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El 'por qué no te callas' de don Juan Carlos a su nuera: "¡Otra vez Irak no, Letizia!"


    Sara Tejada

    No todo el mundo conoce la anécdota entre don Juan Carlos y Letizia de aquella noche de verano de hace ya unos años, cuando la ovetense, aún princesa consorte de Asturias, cenaba con toda su familia política en Mallorca, en el restaurante Flanigan, uno de los favoritos tanto del Rey Emérito como de la fallecida infanta doña Pilar.

    El restaurante Flanigan de Puerto Portals, situado en el municipio mallorquín de Calviá, es propiedad de Miguel Arias, amigo del emérito, quien bebe los vientos por los manjares de ese y de otros establecimientos del empresario. Arias, modesto, es el autor de la frase "Su Majestad no tiene amigos. Su cargo no se lo permite", pero la verdad es que el restaurador ha hecho viajes con el emérito y es uno de sus incondicionales.

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    De hecho, al Flanigan se le conoce como el 'restaurante del Rey', y en La Moraleja, en Madrid, posee el Café Pino y Aspen, otro de los locales donde se ha fotografiado en varias ocasiones al padre de Felipe VI. Miguel Arias era el dueño también de Las Cuatro Estaciones, donde Don Juan Carlos acudía con Corinna a degustar sus huevos poché sobre pasta fresca y caviar de salmón que tanto le gustaban.

    Pero, volviendo a aquella noche de hace casi diez años, cuando un verano el rey Juan Carlos humilló a Letizia en público... Estaba el padre de Felipe de Borbón jugando en casa, como explicábamos: ya hemos dicho que El Flanigan es territorio amigo, y Letizia aún era una especie de advenediza, aunque ya princesa consorte, una plebeya en medio de la sangre azul azulísima de los Borbones, de los Glücksburg, la casa de doña Sofía de Grecia, todos emparentados con dinastías como los Windsor, o sea, los Hannover, los Sajonia Coburgo, y ella, Ortiz Rocasolano, tenía que sobresalir como profesional del periodismo, presentadora de televisión, y sobre todo como audaz reportera de guerra.

    Por eso, en aquella cena, y no era la primera vez, Letizia llevó la conversación a su terreno. Cuando se terminaron los temas amables y no conflictivos, sobre los cursos de los niños, de Froilán, de Victoria Federica, de cómo han crecido Leonor, y Sofía, aún muy pequeñas; cuando doña Elena contó que ella iba a ir a los toros, y antes de que el Rey dijera nada sobre sus planes para ir a regatear o a cazar, Letizia comenzó a contar sus días de reportera de guerra en Irak.

    Pero fue empezar su relato, sus días y sus noches a bordo de un buque de la marina, sus andanzas para lograr la mejor entrevista y este tipo de cosas, y fue interrumpida por su sugero, el Rey don Juan Carlos, que la frenó en seco, encima de la mesa, de viva voz y delante de todos: "¡Otra vez no, Letizia, por favor!". "¡Otra vez Irak no", repitió.

    Las palabras del Rey resonaron en torno a los borbónicos comensales, que no sabían dónde meterse. Froilán miró a su madre, Elena miró a doña Sofía, doña Sofía miró a las niñas, Felipe miró al infinito. Letizia desplomó sus ojos en una bajada de pestañas memorable y, según coinciden en su relato algunos de los presentes (porque había prensa), la princesa consorte de Asturias se encogió, apenas probó un bocado de los manjares, se quedó callada completamente y bebió algo de agua. Días después, Letizia abandonó precipitadamente Palma. En 2016, ya como Reina, Letizia y Felipe volvieron al lugar del crimen, al Flanigan, a cenar con los Eméritos, las niñas, Elena y sus hijos, ya sin conflictos conocidos. A ese 31 de julio de 2016 corresponden algunas de las imágenes que ilustran este post.

    Cuentan que, aunque anecdótico y sin más recorrido aparente, fue el '¡por qué no te callas! de don Juan Carlos a la actual reina de España un capítulo que significó para ella un punto de inflexión en su relación, una bronca agrandada por el paulatino distanciamiento entre doña Letizia y la infanta Elena, por no hablar del que hay con la infanta Cristina y su denostado marido. 

    Pues bien, en aquella cena en el establecimiento de Puerto Portals, no muy lejos de donde, años después se produciría en famoso rifirrafe entre doña Letizia, la princesa Leonor y doña Sofía a las puertas de la Catedral de Palma, en la Misa de Pascua, se consolidó la mala relación de Letizia con don Juan Carlos. Ahora, con la nuera en el poder, y el emérito acorralado por el escándalo de Corinna y las cuentas en Suiza, la venganza está servida.

    Letizia nunca perdonó a su suegro, y ahora dicen que le pone la cabeza como un bombo a su marido, Felipe VI, para que se deshaga del grave daño que su padre, según ella argumenta, está causando a la institución. Letizia es de las que sostiene con vehemencia de puertas adentro que quienes van a pagar las presuntas conductas inapropiadas de don Juan Carlos son Don Felipe y ella, pero sobre todo su hija, la Princesa Leonor.

    Ya en 2003, cuando Felipe de Borbón y Grecia, recuperado de su desamor con la noruega Eva Sannum,  le dijo a su padre que estaba loco por la presentadora  del telediario de TVE, don Juan Carlos estuvo en contra de la decisión de su hijo, y doña Sofía también.

    Doña Letizia llegó de Vicálvaro a Zarzuela, incluso antes de casarse, y se encontró con un palacio lleno de idas y venidas, una familia inconcebible para ella, desestructurada, con el padre de su marido yéndose de viaje con sus amantes y las cuñadas mirándolde con mala cara y por encima del hombro, porque además son mucho más altas.

    Eran los tiempos en lo que don Juan Carlos bebía los vientos por Corinna zu Sayn-Wittgenstein. El accidente de don Juan Carlos en Botsuana en 2012 acabó en la abdicación y llevó finalmente a la consorte de Felipe a ser Reina de España. (You've got the power)