La comida asturiana de Felipe y Letizia con la abuela Menchu (y el fantasma de una adúltera emparedada)
Sara Tejada
Este invierno / primavera de virus, pandemia y confinamiento, la reina Letizia tuvo que someterse a la prueba del COVID-19 después de conocer que la Ministra de Igualdad, Irene Montero, a la que había besado en un acto, había dado positivo en coronavirus.
El resultado del estudio fue negativo, pero la mujer de Felipe VI tuvo que aislarse en la primera planta del Pabellón del Príncipe por prevención. Sin embargo, la máxima preocupación de la reina en estos meses terribles no ha sido su propia salud sino la de sus hijas, su madre (68), su padre (70) y sobre todo la de su abuela Menchu, fuerte como un roble asturiano, pero nonagenaria. Por supuesto, visitar a la abuela hubiera sido una imprudencia.
Menchu vive sola en su casa de Ribadesella (Asturias), y eso que cumplió 92 años el pasado mes de enero, una edad de alto riesgo ante la amenaza del coronavirus. Por suerte, María del Carmen Álvarez del Valle cuenta con una gran fortaleza: es una mujer moderna, avezada periodista, maneja Internet y está al día de todo lo que pasa, como buena profesional de la información.
Menchu, que sigue fumando, no ha dejado de mantener contacto, casi diario, durante su cuarentena particular, con su nieta Letizia, ni con su hijo, el suegro de don Felipe, Jesús Ortiz, de 70 años. También habla con Telma, que vive en Madrid con su novio, Robert Gavin.
La tentación de la abuela
Pero a pesar de hablar casi a diario con su abuela, Letizia echaba de menos el contacto físico con Menchu, y deseaba como buena nieta estrecharla en un abrazo de cariño, como nos ha pasado a tantos con nuestros abuelos y mayores en este calvario que nos ha tocado vivir.
La reina es consciente de que su abuela está en una edad muy avanzada y, aunque como ya hemos dicho, la salud de la nonagenaria es admirable, los momentos de cariño físico se saborean de otra manera a estas alturas.
Por eso, esta semana, cuando doña Letizia acompañó a su marido en el viaje a Asturias, tenía un propósito personal que cumplir. La reina convenció al Rey de que había que ver a la abuela. Y Felipe, que adora a Menchu, accedió. El jueves, en el Principado, los Reyes disfrutaron del mar desde el cerro de Santa Catalina y se fotografiaron con el Elogio del horizonte de Chillida, pero hubo una comida que realmente importó y conmovió más a Letizia que cualquier otro acto, la que le permitió pasar un rato con su querida Abuela Menchu.
El alma asturiana de la Reina tiembla cuando pone su corazón frente al mar Cantábrico, especialmente en el Muro de Gijón, adonde llevaba a Alonso Guerrero cuando estaba enamorada de él hasta las trencas, mucho antes de casarse con el profesor de Literatura. La fotografía que todo el mundo ha visto, publicada por primera vez en la portada de la revista Qué Me Dices el 31 de octubre de 2003, nada más conocerse la relación de Letizia y Felipe de Borbón, había sido tomada años atrás en la valla de la gijonesa Playa de San Lorenzo.
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Esta vez, ya como Reina, Letizia volvió al cerro de Santa Catalina, pero fue el director de la Fundación Municipal de Cultura, Miguel Barrero, quien le enseñó la belleza del lugar que ella conoce tan bien. El Monarca y su mujer admiraron el Elogio del horizonte, la gigantesca escultura que Eduardo Chillida ideó para ese emplazamiento.
Se trata de una construcción de hormigón que abraza al visitante desde la atalaya que se eleva sobre las olas y que permite disfrutar de la inmensidad del mar, del rumor del Atlántico y de los recuerdos que invoca y evoca el olor de la brisa asturiana, entre algas, sal, eucaliptos y helechos. Y esa pócima devuelve amores fósiles, es como una máquina del tiempo que llevó a la reina a recordar a sus primeros escarceos adolescentes (Oviedo está a 25 kilómetros de Gijón y a 80 de Ribadesella) y sobre todo a su abuela, a la que iba a ver poco después, fuera de agenda.
Otro asturiano ilustre, el bicampeón mundial de Fórmula 1 Fernando Alonso (amigo también de don Juan Carlos), actuó de anfitrión en su museo y enseñó a los reyes sus tesoros y trofeos. Tras los distintos actos, donde fueron vitoreados y agasajados por autoridades y súbditos (y abucheados por algún republicano), los Reyes se trasladaron a Deva, cerca de Xixón, donde disfrutaron de una comida en el restaurante La Quinta del Ynfanzón y sobre todo de la compañía de Menchu.
Cuentan que fue en encuentro extraordinariamente cálido, propio de una abuela y una nieta queridísima, de ésas que hacen sentir orgullosa a Menchu: su nieta es reina. La Quinta del Ynfanzón es un establecimiento que tiene más de un siglo de solera, que no solo es restaurante: se ofrecen eventos, bodas, bautizos, comuniones y reuniones de todo tipo. El típico lugar con varios salones, cafetería, pinchos, terrazas de verano e invierno, y amplios jardines.
