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Exclusiva: Belén Esteban y Jorge Javier Vázquez rompen su amistad tras su bronca y ella no quiere volver a Sálvame


    Felipe Rodríguez

    La monumental bronca entre Jorge Javier Vázquez y Belén Esteban ha provocado la ruptura total en la relación de amistad entre el presentador de Sálvame y la tertuliana. Según ha podido saber Informalia, Belén y Jorge no se hablan desde la pelea y la princesa del pueblo no quiere volver a Sálvame.

    Testigos presenciales y compañeros de ambos coinciden al revelar a Informalia que la tensión no cesó tras el programa y que casi 48 horas después de la violenta escena que protagonizó el presentador, la situación entre la de Paracuellos y el badalonés "es muy delicada", si bien en Mediaset confían en que "con algo de tiempo todo se arregle entre ellos".


    Belén fue víctima de un Jorge Javier cuyo lenguaje corporal rebosaba violencia, hasta el punto de abandonar su propio programa. El conductor del programa ha sido tachado de "machista" en las redes sociales y muchos son los que exigen que las asociaciones feministas intervengan en este asunto para censurar la actitud del periodista. Y todo porque la opinión política de Esteban era discrepante con la de su entonces amigo.

    No es la primera vez que Jorge Javier monta en cólera por temas políticos en los últimos meses. El presentador catalán protagonizó un gran enfrentamiento con el tertuliano Antonio Montero, quien atacó al Gobierno a propósito del escándalo del 'Merlos Place'. "Tenemos un presidente del Gobierno que dice una cosa y hace otra", dijo el paparazzi, ante lo que Vázquez estalló: "¡El discurso de Vox aquí no! Aquí podéis debatir de lo que os salga de la peineta, pero los discursos y las mierdas no", gritaba a Montero antes de sentenciar: "¡Este programa es de rojos y maricones!".

    El propio Montero respondió al presentador a través de una carta publicada en Informalia. En la misma, Antonio defendía su posicionamiento político y se mostraba crítico con los desmanes del Gobierno durante el Estado de alarma. Pero sobre todo, defendía la libertad de opinión de todos: "Tengo palabra, tengo voz. Soy un ciudadano como cualquier otro y, por supuesto, puedo hablar. Es mi derecho, como el derecho de todos", decía al principio de su extensa carta que reproducimos a continuación.

    Tengo palabra, tengo voz

    "He tenido que ver cómo se llevaban a mi madre muerta, envuelta en una sábana para dejarla -en Dios sabe dónde- durante diecisiete días hasta que nos han llamado para autorizar, a uno de mis hermanos, a dejar momentáneamente su confinamiento y poder recoger sus cenizas.

    He tenido que pasar la vergüenza de saber que vivo en el país cuyo gobierno ha sido incapaz de proteger a sus sanitarios que se han contagiado, -más que en ningún otro del mundo- esperando un material de protección que ha llegado tarde y defectuoso en más de una ocasión.

    En un país en el que la izquierda, cuando se hundió un barco petrolero, le echó la culpa a la derecha; que cuando sufrió su mayor atentado de la historia, le echó la culpa a la derecha. A esos mismos dirigentes de la izquierda les faltó el tiempo para movilizar a sus palmeros, para asaltar la sede del Partido Popular y alzarse con el poder, arqueando las cejas, orgullosos de lo que habían conseguido a costa de los muertos. Hoy, por lo visto, todavía no es momento de criticar al gobierno sino de estar todos unidos.

    Un país, en el cuando gobernó la derecha, fue acorralado literalmente a causa de la epidemia de Ébola, que fue frenada a tiempo y nunca llegó a tener más consecuencias que la muerte preventiva de un perro.

    Un país en el que la derecha tiene la culpa de los desahucios. En el que no puede protestar ni siquiera porque gobiernos de izquierdas han arrasado durante décadas las arcas del dinero público en Andalucía. La derecha también tiene mucho que callar en este sentido y me avergüenzo de quienes han dilapidado el dinero público para enriquecerse sean quienes sean.

