'Conspiración Vermú', el libro que vaticinaba un 2020 muy distinto
Chusa Montalbán
Su libro ya adelantaba que este año no iba a ser como los otros. El periodista Aitor Marín publicó en enero de 2020 Conspiración Vermú adelantándose sin saberlo a la actualidad de 2020.
Apenas llegaban aún noticias del virus de Wuhan cuando en enero de este año de rumores, fake news y conspiraciones varias (reales o inventadas) llegaba a las librerías Conspiración Vermú (Suma de Letras), primera novela de Aitor Marín (San Sebastián, 1967). El libro, que con un tono entre lo irónico y lo humorístico inventa una oscura y apasionante trama para resucitar a Franco y el Franquismo coincidiendo con la coronación de Felipe VI, tuvo una buena acogida entre la crítica y el público.
No pocos lo compararon con los esperpentos de Valle Inclán o las novelas policiacas de Eduardo Mendoza. El Cultural de ABC llegó a decir que se trataba de una farsa disparatada preñada de verdad. Después de casi un año de pandemia, confinamiento y noticias de todo pelaje en lo político, es bueno hacer con el autor de semejante profecía balance de unos meses tan delirantes como lo que se cuenta en las páginas de Conspiración Vermú, donde las coincidencias con la actualidad de este 2020 ponen los pelos de punta.
¿Qué balance hace de este año en el que la realidad casi ha llegado a superar a la ficción?
En lo personal ha sido una pena no haber podido disfrutar de acontecimientos como Sant Jordi o la Feria del Libro, esos encuentros con los lectores que la covid-19 ha borrado del calendario. Como autor novel, es algo que me hacía mucha ilusión. A cambio tengo que agradecer la atención de los medios y la buena acogida que éstos le han dado al libro. Por lo demás, es verdad que por mucho que a uno le guste fantasear era difícil imaginar que íbamos a vivir un 2020 tan tremendo. Con el 60 o 70 por ciento de la atención mediática enfocada en la crisis del coronavirus, que ha dejado miles de muertos, parece claro que no era el contexto más propicio para debutar con una novela humorística, pero estoy muy satisfecho con el resultado.
La novela salió apenas dos meses después de la exhumación de Franco, pero mucho antes del ruido de sables provocado por el chat de los militares en la reserva.
Hace tiempo que había dos cosas claras: una, que el dictador iba a abandonar antes o después El Valle de los Caídos; la segunda, que esto escocería a una parte de los españoles que aún tienen vínculos sentimentales con el Franquismo, lo que en el fondo no deja de ser una anomalía democrática.
En Conspiración Vermú sin embargo decide llevar esta 'anomalía' de la que habla al terreno del humor. ¿Por qué?
Entre otras cosas, porque cuando empecé a escribirla, hace ya más de un lustro, el ambiente político y social no estaba tan caldeado. Gobernaba entonces el Partido Popular y los problemas de Mariano Rajoy iban más por el terreno de las acusaciones de corrupción que por esto de romper España, que es una cosa que sucede siempre que la izquierda llega al poder en este país. Mi idea desde el principio no era otra que señalar con humor que, por mucho que nos creemos un país moderno y plenamente democrático, hemos aprendido a convivir con unos cuantos vestigios del pasado franquista. Y lo que es peor, que hay una parte de la sociedad. dispuesta a sacrificar los principios democráticos por proteger esos restos del Franquismo. Y así nos va.
Vic Vaporús, el protagonista de la novela, sin embargo, es más bien apolítico, y aun así se enfrenta a la conspiración.
Sí, sus motivaciones son otras. Vaporús es un cincuentón en paro que ve todo los días cómo su tiempo ha pasado y que cada vez pinta menos en casa y en la calle. Por eso se refugia en el alcohol. Cuando conoce a una periodista de Interviú que investiga la conspiración y esta desaparece delante de sus narices, ve la última oportunidad para reengancharse un poco a su vida... y en la bebida una forma de infundirse valor.
Sin embargo, Patxaran, que acaba convirtiéndose en su compañero de fatigas, es todo lo contrario, un joven de la izquierda abertzale absolutamente ideologizado que no acepta la desaparición de ETA.
Sí, yo me crie en San Sebastián en los setenta y ochenta y me tocó lidiar con aquel nacionalismo radical que complicó tanto la convivencia en Euskadi durante todos esos años. En la novela me apetecía rendir cuentas de algún modo con aquella época en la que las discusiones políticas con gente de este entorno estaban a la orden del día. Lo que a estas alturas no deja de ser curioso es que no es precisamente el entorno de la izquierda abertzale el que se resiste a reconocer que ETA ya no existe, sino una parte de la derecha española.
Destaca en el libro su forma de jugar con las frases hechas.
Sí, como periodista tengo cierta obsesión por escapar precisamente de todos esos tópicos tan habituales en algunos medios o compañeros. Expresiones como "nube de fotógrafos" o "jarro de agua fría" a las que a veces acudimos sin pensar. El colmo es cuando ni siquiera se usa bien o, como le pasa a Vic Vaporús, se confunden unas con otras. Eso siempre me ha parecido muy gracioso, así que lo incorporé a la idiosincrasia del personaje.
En los años noventa fue redactor de Noticias del Mundo, un semanario de actualidad de titulares tremebundos que ya hacía de la ironía y lo sobrenatural una herramienta para contar la actualidad. ¿Como escritor, cuánto le debe a aquella revista?
Mucho. Quizá todo. Cuando me incorporé con 25 años a Noticias del Mundo descubrí que el periodismo podía ser otra cosa. Escribir sobre personajes como el Niño Murciélago, el monstruo del lago Ness o una mujer con dos cabezas que tenía un hijo con dos cabezas me abrió completamente la mente. Encontré que a veces no hay forma más eficaz de contar lo normal que a través de lo paranormal y que lo paranormal es tan elástico y maleable que se adapta perfectamente a los intereses de cada uno. Esto, con la crisis de la covid, lo estamos viendo prácticamente todos los días.