Sus estancias son grandes, la privacidad y división entre clientes es posible, un lugar perfecto para pasar tiempo con doña Menchu alejados de focos y flahses, un espacio para recuperar los meses perdidos por confinamientos y coronavirus.
Aparte de la casa, la quinta es perfecta para pasear y charlar. Está formada por una finca de casi cien mil metros cuadrados, donde uno de los eucaliptos más ancianos de Asturias impone su aroma entre un cañaveral de bambú repleto de ardillas. Frente a la casa se extiende el jardín principal compuesto de dos caminos concéntricos que se juntan en la terraza y encierran cuatro praditos, por los que se puede caminar con privacidad.
El fantasma de una adúltera que fue emparedada
La mansión tiene hasta una fantasma, aunque no sabemos si molestó a los Reyes o a la abuela Menchu. Es el espíritu errante de doña Ana de Solís, que "tenía mucha juventud y poca cabeza", cuenta la leyenda. Se aparece en la casa y finca, especialmente el día 25 de agosto, día de San Luis (nombre de su esposo). Se dice que fue emparedada por adúltera, en un día del santo de su difunto marido, y que, lejos de arrepentirse o pedir perdón, pensaba en ser vista por su amante. Pero al estar muerta y no poder exhibir su belleza, llora por los aposentos de su antigua casa.
No trascendió el menú elegido por los ilustres comensales pero dicen que las costillas a la brasa y los frixuelos de bonito y huevo duro son irresistibles.
La relación de la reina Letizia con su abuela paterna es entrañable, auténtica y sincera. Para colmo, nieta y abuela han sido periodistas, como Jesús Ortiz. La abuela de la Reina es considerada una de las voces más populares de la radio asturiana y posee una larga carrera que duró desde 1947 hasta 1990, gracias a la cual ha llegado a ganar otros premios como la Antena de Oro en 1974, otra Antena de Oro más a la trayectoria profesional en 2004 y el Premio Nacional de Radio en 2013.
Menchu supo entender desde el minuto uno la nueva condición social de su nieta. Verla enamorada le hizo feliz, pero el exceso mediático que generó su compromiso con Felipe de Borbón afectó a Menchu. Cuenta la abuela de Letizia (no muy dada a visitar Zarzuela) que al principio fue difícil para ella. "Amo la libertad y la intimidad y aquello fue una avalancha de gente, de curiosidad, de fotógrafos. Además, ocurrió en el último año de vida de mi marido... Y aquello parecía una romería. No fue fácil. Se llegó a decir que un helicóptero pasaba una vez al mes sobre mi casa para tirarme el dinero que mandaba mi nieta. Tuvimos que poner una valla porque se metían hasta la ventana de la cocina", contaba Menchu durante unas jornadas en la Casa de la Cultura de Ribadesella, no hace mucho.
Sobre su relación con el rey Felipe VI o con el rey emérito, don Juan Carlos, también ha hablado Menchu: "El rey (Felipe VI) es encantador, dulce, delicado, pero a la vez con mucho carácter y con una gran educación. La primera vez que vino le pregunté a mi nieta que cómo iba a traerle aquí: "Esta casa no está para recibir a un príncipe". A lo que mi nieta contestó que Felipe había hecho muchas milis y era "un hombre encantador, de una naturalidad y una humildad que no te imaginas".
"Considero a don Felipe una gran persona, muy inteligente y tremendamente discreto... Está loco por sus hijas y es un padre presente. Los dos lo son. Las atienden, las cuidan y siempre están pendientes. Y cuando viajan, los teléfonos queman comunicándose con sus hijas", confiesa Menchu.
En cuanto al rey Juan Carlos, hoy denostado por sus presuntas comisiones del Ave a la Meca y los escándalos de sus amantes, explicó en su día: "El día de mi cumpleaños me llamó el rey y me dijo "Mi padre me pide permiso para ver si puede llamarte para felicitarte".
Menchu tiene, eso sí, una hija antimonárquica. Menchu tuvo tres hijos: Jesús José Ortiz Álvarez, padre de Letizia; Cristina Ortiz, fallecida en 2001 a causa de un cáncer, y Henar Ortiz Álvarez. Esta última ha protagonizado varias polémicas por expresar abiertamente su posición en contra de una institución como la monarquía, aunque su sobrina forme parte de ella. De hecho, estos días ha vuelto a arremeter contra don Juan Carlos y contra la institución.
Sobre la relación de Menchu con la madre de Letizia, Paloma Rocasolano, hay que decir que es cordial, aunque no deje de ser una ex nuera. "Mi exnuera vino a verme para felicitarme en mi noventa cumpleaños con una flor y a menudo me llama por teléfono", comentó una vez.