 1,3 millones menos que en las elecciones de 2017, de las que surgió una repetición de la 'gran coalición' entre el bloque Unión Cristiano Demócrata (CDU)-Unión Social Cristiana (CSU) y el Partido Socialdemócrata (SPD).

    En esta ocasión, sin embargo, ninguna de las dos partes parece dispuesta a reeditar dicho pacto. Los socialdemócratas, que figuran por delante en los sondeos tras ir a la zaga durante toda la legislatura saliente, lanzan guiños a Los Verdes, que aspiran a obtener su mejor resultado histórico, mientras que el bando conservador se inclina 'a priori' más hacia el Partido Democrático Libre (FDP).

    El SPD figura en las encuestas con una intención de voto cercana al 25 por ciento, alrededor de cuatro puntos por delante de la CDU-CSU. Los Verdes rondarían el 14 por ciento, el ultraderechista Alternativa para Alemania el 12 por ciento, los liberales del FDP el 11 por ciento y Die Linke (La Izquierda) el 7 por ciento.

    A excepción de la extrema derecha, la AfD, denostada para pactos en la escena política alemana, de los votos y escaños que obtengan el resto de grandes partidos dependerá quién gobierna Alemania, y Europa entera, por no decir el planeta, está pendiente del desenlace.

    Los vaticinios aritméticos anticipan una coalición de al menos dos partidos y los posibles pactos han sido motivo recurrente de reproche en campaña, una campaña a la que se ha sumado Merkel en los últimos días y en la que ha saltado la anécdota: la canciller fue picoteada por un loro el jueves, durante un mitin de su partido en el estado nororiental de Mecklemburgo-Pomerania Occidental donde apoyó al candidato del bloque Unión de centroderecha en el distrito electoral que ocupa desde 1990.

    La canciller alemana visitaba un parque de aves en el que posó con media decena de loros. Una de las aves, no contenta con la comida que le ofrecían, dio un pequeño picotazo en la mano de la gobernante alemana, lo que provocó un grito de Merkel.

    ¿Y ahora qué?

    La líder alemana deja su cargo tras 16 años en el poder. Durante este tiempo, ha logrado mantener a su marido (el segundo) al margen de los medios. Angela Merkel y Joachim Sauer fueron alumna y profesor antes de enamorarse, y algunos medios apuntan a que intimaron durante un viaje a Leningrado, actual San Petersburgo.

    Convivieron sin estar casados hasta que La Muchacha, como la llamaba su mentor y antecesor, Helmut Kohl, empezó a convertirse en una destacada política. Merkel se había ganado la vida en su época de estudiante como camarera en bares de copas y se ha publicado que incluso fue okupa en la RDA.

    Por entonces, se divorció de su primer marido, Ulrich Merkel, físico como ella y el hombre que tiene la culpa de que Europa haya sido gobernada por una mujer apellidada así. El apellido se lo dejó tal vez porque el apellido de su actual marido, Sauer, significa enfadado o amargo en alemán. Pero de amargo debía tener poco Joachim, al menos de pequeño, porque era hijo del pastelero de un pueblo de 2.000 habitantes. Abajo, Merkel y su marido de jóvenes.

    Ulrich Merkel, compañero de estudios de Angela, se casó con ella en 1977, cuando la joven estudiante de Física tenía 23 años. Su matrimonio duró cinco años y se divorciaron cinco después. Con Sauer no se se casó hasta 1998.

    Tanto para Joachim Sauer como para Angela, la vida cambió en 1989, cuando cayó el Muro de Berlín. A partir de entonces, Joachim pudo viajar a Estados Unidos donde compartió sus sabiduría como profesor de Química.

    El marido de Angela Merkel había residido la mayor parte de su vida en la República Democrática Alemana. Tal vez la precariedad a la que le tocó enfrentarse le convirtió en un adicto al ahorro, como dicen que es. Pero su austeridad tiene otra explicación: en Alemania las parejas de los cargos políticos deben pagarse los viajes en aviones y otros medios de transporte oficiales. De ahí que el profesor Sauer, antes de pagar por viajar en business prefiera no ir o cogerse una aerolínea low cost.

    Joachim Sauer, que había sido su tutor en la universidad, aunque solo le saca cinco años (ella tiene 67), es químico y apenas ha jugado el papel de Primer Caballero en algunas cumbres internacionales donde la inmensa mayoría de las consortes de líderes mundiales eran mujeres. Abajo, Merkel con su marido, Pedro Sánchez y Begoña Gómez en Doñana.

    En Estados Unidos pudo trabajar con ordenadores y tecnología punta y su trabajo como investigador alcanzaron gran relevancia. Dicen que el tema del que gusta hablar el matrimonio suele ser, al margen de los hijos (él tiene dos de su primera mujer, Daniel y Adrian), es la química cuántica, a la que ella dedicó media vida. 

    Más allá de lo suyo, a Joachim le gustan Wagner y el montañismo. Durante los primeros años de su convivencia, se sabe que ella redactaba la lista de la compra y él iba a por ella al súper disciplinadamente cada semana. 

    La gran pregunta es qué va a hacer ahora Merkel, tras su retirada. Algunos medios alemanes tipo El Jueves han publicado que Angela Merkel ha comprado una casa de lujo en Berlín que utilizará como residencia de ancianos, pero se trata de una broma. Otros medios más serios han apuntado a que dará conferencias o actuará ocasionalmente como mediadora en conflictos nacionales o internacionales, pero tampoco sería de extrañar que quisiera ejercer de jubilada y recuperar tiempo con su pareja, retirándose o pasando temporadas en la casa que poseen en Templin, cerca de Brandemburgo donde ella pasó parte de su infancia. Abajo, Merkel con su marido y el hijo de este, Daniel.