Mario Casas pierde ocho kilos y se convierte en un sociópata en silla de ruedas
Luisa Acevedo
Mario Casas no ha sido capaz de sostener el amor durante mucho tiempo con ninguna de sus conquistas, que son muchas. Tal vez sea un apasionado de la pasión, de los que no deja concesiones cuando la llama pierde su incandescencia. Ha sido novio o amigo muy íntimo de Amaia Salamanca, Clara Lago, María Valverde, Berta Vázquez o Blanca Suárez. Ellas son solo cinco ejemplos escogidos del nutrido noviómetro del coruñés, repleto de bellas actrices que sucumbieron al síndrome de Mario Houses, apodo del actor gallego afincado en Madrid y considerado a sus 34 años el sex symbol nacional. Ahora Mario Casas ha sido relacionado con la intérprete belga Déborah François, con quien protagoniza la película El Practicante (Netflix, a partir del 15 de septiembre) y con quien ha sido visto de vacaciones después de romper el pasado mes de octubre con Blanca Suárez.
No vale la pena insistir en que es uno de los actores más atractivos, deseados, mejor pagados y conocidos, gracias por ejemplo a su participación series como Los hombres de Paco. El actor, que ha protagonizado un total de 23 películas, era un reclamo infalible para llenar las salas de cine, al menos antes de la pandemia, los foros y las mascarillas.
Mario protagoniza la portada de la revista Icon luciendo un llamativo chaleco de color rosa, con el que nunca le hubiéramos imaginado.
"Yo notaba que el público femenino era el que más me seguía y que iba más al cine. Si paso por delante de un colegio o por un lugar donde haya mucha gente todavía se genera cierta histeria colectiva. Pero las fans que chillan ven todo tipo de películas, les gusta el cine y les gustan las historias", sostiene el protagonista de Las Brujas de Zugarramurdi.
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No obstante, desde que empezó a hacer papeles dramáticos gracias a películas como la genial Grupo 7, su abanico de público ha ampliado: "He percibido que ahora hay más hombres por la calle que me dicen que siguen mi carrera. Es más, cuántos tíos se han acercado para hablarme de Tres metros sobre el cielo... Lo que pasa es que luego les dará vergüenza decirlo, pero hay muchos. Si que noto hay más respeto en general en España hacia mí". Otros de sus grandes papeles le han llegado de la mano de Palmeras en la nieve o El fotógrafo de Mauthausen, aunque su nombre siempre es uno de los grandes olvidados en los premios Goya.
Uno de sus mayores retos profesionales le ha llegado con la película que se estrena en septiembre en Netflix, El practicante, en la que se pone en la piel de un hombre en silla de ruedas con carácter sociópata. Para lograr la credibilidad que requiere el papel, se llegó a meter tanto en el personaje que incluso su familia estaba deseando que terminara de rodar. "Iba por Barcelona y me daba cuenta de que es terrible lo poco preparadas que están las ciudades para la gente en silla de ruedas, hay millones de sitios por los que no puedes pasar o en los que no puedes entrar", denuncia.
Para este papel, además, tuvo que adelgazar hasta ocho kilos y asumir un rol psicológico complicado: "Era muy difícil sobrepasarse y hacer de loco, pero este es un tío que puede ser tu vecino, tu amigo o tu ex pareja. Hay mucha gente así, lo que pasa es que no lo sabemos y los sociópatas desde que son niños aprender a expresar emociones, lo que pasa es que no las sienten. Son muy listos y saben lo que tienen que hacer".
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Aunque ha asumido con orgullo la gran avalancha de papeles dramáticos que le han llegado en los últimos años, está dispuesto a ponerse de nuevo en la piel de un romanticón que replete de adolescentes las salas: "Si ahora me llegase un superguión de una historia de amor la haría, tío, y la haría feliz. Me apetece hacer ese tipo de cine que lleva a la gente a las salas y que al público le encanta, sea drama o comedia. No voy a renegar de eso". A día de hoy se sigue pidiendo la tercera parte de uno de sus grandes éxitos adolescentes, A tres metros sobre el cielo, y también su vuelta a Los Hombres de Paco, que regresa a Atresmedia aunque sin su participación.