    Un país en el que la derecha tiene la culpa del paro, cuando las cifras demuestran históricamente que ha sido la izquierda quien ha destruido sistemáticamente el empleo cada vez que ha llegado al poder.

    Un país en el que, por lo visto, los muertos de la Guerra Civil sólo fueron de izquierdas y sólo ellos tienen derecho a abrir las cunetas con el máximo desprecio a otros que también murieron por España, aunque cometiendo el terrible delito de pensar de otra manera. Para mí, todos los muertos son iguales y merecen el mismo respeto.

    Un país donde una líder catalana, como la señora Colau, se ha permitido el lujo, sin despeinarse, de decir que yo represento el fascismo de este país y que por eso hay que callarme.

    Pues no, no me voy a callar. Si estamos buscando demonizar a la derecha porque un periodista de ese signo político, que ha criticado a quienes se saltan el confinamiento, es incoherente por hacerlo él mismo al "tener en su casa a una señorita en pelotas", sin residir en su domicilio, si estamos buscando atacarle a él y a la Iglesia, de paso, por su incoherencia dando por hecho que va a misa mientras engaña presuntamente a su novia de siete meses a quien él asegura que había dejado anteriormente, no me voy a callar.

    Si vamos a cuestionar a este señor, dejemos a la derecha en paz; dejemos aparte las ideologías. Dejemos también a la Iglesia en su dolor, que ya sufre bastante con tener a la mayoría de sus párrocos dejándose la vida para atender a los pobres de los barrios obreros para que, al menos, puedan seguir comiendo.

    Parece que a la izquierda sí se puede permitir la incoherencia de tener un gobierno que pacta y negocia con quien prometió no hacerlo durante la campaña electoral; si se puede permitir tener un matrimonio de ministros y ministras comunistas que viven en un chalet de lujo y que se han

    asegurado un sueldo para toda la vida como si se tratara de un "premio de Nescafé"; que se han saltado el confinamiento y que fomentaron la asistencia a la manifestación del 8 de marzo en la que pusieron en evidencia sus prioridades. Unas prioridades que han contribuido a llevarnos a la crisis sanitaria sin precedentes que vivimos. También Vox tiene mucha responsabilidad en esto convocando su acto multitudinario, pero no estaba en el gobierno y era éste quien debiera habérselo prohibido.

    Como testimonio de buena gestión de la crisis sanitaria quiero explicar la actuación ejemplar de un centro salud mental, que pertenece a la orden religiosa San Juan de Dios en Cienpozuelos, que alberga a más de mil discapacitados físicos y mentales, y que fue capaz de suspender a tres días vista sus actos festivos anuales, que iban a tener lugar ese mismo ocho de marzo y esa decisión ha salvado la vida de todos ellos.

    Y sí, claro que las cosas se pueden hacer mejor, como las han hecho en Japón, en Alemania y, sin ir mas lejos, en Portugal. Se puede gestionar mejor. Hay mejores asesores y mejores personas.

    No soy de Vox. Nunca he sido, ni creo que seré, militante de ningún partido político. Voté a Vox en las últimas elecciones y lo dije públicamente porque me lo preguntaron y no me tengo que esconder de nadie. Faltaría más. Creo que las ideologías hoy en día son la excusa de los políticos para sembrar el odio y la discordia y el caldo de cultivo donde encuentran sus torticeros argumentos para mantenerse en el poder y asegurarse una nómina que muchas veces no merecen.

    Sólo creo en la buena o la mala gestión de los intereses mayoritarios de los ciudadanos y querría que nos representara gente que supiera compendiar lo mejor de cada casa. En todos los partidos hay grandes ideas que juntas podrían hacer de nuestro país el mejor del mundo. No les interesa porque para eso nos sobrarían tres cuartas partes de los políticos que tenemos.

    Sólo pido un poco de humildad, un poco de respeto a nuestros muertos, un poco de solidaridad.

    Sólo pido menos propaganda y más eficacia y que si quiero hablar, me dejen, como a todo el mundo. Libertad de expresión".

    Antonio Montero 29 de abril 2020. 45 días de confinamiento.