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Un compañero de Fernando Simón en su viaje por África desvela sus secretos: sus anécdotas más humanas
Vicky Ballesteros
El aventurero Marco Pascual ha vuelto hablar de sus experiencias con Fernando Simón, profundizando más en la vida del epidemiólogo que mantiene informada a toda España frente a la evolución del Covid-19. Los dos coincidieron durante el famoso viaje de Simón por África en la década de los 90, cuando encabezó un proyecto de peso para controlar el SIDA en esta zona: "Tiene bastante psicología, empatía y sabe tratar con la gente, aunque también es duro y serio", ha dicho sobre él.
Pascual ha contado que a finales de 1991 consiguió reunir alrededor de 300 análisis de pacientes sospechosos de VIH en un laboratorio levantado en condiciones precarias: "Era de risa, como un cuarto trastero. No era un sitio aséptico e impoluto. Un cuarto viejo de paredes de ladrillo, sin cemento y solo con algunas estanterías y unos botes. No era nada parecido a lo que uno se puede imaginar. Pero lo hacía funcionar", recoge El País.
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De esos análisis que realizó, un 18% de las personas dieron positivo. Si hubiera estado en sus manos habría obtenido más muestras: "Aunque les garantizaba que solo iban a saber el resultado el paciente y él mismo (Simón), como ahí la gente era muy promiscua los que más posibilidades tenían no iban por miedo a un positivo y a ser rechazados por sus familias", ha recordado Marco. Ha remarcado las habilidades del epidemiólogo: "Él iba a llegar hasta donde él pudiera porque hacer una base de datos con los pacientes del SIDA fue un proyecto suyo. No estaba especializado en nada pero sabía hacer de todo".
Fernando Simón contaba a su alrededor con un pequeño equipo de 13 enfermeras y un enfermero no especializados en ninguna universidad, pero que habían aprendido de la materia gracias a la labor de los voluntarios que trabajaban incansablemente en la zona: "Decía que no tenían nada que envidiar a las de España, estaba orgulloso de la labor que desempañaban".
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Ha rememorado con especial cariño una anécdota que vivió con la madre de un niño al que rechazaba, a través de la que según Marco se deja ver su carácter convincente y sus buenas maneras con la psicología: "Tardó unos 10 minutos en convencerla. Me comentó que no lo quería porque en cuanto su marido viera al niño iba a pensar que no era suyo y le iba a dar una paliza. Entonces, le explicó que debido al esfuerzo y por el sufrimiento del niño al nacer, a veces su piel se tornaba clara, pero que en pocos días habría recobrado su color natural. La mujer creyó al médico y tomó a su hijo. Fernando había conseguido solucionar el problema".
También ha recordado otras experiencias que vivió a su lado, como cuando un niño le quiso vender un huevo para conseguirle dinero a su madre para una cerveza: "Me respondió que para vendérselo, pero no se lo compró. Le dijo que se lo llevara a su madre y que le hiciera una tortilla. El motivo era que lo había mandado su padre para vendérselo y luego gastárselo él en cerveza. Lo sabía porque conocía a las personas".
También revivió un pequeño enfrentamiento que Simón tuvo con una persona enferma, que no quería que subiera al mismo vehículo otra persona en delicado estado de salud: "Me contó que le estaba diciendo que cómo iba a coger a un pobre hombre como ese y llevarlo en el vehículo del médico. Entonces él se cabreó y le dijo que más valía que se callara si no quería volver andando hasta el pueblo".
Fernando Simón dejó España con su mujer, María Romay-Barja, en los 90 para poner rumbo a África, donde se puso al frente del Hospital de Ntita en Burundi o del Centro de Investigación en Enfermedades Tropicales de Manhica, en Mozambique, entre otros centros. Tras dejar África ejercieron su profesión en Guatemala, Ecuador y París, donde se asentaron para trabajar en el Instituto de Vigilancia Epidemiológica. Volvieron a España en 1998 y lo hicieron pensando en el bien de sus tres hijos.