El ocaso de Rocío Carrasco en 2019: separada de sus hijos, despreciada por su familia y ahogada por las deudas

El matrimonio de Rocío Carrasco y Antonio David es sin duda una de las historias de amor y odio más largas de la prensa del corazón. Mas de veinte años de titulares y, últimamente, sobrecargando a los jueces con infinidad de demandas. 2019 fue un año para olvidar en la vida de la hija de Rocío Jurado y Pedro Carrasco: separada de sus hijos, despreciada por su familia y ahogada por las deudas.

Rocío Carrasco ha terminado el año sin resolver la gran cuestión: "¿Qué ha podido pasar para que no se hable con sus hijos?". Mientras ella se expresa a través de los juzgados, Antonio David ha podido dar su versión en televisión.

La estrategia judicial de Rocío Carrasco, lejos de arreglar sus problemas, la está poniendo en una muy difícil tesitura. Ha ido perdiendo una tras otra las demandas interpuestas. Rocío Flores ha intentado en vano arreglar el asunto y se ha mostrado públicamente a favor de una reconciliación que nunca llega y que ha dejado la pelota en el tejado de su madre.

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Rocío Flores navega bien entre dos aguas: no ha desmentido ni una sola de acusaciones que su padre ha realizado en televisión, pero tampoco ha querido atacar a su madre. Ahora a Rocío Carrasco le toca mover ficha y tal vez debiera hacerlo antes de que su hija adquiera mayor protagonismo con su participación en la próxima edición de Supervivientes.

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La situación económica de Rocío Carrasco tampoco es un consuelo. Tiene parte del patrimonio que heredó de su madre embargado por una deuda con Hacienda de un millón y medio de euros. Su marido también está pasando apuros con la Agencia Tributaria y debe 150.000 euros, según se ha publicado.  No se sabe si ello influyó en el hecho de interpusiera tantas demandas contra Antonio David, alguna de ellas pidiendo 80.000 euros en concepto de manutención.

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Asolada, Rocío Carrasco ha pasado su última noche del año alejada de su familia y se ha tenido que refugiar en la casa de la familia Campos, su última morada para vencer el aislamiento al que se ha dejado llevar.